Rubén Sánchez es operario de cadena, mantenimiento y producción de zona en una empresa automovilística y reside en Valencia capital. Desde que se desató el caos el martes 29 de octubre, no dudó en que debía ayudar. A través de la Plataforma del Voluntariat de la Comunitat Valenciana, se ha encargado de coordinar los autobuses de las personas voluntarias que se trasladaban a las zonas damnificadas. Ahora esperan directrices para poder comenzar una segunda fase de ayuda.
¿Cómo surgió el ser voluntario?
En cuanto ocurrió todo, sabía que tenía que ayudar. Al principio era todo muy caótico. Intenté ayudar de alguna manera en los centros de acogida que se crearon, pero al final decidí que lo mejor era formar parte de algo oficial que estuviera bien organizado y centrara las necesidades. Así, escribí a la Plataforma del Voluntariat de la Comunitat Valenciana.
¿Es tu primera vez como voluntario?
Se podría decir que sí. Es verdad que en las inundaciones de los años 80 ayudé recogiendo zapatos con amigos por los pueblos, pero era un niño. De adulto, de forma oficial con una organización, todavía no lo había hecho. Es la primera experiencia, pero sé que no será la última.
¿Cómo se ha desarrollado vuestra labor?
Nos reunieron el primer sábado, 2 de noviembre, en la Ciudad de las Ciencias. No sabía qué iba a encontrar, así que cogí un par de escobas y me puse unas botas resistentes. Me asignaron coordinador y me explicaron que mis tareas consistían en asegurar que la gente que iba, volvía; organizar los grupos, contactar con los pueblos afectados, hablar con la policía y los militares… Ya allí, no dudé en coger herramientas y quitar barro como todos. También me encargaba de acompañar a quienes fueran al centro de salud, de ponerme en contacto con los siguientes autobuses que llegaran, de que todo el mundo se encontrara bien…
Cada autobús tenía un coordinador. Se crearon grupos unidos que trabajaban desde la confianza por un objetivo común: ayudar lo máximo posible. Los primeros días había hasta 55 voluntarios. Cada vez se sumaban más. Todo el mundo quería ayudar y ayudar.
Quedábamos en las Ciencias Príncipe Felipe a las 07:45 horas y volvíamos a las 17:00h aproximadamente. Trabajamos durante 17 días seguidos, del 2 al 18 de noviembre. Evidentemente, la energía iba cambiando; los últimos días la gente ya no tenía tanta disciplina y tenías que ir liderando.
Yo estaba en un estado de atención alto durante todo el día. Al final, la vigilia y el sueño se mezclaban, los dolores aumentaban… Muchos días, incluso, ni comíamos ni íbamos al baño. Llegó un momento en el que decidí tomarme como un día de descanso. Me di cuenta de que me había equivocado, ya que, pensando que iba a ser algo corto, había dado todo desde el principio. Supe que iba para largo y que tenía que guardar fuerzas.
¿Qué te ha aportado esta experiencia?
He podido ver desde dentro qué sucede ante tragedias como estas, ya que muchas veces se ven lejanas e imposibles. Ahora comprendo todas esas historias de la posguerra que cuentan los padres en las que explican que alguien se hacía cargo de todo, organizaba y coordinaba. Ahora, esa persona he sido yo.
También ha sido una oportunidad para darme cuenta de cómo en una emergencia la gente asume responsabilidades porque se quieren hacer las cosas bien. Ha habido buena predisposición, confianza e incluso sonrisas a pesar de la situación.
Personalmente, ¿cómo viviste la DANA?
Evidentemente, te afecta. Como valenciano y, evidentemente, como persona.
Recuerdo perfectamente la primera noche. Un amigo bombero nos decía que no nos moviéramos de donde estuviésemos. Después comenzaron a llegar los vídeos: el agua arrastrando todo, la gente en peligro, los destrozos… Más tarde, las colas de voluntarios llegaron. Me fui enterando poco a poco de lo enorme que era todo.
¿Queda todavía mucho por hacer?
Sin duda. Visitando muchos pueblos te das cuenta de la gran cantidad de trabajo que falta. Para muchos ha sido un verdadero desastre. De hecho, estamos a la espera de que desde la Plataforma del Voluntariado de la Comunidad Valenciana nos digan si va a haber una segunda fase. Tenemos un grupo de WhatsApp donde hablamos y la gente pregunta cada día si se van a volver a formar grupos para ir. Algunos grupos quieren seguir ayudando a toda costa y se están organizando de forma independiente.
¿Cómo definirías el papel del voluntariado y de la sociedad en general ante esta catástrofe?
Admirable, un orgullo. Estoy seguro de que la sociedad está preparada y de que va a reaccionar pase lo que pase. Existe un pesimismo hacia ella y hacia las generaciones actuales que tienen que borrar. Tenemos una sociedad madura, altruista y solidaria. Deberíamos ser más optimistas. La gente se lanza, quiere ayudar. En una tragedia como esta, se ha visto una sociedad solidaria y unida.