Por María Méndez
El interés por el voluntariado de Rosa Sansegundo le viene de cuna. Siempre se ha considerado una persona muy solidaria y, sobre todo, muy concienciada y sensibilizada en materia feminista. Como catedrática en la Universidad Carlos III de Madrid de Información y Documentación, vuelca sus conocimientos en feminismo y estudios de género en sus clases. Además, ha ido avanzando dentro de la Federación de Mujeres Progresistas, de la que es integrante desde el año 2003, hasta convertirse en su tesorera.
Rosa no solo se dedica a esa parte administrativa de la organización, sino que también desempeña acciones de voluntariado. El proceso de acompañamiento a las víctimas de violencia de género y explotación sexual que realizan desde la Federación es solo una de sus funciones. Lleva a cabo una labor de formación a otras personas voluntarias con el objetivo de que sea una cadena en la que puedan construir una vida mejor para las mujeres que llegan con necesidad de ayuda. El trabajo en este tipo de voluntariado es delicado y Rosa asegura que lo necesario para abordar el problema de raíz es la educación y la formación.
¿Cómo llega a la Federación de Mujeres Progresistas y qué le llamó para ser voluntaria dentro de ella?
Yo me separé en el año 2003 con una situación muy mala vía judicial, una situación extremadamente mala, y a mí me ayudaron a salir de esto en la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas. La Federación de Mujeres Progresistas está vinculada a otras muchas asociaciones y ONG, y dan mucha formación. Fue ahí cuando entré en contacto con ella y empecé a colaborar hasta el día de hoy.
Imagino que una persona cuando toma la decisión de ser voluntaria tiene que haber tenido antes ciertas inquietudes…
Siempre he sido una persona con muchísima sensibilidad social. Me parece que una de las tareas más importantes es tratar de cambiar el mundo, y eso me ha pasado siempre. Lo que ocurre es que cuando me separé entré en contacto con el feminismo. Me formé bastante, porque, aunque yo soy catedrática en la Universidad Carlos III de Madrid y he sido directora del Instituto de Estudios de Género, la universidad todavía no forma en los estudios reglados de Grado en feminismo. Es así como yo me vinculo a la Federación de Mujeres Progresistas.
Dentro de esta formación en feminismo, ¿qué se trata concretamente?
Es una rama que está cogiendo forma y es muy importante, ya que abarca unos estudios teóricos muy fundamentados. En España tenemos grandes teóricas como Celia Amorós, que ha generado toda una escuela con muchísimas seguidoras y con un corpus teórico muy potente.
¿Se han notado cambios en cómo se aborda ahora la violencia de género respecto a cómo se hacía antes?
En España hay un feminismo organizado que tiene respuestas a muchos problemas. Se encuentra en ONG, en voluntariado y también hay un feminismo académico muy potente. Ambas cosas están muy estructuradas. Entonces, ¿a qué se debe su avance en este país? Yo creo que ese avance está en la sociedad civil organizada. La democracia es la sociedad civil organizada y en cuanto desaparezca viene el fascismo.
No es solo votar cada cuatro años, la democracia para mí es la sociedad civil organizada que incide en la política. Que incide, dirige, asesora, moviliza… Desde mi punto de vista en España se ha avanzado muchísimo. Nuestra legislación en feminismo se inició con Zapatero, en ese periodo fue un referente en el mundo. Entraron la Ley contra la Violencia de Género, la Ley de Igualdad, y otras muchísimas leyes, y eso se debe a la sociedad civil organizada.
Y la sociedad, ¿cómo debe abordar asuntos como la violencia de género o la trata de personas?
Para mí, la violencia de género se combate con la educación y la formación. Yo estoy en la Universidad como profesora y creo que la gran vacuna contra la violencia es la educación. No tenemos una educación para la ciudadanía, no tenemos educación sexual y afectiva y lo que genera esto es que menores y adolescentes se formen, por ejemplo, a través de la pornografía. La edad media de entrada a la pornografía son los ocho años en los varones. La pornografía es erotización de la violencia, es un espacio donde se las humilla, veja y maltrata, y donde se asume una violencia social y culturalmente aprendida durante milenios contra ellas.
Si no tenemos una educación para la ciudadanía, una educación sexual y afectiva, una educación en valores, lo que tenemos es una barbarie, desde mi punto de vista.
Algo que es muy reciente es la inteligencia artificial, que hemos visto que se ha usado para desnudar a mujeres y niñas en internet y distribuir sus imágenes. ¿Se actúa tan rápido como estas tecnologías requieren?
No se va tan rápido como se debe. Para mí el gran fallo es que, dentro de los estudios reglados de primaria y secundaria, donde existió una asignatura de educación para la ciudadanía, tendría que existir una asignatura de ética y tendrían que poner muchas más materias de Filosofía que ayuden a la gente a pensar, a reflexionar sobre valores. Y, en ese sentido, si no tenemos esa educación afectiva que necesitan menores y adolescentes, cuando estas personas son adultas, son las mismas que forman las redes de pornografía, de trata y de prostitución.
Las mujeres que están en pornografía están en prostitución y viceversa. También por eso hay cada vez más violencia en menores, cada vez la sexualidad es más violenta y por eso hay agresiones en grupo. Es todo producto de cómo nos vamos socializando y cómo vamos creciendo en un entorno que no está velando por esa educación.
En contraposición, encontraríamos, precisamente, a todas las personas voluntarias. ¿Cómo ayuda el voluntariado a luchar contra estos actos?
El voluntariado desde las ONG feministas se trabaja dando talleres, dando formación, asesorando. Se trabaja desde muchísimos ámbitos. Se puede ser voluntaria ayudando también en formación, en talleres, en seminarios contra la violencia de género. De esto sale, por ejemplo, la Ley contra la Violencia de Género, una Ley con muchos fundamentos. Además, tenemos el Convenio de Estambul, ratificado por España en 2014, que es un acicate europeo contra la violencia de género y es un referente.
Tenemos que seguir. Para mí, el trabajo más importante que se ha hecho para combatir la violencia de género, llega más desde el movimiento feminista que desde las instituciones.
¿Cómo ayudan desde el voluntariado a las personas afectadas por explotación sexual? ¿Qué medidas hacen falta para frenar este tipo de violencia? Y, concretamente en su labor como voluntaria, ¿qué hace para ayudar a estas personas?
La primera ayuda es formar. Saber que la trata y el comercio ilegal de niñas, su compra y venta para la explotación sexual y la pornografía no es un trabajo, es violencia en estado superlativo, es un festival de violencia sexual, afectiva, emocional, económica, a todos los niveles. Formar en cómo se debe de tratar el tema del tráfico de niñas, la compraventa de mujeres que son esclavas sexuales, trabajar y difundirlo, también ayudarlas a salir y promover políticas abolicionistas que se han demostrado que reducen la trata; no como ha pasado en países del norte de Europa en los que se regula como si fuera un trabajo normal y se dispara.
De hecho, cualquier persona se puede dar ahora mismo de alta en la Seguridad Social como masajista, por ejemplo. Sabemos que es uno de los comercios ilícitos más grandes del planeta. Tú compras un arma o compras droga y los vendes, y al día siguiente no tienes arma y no tienes droga, pero, tú compras una mujer y la vendes hoy, la vendes mañana y la vendes pasado. Es un negocio muy rentable, mueve mucho dinero y España tiene ahí un papel muy feo, es el país de Europa con más prostitución y el que más tráfico tiene del mundo. España tiene mucha tarea que hacer.
¿Existe mayor discriminación a mujeres por su procedencia, por la raza o el color de piel, o incluso por la edad?
Todo influye. Cuantos más aspectos vulnerables tenga más víctima es en todos los sentidos. Menos nivel cultural, procedencia de un país más pobre… también si eres una persona mayor porque hay mucho edadismo. Aumenta la búsqueda de formas de segregación, todo ese tipo de escalones van a aumentar en relación a las mujeres, y su vulnerabilidad es mayor. Aunque la violencia de género es absolutamente transversal, atraviesa culturas, religiones, países, edades, nivel económico, social e, incluso, ideologías, por eso es tan difícil de combatir. Si la pudiéramos situar en un sitio sería mucho más fácil de combatir, pero como está tan extendida, traspasa absolutamente todas las barreras.
¿Qué concepto social (estigma) existe sobre las personas que han sido explotadas sexualmente?
Bueno, toda la vida se las ha insultado, se las ha vejado y se las ha considerado como delincuentes. Ahora cada vez más se las considera mujeres vendidas, compradas y esclavas sexuales. Yo creo que toda literatura científica y académica y las ONG y el feminismo ya lo abordan así. Tienen una situación de esclavitud, que nos ha acompañado durante siglos en la historia de la humanidad, y en España, si bien no existía en la península, sí que existía en las colonias o provincias de América Latina y se abolió según se iban independizando durante el siglo XIX. El final de la esclavitud llegó con la independencia de Cuba y Puerto Rico en la primera república española, pero sus vestigios en la compra y venta de mujeres y niñas no han dejado acompañarnos.
¿Cuál es el estado de las mujeres que llegan y que necesitan ayuda? ¿Precisan de una mayor atención psicológica o de otro tipo?
La ayuda tiene que ser integral. Necesitan ayuda psicológica porque las han manipulado utilizando lo que en psicología se llama manipulación coercitiva, que en el lenguaje coloquial es un lavado de cerebro. Tienen dependencia emocional y necesitan un trabajo psicológico, ayuda social, ayuda y formación en feminismo, asesoría jurídica y apoyos materiales para poder resguardarse; además de apoyos de seguridad, porque por eso las matan, porque no perciben que están en una situación de peligro.
No siempre existen los medios para esa ayuda integral. Las ONG trabajan bastante en precario. Se sabe cómo se tiene que ayudar a una víctima y esa ayuda tiene que ser absolutamente integral.
¿Cómo es formar parte de ese proceso de acompañamiento a mujeres que han pasado por algo completamente traumático?
Normalmente, cuando consigues salir de una situación de violencia tienes estrés postraumático. Hay un libro que dice que este tipo de estrés no se cura y que aprendes a convivir con él. Es un tipo de estrés que padecen las víctimas de violencia de género y también las víctimas de guerra.
Las voluntarias que han padecido violencia, cuando superan o aprenden a convivir con sus secuelas, tratan de ayudar a otras. Es un proceso que deriva en una concatenación.