El Congreso ha sustituido en la Constitución, el término “disminuidos” por el de “personas con discapacidad”. Hay quien piensa que se trata de mantener la corrección política. A mí me agota hablar del tema: ofrecer argumentos, razones y ejemplos ¿de nuevo? No queda otra, me temo. En fin, hablemos del poder de las palabras. De su efecto sobre quienes reciben el guantazo verbal y cargan con la etiqueta.
O mira, mejor, hablemos de corrección política. Nadie que yo conozca -será que me junto con gente amable- utiliza palabras humillantes a conciencia y por las buenas. Nadie quiere ofender a priori. La mayoría de las veces usamos esos dardos por costumbre, sin mala intención, porque nos han enseñado así. Así, es desde el privilegio de ser capaces, heteros, blancos, de Europa y todo eso. El caso es que convertimos a la otredad en gente que vale menos. Devaluamos al diferente. Y la verdad es que ni nos damos cuenta.
Cuando yo era chica descubrí que mi tío sordo tenía un carné de “anormal”. Me extrañó, yo lo veía muy normal, como el resto de los tíos, pero él nunca se quejó de su carné. A mi hermana mayor que también era sorda le dieron uno de “minusválida”. Cuando lo descubrió, aunque era muy niña, reaccionó mal. Vamos, que le tocó el plexo solar y armó una bulla bastante lógica, preguntándose porqué los oyentes la llamaban así. Preguntándonos porqué ella valía menos. No hubo respuesta. En el caso de mi hermana pequeña -también es sorda, cosas de la genética-, el término que le asignaron fue «disminuida». Le pareció insultante, pero no montó ninguna bronca, porque ella es de las que llevan la humillación por dentro.
En resumen, la evolución hacia el término “discapacidad” ha costado muchos años y no a todo el mundo le gusta (pero ese es otro tema). Volviendo a lo políticamente correcto, lo peor no es que las palabras ofendan. Lo peor es que la etiqueta te encoja, te reduzca y dejes de ser persona para convertirte en una parte de tu cuerpo que no es funcional. Cuando te repiten muchas veces que vales menos, que puedes menos, que te falta algo acabas creyéndolo. Y eso sí es chungo.
Celebremos que la sagrada Constitución se corrija solo un poquito para favorecer la igualdad. No es corrección política es justicia para millones de personas que han sido insultadas históricamente, pero sin ninguna mala intención.