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«Los conflictos éticos forman parte de todas las organizaciones»

En su labor de Coordinador dentro del Consejo de Reflexión Ética de la PVE, Quico Prat ha estado muy involucrado en la publicación del Código-Guía sobre Ética y Voluntariado. Un trabajo muy participado por las entidades de la Plataforma, que recoge los principios y valores sobre los que debe asentarse la acción voluntaria.
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Por Jesús Estalayo

Francisco Prat, más conocido como Quico, es miembro de la Junta Directiva de la Plataforma del Voluntariado de España (PVE) y Coordinador en el Consejo de Reflexión Ética. Se puede decir que su actual labor en la Plataforma es la consecuencia lógica de las que ya ha venido realizando durante años. Empezó como voluntario en Cáritas hace 35 años. Hoy es coordinador de Desarrollo Organizativo de la entidad y colabora como profesor de Ética en la Universidad Pontificia de Comillas.

¿Cómo llegas a la junta directiva, y concretamente a coordinar el Consejo de Reflexión Ética?

Siempre dentro de la Junta Directiva hay un representante, y en un momento dado, esa persona llegué a ser yo. Cuando ingresé en la Junta Directiva de la Plataforma me pidieron que coordinase el Consejo de Reflexión Ética. Seguramente porque es un mundo que entra dentro de mi campo de conocimiento. He escrito algunas cosas sobre ética y acción social e imparto formación sobre estos temas. Por así decirlo, era una tarea que me iba como anillo al dedo.

Soy voluntario de Cáritas desde hace ya unos 30 años, y ya han pasado una docena desde que trabajo para la organización. Siempre me he movido en el mundo de la intervención social, hasta que tuve la oportunidad de hacer de eso mi profesión. Antes me tocaba como persona voluntaria, ahora como persona contratada, pero la pasión y el compromiso con el trabajo social siguen siendo los mismos.

Para llegar al Consejo de Reflexión Ética, ¿hay que tener una visión de la vida especialmente analítica?

Lo que decidimos en la plataforma es que el Consejo de Reflexión Ética fuera un espacio participado, que acogiera a distintas organizaciones, y que cada organización eligiera la persona que considerase válida para formar parte de él. Dentro de los requisitos no está ser un experto en ética, porque probablemente alguna asociación no lo tendría. Pero sí que es bueno que haya alguien con cierta experiencia a la hora de deliberar, que tenga un poco más de práctica.

En ese sentido, yo sí que he estado en algunos comités. Todo el mundo tiene un sentido ético -y más en las organizaciones de voluntariado- y todos tenemos una opinión sobre lo que es, o no, correcto. Y así se construye un poco la deliberación. Ser un experto no es una condición sine qua non, pero sí lo es preocuparte por el mundo del voluntariado, de las organizaciones, y estar dispuesto a pensar con otros.

La PVE ha publicado el Código-Guía sobre Ética y Voluntariado. ¿Qué es o qué quiere ser?

Es un documento elaborado de manera participativa por todas las organizaciones que pertenecen a la Plataforma de Voluntariado de España. Un trabajo que refleja cuáles son los valores y los principios sobre los que se debe asentar la acción voluntaria. Esa es la idea.

Es más bien una orientación, no una ley que te obliga a cumplir un código. Por eso tiene ese nombre de Código-Guía. Quisimos que fuera más guía que código social, por así decirlo. Se trata de orientar a las organizaciones voluntarias y las personas que forman parte de ellas, para que se guíen por la gratuidad, la participación, la igualdad de género… por una serie de valores que vienen recogidos y que pueden ayudarnos a dirigir nuestra acción o a detectar dónde hay posibles conflictos.

Entonces, ¿se puede decir que también es una respuesta a posibles conflictos que habéis detectado con las organizaciones?

Los conflictos éticos forman parte de todas las organizaciones. Eso se produce siempre, es una realidad y ni siquiera es algo malo, es normal. Si una organización dice que no tiene conflictos éticos yo no sé si creérmela. Hay una especie de moda, si se me permite, de que todos tenemos que tener códigos. Debemos aprovechar esa moda para decir: “Ya que hacemos un código, hagámoslo de manera participada y que sirva como orientación a lo que nosotros hemos deseado con esta guía”.

También sirve para que organizaciones que no tienen su propio código puedan fijarse en el de la Plataforma para guiarse por él o para hacer uno propio tomándolo como referencia.

¿Cómo se hizo esta Guía-Código?

Fue un proceso muy participado. En el momento en que comenzó a hacerse yo no estaba, pero sé que fue un grupo de trabajo en el que participaron unas quince organizaciones. Se trataba de hacer un borrador, someterlo a consideración de la Junta, corregirlo, hasta que fuera aprobado por la directiva de la plataforma y finalmente adoptado.

En el momento de ponerlo en práctica ¿es de obligado cumplimiento para todas las entidades que forman parte de la plataforma?

El Consejo de Reflexión Ética no tiene facultad de sancionar o tomar medidas contra nadie. Sería, en todo caso, tarea de la Junta Directiva en caso de que al Consejo llegara una demanda sobre una organización que incurre en graves incumplimientos del código. Nosotros lo pondríamos en su conocimiento, por si tiene a bien tomar medidas.

Pero el objetivo no es tanto sancionar conductas como orientar la acción voluntaria, la toma de decisiones de las organizaciones. También existe un código de conducta que tiene la Plataforma que sí que es más normativo, por así decirlo. En este caso sí que conlleva sanciones, pero ya no está vinculado al Consejo de Reflexión Ética, sino a un sistema de cumplimiento que tiene la Plataforma.

La guía coincidió en el tiempo con la pandemia. La primera no se había terminado de elaborar cuando comenzó la segunda. En un momento que pudo ser tan convulso para principios rectores como la libertad, la dignidad… ¿Qué repercusión tuvo la pandemia en el resultado final de la guía?

Yo creo que influyó en el fondo, no en la forma. Los grandes temas del código estaban ya determinados. Lo que sucede es que sí hay algunos elementos que toman mayor relevancia, y si los miras con esos ojos, puedes encontrarlos en la guía. Pero digamos que yo no creo que fuera una influencia decisiva, sino que dejó un carga más fuerte, por ejemplo, a la hora de decir: “Cuando hablamos de libertad, ¿de qué estamos hablando?”.

Vivimos un momento especialmente crítico por los conflictos, situaciones, que se están produciendo en diferentes partes del mundo y que nos acaban afectando a todos. Frente a este panorama, ¿caben añadidos al código?

Creo que el código es lo suficientemente general y generalista como para abarcar la realidad del voluntariado. Es muy amplio. Yo creo que donde tenemos más recorrido en las organizaciones de voluntariado es en promover que cada entidad tenga un sistema de gestión cuando surgen conflictos éticos. Si tú preguntas a cualquiera: “¿Usted suscribe el código?”, la respuesta va a ser siempre: “Pues claro…, libertad, igualdad… claro”.

El asunto es qué hacemos cuando hay una persona voluntaria que discrimina a otra, por ejemplo, en razón de su género. O cuando hay una organización que, para ser voluntario, te exige pagar… Cosas que entran en contradicción con los valores del voluntariado. Las organizaciones de voluntariado deberíamos dotarnos de espacios donde deliberar, pensar y abordar esos conflictos prácticos, cotidianos, que se dan. Es ahí donde hay que hacer camino, donde no estamos acostumbrados a enfrentarnos a conflictos éticos concretos.

El contenido del código-guía tiene como principio rector el Artículo I de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¿Lo tenéis que recordar porque nos hemos olvidado de poner en práctica lo que ya tenemos?

No. Yo creo que no nos hemos olvidado, pero todo código tiene que tener una fundamentación. ¿Sobre qué se asienta? Sobre la dignidad humana, claro. Y eso es incuestionable, es una base de la sociedad que nadie pone en duda. Lo difícil, luego, es decir en qué consiste la dignidad. Pero no podemos discutir que la dignidad es la base fundamental.

Hoy en día puede haber una tendencia a asumir la acción voluntaria en el sentido más utilitarista del término: reclutar personas que hagan trabajos para que una organización saque adelante su proyecto. Y lo que decimos cuando hacemos la guía es: “No, oiga usted, aquí los valores son importantes y la esencia es la dignidad de la persona, la transformación social”. Creo que tenemos que reflexionar sobre el sentido del voluntariado y la guía ayuda un poco a eso, a establecer cuál es el terreno de juego del sentido de la acción voluntaria.

¿Confías en que pueda cuajar una herramienta tan elaborada como esta?

Confío en el código junto con una -aunque sea pequeña- política de gestión ética de las organizaciones. Porque exista un código no van a cambiar los comportamientos de las personas. Ahora, el hecho de que en cada organización haya un grupo que se preocupe por estos temas, que sea capaz de detectar posibles incoherencias a la luz del código y abordar los problemas, eso sí que puede cambiar la cultura de la organización, que en el fondo es lo que pretendemos.

El código es un marco teórico, pero tiene que ir acompañado también por grupos de personas, órganos, que reflexionen sobre su aplicación. Nos toca construir esa cultura de preguntarnos, cuando hay un conflicto, cómo lo abordamos, con quién lo consultamos en mi organización. Hay que trasladar ese sistema, esa sensibilización al interior de las organizaciones.

El proyecto de Ética y Poética… ¿nace para divulgar los valores recogidos en el código?

Es otra manera más de difundir los valores del voluntariado. No tan conceptualmente como puede hacerse recurriendo a un documento escrito, sino a través del arte, de la expresión artística. La expresión artística es tan válida y puede tener, incluso, más fuerza que las palabras escritas, que, a veces, nos suenan a lo mismo. A través de la poesía, de la música, pueden suscitarse valores que son fundamentales para la cultura del voluntariado.

¿Cómo ves el momento actual y el futuro del voluntariado?

Estamos en un tiempo de incertidumbres y vamos a tener que ir redefiniendo el papel del voluntariado en la sociedad. Creo que la acción voluntaria es bien valorada pero necesitamos dotarla de más fuerza, de más potencial transformador, de más incidencia en la sociedad para el cambio social hacia la justicia. Creo que tenemos que repensarnos para que la figura del voluntariado no sea solo la de una persona que presta servicios sociales, de ocio, deportivos, sino la de alguien que crea que se puede transformar la sociedad desde los valores de la solidaridad, de la gratuidad, de la justicia.

Creo que estamos en un momento en que hay que repensar la acción voluntaria para darle esa nueva fuerza, para no quedarnos estancados como simple mano de obra para sacar adelante tareas más o menos loables.

Si hay una entidad de la plataforma, o una persona voluntaria que quiera hacer alguna consulta porque tenga algún tipo de conflicto ético, ¿cómo puede acceder al Consejo de Reflexión Ética?

Es una cuestión importante. Cualquier persona u organización que tenga una duda en ese sentido, puede llamar al 910491848 o dirigirse a la dirección de correo etica@plataformavoluntariado.org, allí intentaremos ayudarle en lo que podamos.

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