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«En el Sáhara, hay quienes se hacen apátridas para labrarse un futuro»

Paloma García

María Clara ha realizado en dos ocasiones el voluntariado de la Asociación de Apoyo al Pueblo Saharaui de Jaén. En esta experiencia ha viajado hasta los campamentos donde se encuentran las personas refugiadas que huyeron del conflicto del Sáhara Occidental, para ayudar en el hospital.
María Clara, voluntaria en la Asociación de Apoyo al Pueblo Saharaui de Jaén

Siguiendo el ejemplo de su familia, María Clara sabía que ayudar al pueblo refugiado del Sáhara era algo que debía hacer. Entró entonces como voluntaria en la Asociación Apoyo al Pueblo Saharaui de Jaén -su ciudad natal- y, tiempo después, emprendió su primera misión. Como técnica de laboratorio y biomédica, quiso ayudar en algo más que en no morir de hambre y decidió colaborar en el hospital. Ahora, se cuestiona si la vida aquí no es demasiado exigente porque, las personas en el desierto, con tan poco, son felices.

¿Cómo empezaste a colaborar en este voluntariado?

Mi familia había viajado en múltiples ocasiones al campamento de refugiados saharauis y yo también quería ir. Fui con la misma asociación que ellos, la Asociación de Apoyo al Pueblo Saharaui de Jaén. Sin embargo, yo sabía que cuando fuese tenía que participar en algún proyecto.

¿Qué actividades has desempeñado en el Sáhara? ¿Por cuánto tiempo has estado?

En ambas ocasiones, era casi un mes de estancia allí, aunque se puede modificar en pocos días -cuatro o cinco- e incluso se puede estar más de un mes.

Yo estudié Técnico de laboratorio clínico y biomédico, además de la carrera de Biología, por ello pedí ayudar en el hospital al laboratorio. Era un laboratorio que estaba dentro de un contenedor prefabricado, cerca de otros contenedores donde se pasaba consulta. Por suerte ahora han podido hacer un coqueto hospital con algunas salas.

Mi misión fue ayudar a la gente de allí a realizar su trabajo, pero el trabajo real vino después porque pudieron tener puentes para ayudar a formar un laboratorio con documentación, con protocolos, con distintas técnicas… Hay que partir de la base de que dependen de las aportaciones que provienen de las asociaciones, por tanto había que buscar técnicas que no costaran dinero y no necesitasen de maquinaria o infraestructura para hacer las pruebas.

Da igual en lo que intentaras ayudar o cuánta prisa te quisieras dar, después de dos ocasiones lo entendí: la mejor forma de ayudarlos es no olvidándonos de ellos.

¿A qué zona fuiste?

En mis dos ocasiones he estado en el campamento «Bojador», en el barrio de Akti y tuve la suerte de quedarme a dormir en la casa de jóvenes que traíamos de acogida, ya que además de hacer voluntariado allí, se puede hacer desde España y quizás es el proyecto más importante en el que se puede aportar.

¿En qué consiste este proyecto?

Se trata del proyecto «Vacaciones en paz» donde los niños y niñas saharauis pueden pasar dos meses de verano con familias españolas, resguardándose del calor, teniendo asistencia médica y practicando su segundo idioma, así como teniendo una alimentación adecuada y diaria.

¿Cuál es la situación que enfrenta actualmente el Sáhara?

Realmente nadie sabe en qué situación se encuentra el Sáhara, es bastante complejo. Yo me hago un pequeño dibujo mental de su situación en varios campos para poder contemplarlo.

En lo económico son un pueblo refugiado y abandonado a la suerte de las ayudas humanitarias con el hándicap de llevar 49 años en esta situación. Por tanto, la población vive con menos esperanza de poder recuperar lo que un día fue su casa. Tampoco tienen ilusión por hacer una casa nueva en un desierto donde están de prestado, imagino que porque «cuando todo se resuelva» se tendrán que ir del desierto o los quieran volver a echar.

En cuanto a educación y sanidad, continúan su vida refugiada haciendo colegios y hospitales que ya empiezan a no ser tan «de campaña». También vemos diferencias generacionales: los que sufrieron los bombardeos y salieron corriendo de sus casas comienzan a ser menos, ya parece que quedan pocos que puedan contarte ese sentimiento y verle en los ojos el miedo de ese trauma. Los nuevos hijos nacidos en el refugio atienden a las historias, les remueve el coraje y además tienen acceso a internet, a información y entretenimiento, lo cual hace la vida más complicada y más injusta al poder compararte con el mundo.

Esto último es algo que no entendemos, porque se proporcionó cobertura móvil, pero sigue sin haber un sistema de abastecimiento de agua continuo para esta gente. Mucha población prueba a alejarse de su familia para hacerse apátridas y labrarse un futuro renunciando a su país, al de sus abuelos; y algunos se quedan porque no es fácil moverse con una documentación de un país que «no existe». Es enrevesado. Por suerte hay mucha gente allí que es paciente y optimista, además de solidarios con ellos mismos, pues se cuidan unos a otros, a pesar de que sigan pasando los años.

En tu experiencia de voluntariado, ¿se te hizo duro estar allí?

Al pueblo saharaui le gusta acogerte en sus casas y cada día que pasas allí para ellos es una celebración. No tienen agua disponible para beber ni para ducharse y, desde el primer día que entras, te ofrecen agua para beber y ducharte, aún sabiendo que ellos se quedarán sin agua más adelante por estar racionada. Tampoco tienen pueden comer carne cada día, si acaso una vez a la semana, y durante tu estancia ponen carne, pollo y hasta pescado para que puedas sentirte en casa. Y antes tampoco tenían luz -solo con la batería del coche se abastecían- y aún así la ofrecían para cargar tu móvil.

En definitiva no es duro estar allí, es duro ver cómo pasas de tu mundo a uno más simple, te absorben las ideas y las estrellas y empiezas a cuestionarte si nuestra vida no es demasiado exigente, porque con poco se vive feliz.

¿Qué es lo que necesitan con más urgencia?

Por desgracia, después de 49 años no existe urgencia y eso sienten ellos también. Se necesita urgentemente un trato justo para que esta población pueda opinar y hablar ya que la mayoría fueron expulsados de su país, pero muchos aún siguen «conviviendo» allí, en lo conocido como territorios ocupados. No reciben un trato digno, son considerados menos que gente de segunda, se los llevan presos, los maltratan y a ellas las violan.

¿Crees que su situación puede cambiar?

Si dependemos de los mismos organismos gubernamentales que hasta ahora no respondieron, ni intermediaron en ningún conflicto como el del Sáhara, Líbano, Siria y ahora en Gaza… está claro que no. Si dependiera solo del pueblo, seguramente sí.

¿Cómo responden ante la ayuda las personas saharauis?

Bueno, los niños como siempre son pura alegría e inocencia y disfrutan cada pequeña tontería que puedas ofrecerles, hasta te tocan el pelo liso y les maravilla todo de nuestra ropa. Los adultos siempre están dispuestos a la ayuda pero, sobre todo, quieren conversar, compartir ideas, abrir horizontes y contar su causa.

Después de tu experiencia, ¿crees en el voluntariado?

Ojalá existieran semanas de convivencias, ya que eso significaría que no habría causa por la que acudir voluntariamente a ayudar a otros países a no morir de hambre.

Creo que es una experiencia que es enriquecedora para el que va, y es buena para el que vive en estos lugares, pues sabe que no está solo. Estoy segura, y me consta que hay gente comprometida y solidaria, y que no hace falta irse muy lejos para demostrarlo. La humanidad es bondadosa y tiene más interés por cuidarnos los unos a los otros que por hacernos daño. Me quedo con eso.

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