Marisol Garoz tiene 40 años y refiere dolor menstrual desde los diez. «Desde que me vino la regla no recuerdo un mes bueno», dice. A los 15 años le recetaron una «excesiva e innecesaria medicación, desde píldoras anticonceptivas hasta fuerte antidepresivos y ansiolíticos y no fue hasta los 30 años que le diagnosticaron endometriosis, una enfermedad en la que tejido similar al del útero crece fuera de él, causando dolor e infertilidad.
Marisol no solo sufre de endometriosis “profunda, severa y agresiva” localizada en recto, vulva, vagina, vejiga y ovarios; sino que también padece de fibromialgia de tercer grado, fatiga crónica, neuropatía periférica y trastorno adaptativo mixto. “Mi psiquiatra me ha dicho que todo esto ha sido creado, es decir, se debe a tantos años sobremedicándome y machacándome psicológicamente”, apunta.
Durante toda su adolescencia, sufrió diversos cambios físicos y hormonales debido a la cantidad de medicación que tomaba: «A veces estaba gorda, hinchada, y otras me quedaba muy delgada. Tenía cansancio extremo, pensamientos autolíticos, se me iban y venían las reglas…». Sin embargo, lo peor que recuerda es la incomprensión: «Me trataban de loca, de exagerada, de mentirosa. Vi a muchos ginecólogos y todos me decían que no era nada, que todo era derivado de mis depresiones».
Los síntomas psicológicos detrás de las afectaciones menstruales
Al igual que Marisol, muchas mujeres sienten vergüenza ante este tipo de afectaciones menstruales que vienen acompañadas de una necesidad de esconderse y ocultar su realidad. “Hay días que voy con bastón. Todo el mundo me para, me pregunta por qué lo llevo… Tengo 40 años, soy joven para llevarlo. Me siento avergonzada, por mí e incluso por mi hija, así que a veces me hago la fuerte y no lo uso”, explica Marisol.
María Peralta, psicóloga general sanitaria y profesora de psicología en la UNED, explica los efectos de todo ello: «Los síntomas suelen ser minimizados o malinterpretados como un cambio de comportamiento o actitud de forma voluntaria, sin tener en cuenta que detrás hay una compleja concurrencia de factores. Esto contribuye a que se generen sentimientos de soledad, incomprensión e incluso distorsiones cognitivas y un discurso muy crítico de la propia mujer hacia sí misma que le haga dudar de la legitimidad de sus emociones».
Esta profesional alude a una «falta de empatía social» que lleva a muchas mujeres a «ocultar sus emociones, cómo se sienten y continuar con su vida habitual como si no pasara nada». «Este afrontamiento evitativo lleva a que ellas mismas restrinjan o no reconozcan sus propias necesidades», explica. Peralta añade que esa «represión emocional» perpetúa el malestar emocional y aumenta el riesgo de que este llegue a un nivel profundo y aparezcan problemas de salud mental.
Evitar normalizar las reglas dolorosas
Según Amira Alkourdi, ginecóloga y subdirectora del Hospital Materno de Granada, la menstruación conlleva «un gran cambio hormonal que condiciona física y emocionalmente». De hecho, según un estudio elaborado por la consultora ‘Kantar’, el 49% de las mujeres sufre reglas dolorosas; en el caso de las más jóvenes, asciende al 76%. «Lo que no se puede aceptar es que la regla duele y te tienes que aguantar. Hay que ver si está pasando algo», dice. Eso es lo que escucha frecuentemente Marisol: «Me dicen que es solo una regla, que soy una floja».
En cuanto a la endometriosis, desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) se explica que puede provocar dolor en la parte inferior de la barriga (la pelvis) y que a veces se nota más durante la menstruación. Asimismo, apuntan que, en algunos casos, también causa hemorragia intensa durante la misma. Según la organización, esta patología afecta aproximadamente a 190 millones de mujeres y niñas en edad reproductiva en todo el mundo, lo que se traduce en cerca del 10% de este grupo de la población.
Alkourdi explica que se trata de una enfermedad crónica cuya causa se desconoce y que no tiene cura, de manera que el objetivo suele ser aliviar y paliar los síntomas. Sin embargo, no solo se caracteriza por el dolor durante la menstruación, sino también durante las relaciones sexuales, al defecar o al orinar. A su vez, provoca dolor pélvico crónico, disfunción intestinal, distensión abdominal, náuseas, fatiga y, en ocasiones, depresión, ansiedad e infecundidad.
La vida laboral, condicionada
Marisol ha solicitado la incapacidad laboral. Hasta hace unos años trabajaba en una fábrica de aceite. «Terminaba agotada, más de lo que puede acabar una persona normal. Nadie me creía, me decían que todo el mundo se cansa», relata. Sin embargo, le han denegado la incapacidad. «Me he tirado meses de baja y, al final, me han despedido por ‘ineptitud'», explica Marisol. De hecho, recuerda con rabia un comentario de su jefe: «Sé de qué van estas enfermedades. Son muy relativas, pueden ser creíbles o no». Marisol no da crédito: «¿De verdad piensan que una mujer de 40 años no quiere trabajar? Pagaría por poder hacerlo y tener una vida activa».
Bajas por reglas incapacitantes
El año pasado entró en vigor la ley que, en el marco de la norma del aborto, avalaba las bajas por menstruación incapacitante. Para solicitarla, se debe contar con un diagnóstico médico de dismenorrea secundaria; esto es, una menstruación dolorosa producida por patologías como la endometriosis, la adenomiosis o los miomas.
En cuanto al subsidio, se cobra desde el primer día de la baja laboral y corre íntegramente a cargo de la Seguridad Social. Casi un año después de la aprobación de esta ley, el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones informó de que se habían tramitado 1.418 solicitudes para acogerse a ella.
Samira, de 26 años, se ha planteado solicitarla, pero finalmente nunca lo ha llevado a cabo. Desde su primera menstruación, requiere de medicación y afirma que sin ella no podría sobrellevar la jornada laboral. «Ni he intentado pedir la baja. Para qué, si sé que no me la van a dar. Además, soy joven y podría afectar a mi puesto de trabajo. Me tomo un nolotil cada cuatro horas y listo».
Peralta, de hecho, subraya que en el contexto laboral existen todavía más «barreras«: «Todavía no se reconoce completamente el impacto que pueden tener la menstruación dolorosas. Las bajas por ese motivo son mal vistas y rechazadas por las empresas«.
La menopausia, otra fase vital vivida con vergüenza
Luisa no guarda buen recuerdo de su menopausia: «Fue horrible. Mis hermanas y amigas me decían que no era para tanto, que ellas no habían tenido casi efectos, pero yo lo pasé fatal». Esta mujer de 64 años enumera los suyos: sofocos, insomnio, cambios bruscos de humor y sequedad vaginal. La ginecóloga Alkourdi asegura que supone «un cambio brutal en la mujer» y enumera otros síntomas: cambios físicos, decaimiento del ánimo, efectos en la piel y pérdida de la libido. A su vez, enfatiza en que es «el pistoletazo de salida para problemas cardiovasculares y la osteoporosis«.
A pesar de tratarse de un proceso anatómico natural también se vive con vergüenza. «Algunas mujeres con síntomas menopáusicos se sienten incómodas o avergonzadas exponiendo su experiencia y evitan solicitar ayuda», especifica la OMS. Así fue en el caso de Luisa: “Sentía que ya era vieja, que estaba reseca, que ya no era ni siquiera mujer. Ocultaba los sofocos y los sudores para que no se notara”.
Peralta hace alusión a estos sentimientos: “Existen expectativas sociales y culturales relacionadas con la capacidad reproductiva de la mujer. Mientras la llegada de la menstruación se asocia con la madurez, la retirada de la misma a menudo trae consigo algunas etiquetas como dejar de ser mujer o envejecer que afectan a la autopercepción y la autoestima”.
Concienciarse de su naturalidad
Según la OMS, la mayoría de los países a nivel global presentan «deficiencias importantes» en la concienciación y el acceso a la información sobre la menopausia. Recuerda que es fundamental entenderla como «un punto más en el continuo de las etapas vitales» y apela al apoyo a la salud social, psicológica y física.
Alkourdi subraya que «hay muchas herramientas más allá de lo farmacológico, desde remedios naturales hasta el ejercicio físico». Recalca también la importancia de que la mujer se sienta «apoyada, acompañada y comprendida». En su misma línea, Peralta recalca lo siguiente: «Las mujeres deben contar con apoyo emocional, estrategias de autocuidado y acceso a recursos que les permitan transitar estos procesos con una visión positiva de sí mismas y con una postura libre de estigmas y juicios«.