Por Irene Ortiz y María Méndez
Las luces de una vida de sombras brillaron por vez primera en una pantalla de cine. Luces que tenían nombres y apellidos, que eran madres e hijas y que fueron enterradas en el olvido de una larga Historia. Ese miércoles, 18 de octubre, estas mentes brillantes tuvieron una gran acogida en la Sala Úbeda del Ateneo de Madrid, lugar escogido para la celebración de la tercera entrega del Cine Club Social #ElPreEstreno de la Plataforma del Voluntariado de España.
Pocos minutos pasaban de las 20.00h cuando el documental de Mujeres olvidadas de Jacobo Echeverría-Torres se proyectaba en la sala, que estaba a rebosar. Una melodía de piano y violín, que hacía erizar la piel, se hacía eco entonces acompañando las voces de mujeres que, con todo en contra, lucharon por sus derechos. Por los que hoy en día tenemos.
Fueron pioneras en muchos ámbitos. En profesiones que categóricamente eran exclusivamente de hombres. Mujeres luz que rompieron con los roles de género, abrazando las consecuencias que suponía aquello en plena dictadura franquista. Más de un suspiro abrasador se escapó en la Sala Úbeda por la crudeza de la realidad representada. Rostros afligidos y apesadumbrados que latían en el reflejo de sus vidas ya inertes. Aunque también hubo espacio para alguna que otra risa tras ciertas declaraciones de Maruja Mallo -uno de los luceros clave- en el documental.
Tras 74 minutos de proyección, un crescendo de la música y un fortísimo aplauso culminan la obra. Las sombras de la Historia se esclarecen al igual que la sala se vuelve a iluminar. Pasamos de rostros intrigantes a rostros satisfechos y orgullosos. Felices. Se colocan entonces cinco sillas encima de la tarima para dar paso a un coloquio con el director de cine de Mujeres Olvidadas, Jacobo Echeverría-Torres; Ximena Zuleta, actriz que interpretaba a Matilde Landa; Rosa Sansegundo, tesorera de la Federación de Mujeres Progresistas y Lola Herrera, actriz española y gran ejemplo de lucha. Todo, moderado por el periodista cinematográfico Elio Castro.
“Sabíamos que no teníamos que hablar de ciertas cosas”, sentencia Lola Herrera lo que fueron para ella sus primeros pasos en el mundo laboral. Una época aún convulsa y en la que había que andar con pies de plomo si no querías que el poder te quitase tu razón. Y ahora ya cuenta con más de 50 años de experiencia cinéfila en la piel. Habla cercana, casi en un susurro, incluso a veces se le olvida que tiene que acercarse el micrófono que sostiene entre sus manos para hacerse oír hasta el final. Como no pudieron, en su tiempo, hacer las cándidas porque «no tenían poder de levantar la cabeza porque no eran nadie», las recuerda ella.
La ficción se sabe que en muchas ocasiones no hace justicia a la realidad, pues esta última es mucho más cruda. Aún así, Rosa Sansegundo detalla, intercalando sus conocimientos académicos con los culturales, que documentales como Mujeres olvidadas son necesarios para entender el camino. “La cultura nos hace crecer como humanos, todo lo contrario a la violencia”. Violencia que tuvo que interpretar, entre otras actrices, Ximena Zuleta que se puso tan en la piel de Matilde Landa que llegó a encontrar elementos en común con ella.
El público escuchaba atento, sin dejar que ninguna palabra quedase atrapada entre las fosas oscuras. Incluso se atrevieron a compartir sus propias vivencias, cárceles y cicatrices. Y después de dedicarle unas bonitas palabras de agradecimiento a Jacobo por su obra maestra, este cerró el coloquio con la siguiente declaración: “Esto ha pasado. Ahora estamos en pleno siglo XXI y seguro que mis hijas quieren conocer lo que ocurrió en este país para no repetirlo o para tener conocimiento de causa». Por eso es importante. Por eso, esa tarde, se compartió historia, memoria histórica, porque falta hace recordar.