La soledad no deseada y la falta de comunicación son dos de los grandes problemas a los que se enfrentan las personas mayores hoy en día. Sin embargo, asociaciones como Solidarios, donde participa Paula Núñez, ayudan a que muchas de estas personas vuelvan a compartir, a expresarse, a salir de sus casas, a ser felices y, por qué no, a comer churros con chocolate un domingo.
¿Por qué decidiste ser voluntaria en Solidarios?
Cuando terminé un máster de Relaciones Internacionales y Comunicación en Madrid, me pregunté qué podía hacer. Yo soy de Málaga y, aunque tenía las prácticas, no tenía clase. Por eso, me puse a buscar voluntariados, encontré una lista y elegí Solidarios. Ya había participado en otros con personas mayores, sobre todo de alfabetización mediática, pero aquí empecé en junio de 2022. Es de las cosas más bonitas que me han pasado.
¿Cómo es tu experiencia en esta asociación?
Si tuviera que describirla con una palabra sería reconfortante. Me siento muy bien. Es difícil de explicar lo bien que sienta poder ayudar a que una persona esté feliz. Muchas veces los usuarios nos esperan para contarnos cómo les ha ido la semana y compartir qué les hace sentir ilusión y menos solos. En mi caso, estoy en el programa de acompañamiento, lo que significa que una vez a la semana normalmente quedas con una persona mayor que esté sola. Yo ahora mismo estoy con Carmen, a la que veo los fines de semana. Si por lo que sea me surge algo, jamás cancelo la cita, sino que la cambio de día.
¿Cuánto os aporta personalmente este voluntariado?
Este voluntariado es un beneficio mutuo porque, cuando llega el día de vernos, pienso en que voy a hablar con ella y voy a desconectar. Parece que es un beneficio unidireccional de la persona mayor que está sola, pero también del voluntario, que se despeja, aprende y conecta.
¿Qué actividades sueles hacer con Carmen?
Nosotras ahora mismo quedamos para desayunar, nos vamos a nuestro sitio de confianza para tomarnos unos churros con chocolate y así empezar el día muy dulzón. Luego los planes son diversos dependiendo de lo que tenemos ganas. Por ejemplo, hay días que le pregunto si le apetece acompañarme a cosas que tengo que hacer, como hacerme las cejas o ir de compras. Ella, de hecho, tiene toda la ilusión del mundo porque es la que me elige el modelito. También nos vamos a la peluquería, damos un paseo por el parque, me cuenta cómo era antes el barrio…
¿Cómo ha ido evolucionando vuestra relación?
Siempre he intentado acompañarla y que no piense que está sola. Al principio notaba la soledad en su mirada y me decía que no tenía ganas de nada, pero ahora he conseguido que le encante salir a tomarse unos churros o conocer a más gente. Me encanta porque sé que la estoy animando a que abandone la soledad y a que le eche cara a la vida. Todavía me queda que se apunte a talleres por las tardes para que se entretenga, pero poco a poco. Sé que lo iré consiguiendo porque para mí es importante ver su evolución y la actual felicidad que tiene Carmen. No hay ni punto de comparación de cómo empezó a cómo está.
Es una relación muy cómplice, en la que yo le pido consejos por la sabiduría que ella tiene. Ella a mí me pide consejos respecto a otros asuntos, como cuando le llega un mensaje que desconoce. Lo bueno es que ella no me pide que la ayude, sino que la enseñe, y me parece muy bien. Al final, es lo que tiene que hacer, ser lo más autónoma e independiente posible.
¿Cuánto crees que significa para una persona mayor contar con alguien que la acompañe regularmente?
Puf… ¡Muchísimo! No sabía lo que era la soledad porque mis abuelos, que ya no están con nosotros, han tenido la fortuna de no estar solos. Siempre había alguien de la familia para estar con ellos. Quizás los jóvenes vemos muy lejano esta realidad porque tenemos nuestra rutina, estamos entretenidos y tenemos nuestro grupo de amigos, pero estar solos, para la gente mayor, es lo más triste que te puede pasar. El tiempo pasa muy lento y consume. Creo que, que haya voluntarios es una vía de escape para la soledad. Les ayudamos a escapar de su rutina, les obligamos a salir, a hablar y a expresar sus sentimientos.
¿Tienes algún recuerdo especial?
Sí, muchos, pero quizás me quedo con el momento en el que subió una amiga de Málaga y conoció a Carmen. Le dijo: “Yo antes de que viniese Paula estaba muy triste e infeliz, pero gracias a ella he conocido de nuevo lo que es la felicidad. De hecho, he vuelto a mi niñez tomándome un ColaCao, que no me acordaba de lo mucho que me gusta”. Para mí, fue el culmen de darme cuenta de lo gratificante que es todo esto.
¿Cómo has logrado crear un ambiente de confianza con una persona que, a su vez, se siente sola y excluida?
Con la empatía. Soy consciente del pasado y el presente de Carmen, de que vive sola y ha tenido una vida difícil. Intento ser muy empática con Carmen porque sé que yo lo pasaría fatal si no pudiera expresar cómo me siento o compartir mi tiempo con alguien. El mecanismo de conseguir la confianza que tenemos las dos se debe a la empatía, al saber escuchar y a mantener los silencios, porque es normal que haya veces que no le apetezca hablar.
Carmen al principio no quería hacer ninguna salida porque no se sentía preparada para conocer a otras personas mayores en su misma situación. He conseguido que, cuando se hace una excursión y las dos tenemos los horarios disponibles, vayamos a estas salidas. Ahora quiero conseguir que ella vaya si quiere, aunque yo no esté.
¿Cómo de importante es devolverles todo lo que han hecho por nosotros antes?
Ella es una de las primeras gimnastas en los Juegos Olímpicos de Roma. Luchó por la igualdad de oportunidades y por la inclusión. Ha sido pionera y hay que devolvérselo de algún modo. En ese sentido, intento preguntarle mucho sobre cómo era la vida en ese momento y cómo se preparaba. Así, ella recuerda esos momentos y se siente orgullosa de lo que ha conseguido. Es importante decirle a una persona mayor que la escuchas y que te cuente.
¿Cuáles son tus razones para romper con el edadismo?
Los mayores no son gente rara, sino personas que saben muchísimas más cosas que tú por toda su trayectoria y experiencia de vida. Obviamente, cuando tú tengas esa edad, te gustaría que te tratasen de la misma manera que ahora mismo, cuando eres joven. Hay que combatir el edadismo porque, además, el aprendizaje es recíproco. Siempre que quedo con Carmen, ambas nos llevamos cosas nuevas aprendidas. Las personas mayores son como libros abiertos. Si tú te quedas una hora hablando con ellas, descubre un mundo infinito. Las personas mayores te dan una perspectiva de la vida desde una voz sabia.
¿En qué forma el voluntariado te ha ayudado a ver la sociedad y sus desigualdades de una manera diferente?
Sobre todo, en el tema de la sanidad, me he dado cuenta de que todo va muy lento y las citas son cada año, cuando no siempre se va a estar al año siguiente. En un banco, también tienen que aprender a ingresar dinero en un cajero o a identificarse a través de un mensaje de móvil. Hay muchas desigualdades y la sociedad suele mirar hacia otro lado porque no le toca tan de cerca.
¿Cómo podría mejorarse la atención a personas mayores?
Lo primero de todo deberíamos quitarnos los prejuicios y empezar ayudando al vecino mayor de nuestro edificio. Es tan fácil como hacerle un bizcocho, ir a su casa, conversar un ratito… Las personas mayores se alegran con muy poquito. Luego también debe mejorarse la sanidad y facilitarles un poco, que la vida se adapte también a ellos.
¿Invitarías a todo el mundo a participar en un voluntariado así?
Desde luego que sí. Invitaría a todo el mundo a hacer un voluntariado y a convivir, aunque no sea de manera diaria, con personas mayores. Tocar la puerta a tu vecino y decirle que estás para lo que necesite, ya significa mucho. Ellos mismos se ven como una carga cuando te piden que los ayudes y no debería pasar eso. Es super gratificante hacer un voluntariado como este, en el que no pierdes tu tiempo. Lo inviertes en que otra persona que vive sola las 24 horas del día, te esté esperando en la puerta de su casa super feliz porque tiene ganas de contarte cómo le ha ido la semana.