El otro día estaba en mi habitual clase de yoga de los viernes y no pude terminar tranquilamente la meditación del final de la práctica. Yo, que asisto precisamente para equilibrar la mente y liberar tensiones, salí de aquella zona de paz un poco abrumada. Me habían chafado mi hora sagrada de la semana con estupideces varias soltadas a bocajarro. En el sube y baja del pecho, intentando centrarme en las profundas inhalaciones y exhalaciones, desconectando de las necedades del mundo, mi atención se desvió, sin poder evitarlo, a una conversación de dos señores en la sala contigua a la mía.
“No paran de sacar etiquetas nuevas: que si déficit de atención, que si hiperactividad, que si asperger… Ahora lo que hay son muchas tonterías, con cuatro gritos como se hacía antes se acaba todo”.
Bárbaro. Como ustedes comprenderán, no pude evitar quedarme perpleja.
No hay manera. Seguimos obcecados en construir, como denomino yo, una sociedad de maniquíes, todos iguales. Ceñirnos a una serie de patrones predeterminados —o más bien interpuestos socialmente— y ver todo a nuestro alrededor con los mismos colores. A ser posible blanco y negro. Nada de arcoíris. Una gama de colores demasiado amplia trae complicaciones y dificultades a las que no “podemos” dar respuesta. No entendemos. Vamos a lo sencillo, a lo común, a lo que no se sale de lo estipulado. Y si alguien se sale de la raya, está loco. Es una persona rara. Le enviaremos de nuevo a la fábrica —“el loquero”— para ver si le reconstruyen.
¿Cuándo vamos a aceptar que no todos somos iguales? ¿Cuándo vamos a aceptar la diversidad?
«Ahora lo que hay son muchas tonterías». No, señor, no. Los temas de salud mental nunca son una tontería. Ahora lo que hay es más conocimiento y sobre todo visibilidad de todo lo que antes se consideraba no estar cuerdo, porque salirse de lo común, ser diferente y no encajar en esa colección de maniquís, era, estar loco.
No son «muchas tonterías», señor. No es solo que estés despistado o que tengas mucha energía, es que se tienen muchos otros comportamientos y conductas que dificultan el día a día y las relaciones sociales. Y gracias al avance de la ciencia, podemos detectarlos para que todas las personas puedan vivir con la mejor calidad de vida posible.
No son «muchas tonterías» y no con «un par de gritos» se enderezan. No, señor. Eso lo que sí es, es una aberración por su parte. Con eso lo que usted consigue es reprimirles, quitarles la libertad de ser quienes son. ¿Acaso es que le molesta que las personas quieran descubrirse y conocerse más a sí mismas? ¿Saber por qué se comportan de tal o cual manera? Le invito a que lo haga y que descubra las muchas tonterías que le definen a usted y que le rondan la cabeza, solo para que, por su propia cuenta, aprenda a no infravalorar a las personas.
Saberse usted de profesional de la salud sin serlo sí que es una tontería, además de una falta de respeto.