Aunque no había realizado voluntariado antes, es evidente que su experiencia en la Asociación Entrelibros ha cambiado la relación con la lectura de Irene de Haro. Esta profesora de Lengua y Literatura lleva años colaborando en esta organización sin ánimo de lucro que entiende la lectura como “un desinteresado ofrecimiento de amistad”, capaz de dar “sentido a la experiencia individual y colectiva” a través del potencial catártico de la literatura. Por eso, ve en los libros compartidos “manos tendidas, oportunidades de diálogo y vías de conocimiento mutuo”.
¿Cómo conoce la Asociación Entrelibros y qué es lo que le anima a participar como voluntaria?
La Asociación Entrelibros la conocí por sus fundadores, que son Andrea Villarubia y Juan Mata. Ellos me propusieron ―creo recordar que en el año 2010, cuando gestaron la creación de la asociación― que participara porque nos unía una amistad, era una persona en la que confiaban y tenía más o menos el perfil de quien puede implicarse en este tipo de situaciones. A mí me gustó mucho el proyecto general, y algunas de sus actividades podían encajar con mi vida y tener un lugar en mi horario, y así lo hicimos.
Tengo entendido que está formada en su mayoría por profesores de Lengua y Literatura. Imagino que hay algo de casualidad, unido al interés por la lectura, pero ¿existe algún requisito para hacer voluntariado en ella?
Lo del profesorado es muy circunstancial. El requisito suele ser comprometerse y entender que, cuando tú decides ir a un sitio, esas personas te están esperando la semana siguiente. A cualquiera nos pueden surgir cosas, nada está escrito en piedra, pero debemos entender que esta es una actividad que ocupa un espacio en tu propio horario, porque has formado círculos con otras personas y los círculos son importantes, hay que respetarlos y mantenerlos. Después del compromiso, no hay más que echarse a andar.
Leer suele ser una afición más bien individual, pero en su caso apuestan por la lectura en voz alta, “entendida como un encuentro”. ¿Por qué es importante fomentar la lectura como una actividad social?
La frase de “punto de encuentro” ya es muy elocuente de por sí. Yo pienso que la lectura es un lugar de confluencia, porque las preguntas que cada persona vive ya se las han planteado otros antes. Entonces, hay veces que cuando no nos conocemos demasiado, abordar directamente un problema concreto que alguien sufre no es sencillo porque no resulta natural. La lectura permite hacerlo de forma bastante fácil.
Lo que proponemos es hablar de cosas relacionadas con esa lectura, que al final tienen a su vez relación con la propia vida. Porque lo que no hay que olvidar es que quien escribe lo hace con la necesidad de contar algo de su propia existencia, y la vida de uno es la vida de todos. Desde esa premisa, la elección de un texto permite ese encuentro con el otro al leerlo juntos.
Las acciones las realizan en distintos espacios, pero siempre trabajando con personas en situación de riesgo de exclusión, aislamiento o vulnerabilidad, como centros penitenciarios, centros de día para mayores o casas de acogida para víctimas de género. ¿Qué aporta esta experiencia colectiva a quienes se encuentran en dichos contextos?
Los usuarios que se encuentran con nosotros, tal y como ellos suelen decir, encuentran un lugar donde escuchan y se sienten escuchados, donde se puede hablar y darle un poco de aire fresco y perspectiva a lo que les sucede. Al fin y al cabo, somos personas que vamos a formar parte de modo circunstancial de su círculo, y la lectura aporta una mirada que puede ser diferente a la que acostumbran.
Luego se dan situaciones bastante particulares, pues esos espacios concretos tienen sus propias circunstancias. En un hospital, ante la espera del paciente y de los familiares del paciente, nuestra presencia aporta a veces simplemente distracción o alguien con quien hablar. En otro ámbito, como puede ser la prisión, donde yo estuve participando durante ocho años, ellos decían que esa apertura les daba de un modo momentáneo libertad, y la posibilidad de tener acceso al mundo exterior. Algunos comentaban que la lectura y esa compañía les “quitaba mucha cárcel”. De modo que se trata, de algún modo, de romper una situación de dificultad, aunque momentáneamente.
A veces, da la sensación de que el ocio de quienes se encuentran en situaciones complicadas es secundario, pero, según su experiencia, ¿cuáles son los beneficios de crear espacios comunitarios alrededor de la lectura para su salud mental?
Hay que tener siempre en cuenta que uno de los factores que sabemos que inciden en la salud mental es la presencia o no de gente con la que interactuar en comunidad. Ese estatus de vulnerabilidad que comentas a veces implica soledad, por desgracia. Que nosotros podamos estar junto a personas que justamente necesitan compañía sin lugar a dudas genera un espacio donde sienten que importan.
Somos seres sociales, es indudable que tener personas con las que compartir espacios de la vida sana de algún modo u otro. Todos sabemos el valor que tiene el encuentro con los demás, poder compartir con otros seres humanos.
Respecto a la selección de los libros, imagino que se hará en función del lugar al que se acude, pero ¿cuál es el criterio? ¿Buscan temáticas concretas?
Cuando aterrizamos en un lugar concreto, conocemos a las personas, y poco a poco vamos percibiendo cuáles son las preocupaciones más acuciantes para cada uno de esos grupos. Como somos lectores, generalmente tenemos en nuestra mente un corpus de textos que más o menos sabemos de qué hablan. La verdad es que los buenos textos hablan a un nivel o a otro con cualquier persona, pues nos tocan a todos y generan conversaciones. A veces sí buscamos que sean sobre temas concretos, pero es habitual que surja de un modo muy espontáneo.
En definitiva, los buenos textos siempre hablan y permiten hablar. Por eso tiramos mucho de buena literatura, y hay veces que de clásicos. Nosotros hemos leído, por ejemplo, Otelo de Shakespeare en la prisión. Y funcionan muy bien, porque la literatura habla siempre.
¿Cuál es el modelo de lectura habitual, se leen varios fragmentos y se comentan en compañía, se hace la lectura por adelantado o va cambiando?
Cambia. A veces se buscan textos que se puedan leer en el momento, con la intención de que permitan un principio y un final. Ahí es interesante el poema, que permite abrir una conversación. Otras veces hemos fijado una fecha concreta para comentar un libro, han podido leerlo durante un tiempo y luego se pone en común a través de una secuencia.
Otras veces se utiliza un recurso muy bonito: los álbumes ilustrados, que son textos con imágenes que a veces cuentan con el aspecto de textos infantiles, aunque de infantiles no tienen nada, pues generalmente poseen un nivel de profundidad muy grande. Los recursos son variados, y digamos que los años también te van dando un poco de capacidad para reconocer cuándo un texto va a funcionar.
¿Se ha encontrado con personas que sienten alguna reticencia hacia la lectura o que tienen poca costumbre de leer? ¿Ha cambiado su opinión después de realizar la actividad?
Pasa muy a menudo porque la población general no lee mucho. Hay gente que sí, pero ahí están las estadísticas. Sin embargo, no ha generado rechazo por el modelo de la propuesta. Fíjate, incluso cuando alguien no ha leído el libro o simplemente ha manifestado que no le gusta leer, luego se ha incorporado a la tertulia y ha formado parte de ella sin problema, porque es un intercambio que tiene mucha capacidad de apertura, puede acoger incluso al que no ha participado de la lectura en sí.
Luego está la lectura in situ. Esa no da ningún problema porque, incluso aunque alguien no quiera leer, puede escucharnos leer en voz alta. Entonces todo el mundo tiene cabida, e incluso les pica la curiosidad, porque se dan cuenta de que el libro es un interlocutor, es alguien que te está ofreciendo su propio pensamiento sobre una determinada experiencia, y habitualmente lo que se cuenta en un libro tiene que ver con cualquiera de nuestras vidas. Y eso es un gran descubrimiento que a veces, por suerte, acompaña para siempre a quien ha participado.
Y, a nivel personal, ¿qué es lo que se lleva de estas lecturas en voz alta?
Me llevo particularmente muchas cosas. Primero, ese conocimiento de los demás, ese agradecimiento por poder formar parte de la experiencia de otros. También esa sensación de propósito vital, ya que al fin y al cabo somos partícipes de la mejora en la vida de otros. A veces de un modo muy claro, otras muy circunscrito al momento en concreto. Al fin y al cabo, tú le estás dando un poco de sentido a tu propia existencia a través del voluntariado. Es lo que yo experimento y para mí es trascendente. Imagino que cualquiera que haya realizado voluntariado alguna vez te habrá dicho que se lleva más de lo que da, y yo creo que en realidad siempre era así.
¿Qué le diría a quien esté leyendo esto para que se anime a realizar voluntariado alrededor de la lectura en voz alta?
Si siente esa necesidad y curiosidad, el día que lo experimente se dará cuenta de lo maravilloso que es. Pero pienso que todo tiene que tener su contexto, y uno debe saber en qué lugar de su propia vida puede encajar esta experiencia, pues implica compromiso. Requiere que tú entiendas cuáles son tus propios horarios, tus propias limitaciones y el tiempo del que dispones. Una vez que entiendas todo eso y veas qué lugar va a ocupar en tu vida, no te puede dar más que satisfacciones. Porque cuando te acercas al otro desde esa actitud de apertura y de compartir lo que ofrecen la literatura y la lectura, sientes esa comunión que te deja tanto.
Entonces, a cualquier persona que tenga esa necesidad o que se lo haya planteado en alguna ocasión, le animaría a buscar el contexto en el que eso sea posible para hacerlo. Se va a dar cuenta de que se relativizan muchas cosas de la vida y se le da mucho sentido a lo que somos. Suena así como muy rimbombante, pero es que es verdad. Tras esto tan grandilocuente no hay más que algo tan básico como que todo ser humano necesita, de algún modo, ser en el otro, es una necesidad básica formar parte de la comunidad y ser útil.