En los últimos días, el impacto de la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) ha vuelto a poner en evidencia la brutalidad de los eventos climáticos extremos en España. Este fenómeno meteorológico ha arrollado diferentes puntos de la Comunidad Valenciana, tanto destrozos materiales como humanos –por el momento 215 personas fallecidas y otras 17 desaparecidas–. Estos episodios se han agravado en frecuencia y agresividad, en gran parte, a consecuencia del cambio climático. El país se enfrenta a una serie de medidas para adaptarse y mitigar los daños que estas catástrofes causan.
Para Elvira Jiménez, experta en adaptación al cambio climático de Greenpeace, los daños que ha causado esta última DANA demuestran que el país no está preparado para enfrentar estos eventos extremos: “Han fallado múltiples factores”. Según relata, van desde sistemas de alerta hasta la planificación urbanística y ecosistemas degradados. Todo junto ha contribuido a empeorar la magnitud del desastre. Según un análisis preliminar del grupo de científicos del World Weather Attribution (WWA), el cambio climático ha incrementado la probabilidad de una DANA como la reciente al doble y con un aumento de las precipitaciones de un 12%.
Readaptar la ciudad con zonas permeables
Jiménez subraya la importancia de adaptar las ciudades y entornos naturales para minimizar futuros riesgos. “Tenemos que prepararnos más como sociedad”, sostiene; lo que implica una actuación en “varios niveles”. Por ejemplo, sugiere que las ciudades incorporen zonas verdes y parques inundables que permiten que el agua se absorba en lugar de fluir rápidamente por superficies impermeables, lo que aumenta la probabilidad de inundaciones.
En este sentido, el investigador y climatólogo Dominic Royé, apoya la propuesta de Jiménez y sugiere la restauración de ecosistemas fluviales. «El hecho de construir en zonas que se sabe que son propensas a inundaciones solo agrava el riesgo», comenta. Asimismo plantea que la restauración de áreas fluviales podría permitir que disminuyan los efectos de las lluvias intensas al absorber mayores cantidades de agua.
La influencia humana y riesgos naturales
Dominic Royé aborda esta problemática desde una perspectiva científica. Según el experto, no existen “desastres naturales” como tal, sino eventos naturales cuyos efectos se ven agravados por decisiones humanas. Para Royé, el problema radica en la combinación entre el peligro de un evento natural y la vulnerabilidad de las comunidades expuestas a este.
En este sentido, el investigador pone en duda la brecha entre lo que se sabe que debe hacerse y la implementación de estas medidas. “No es que no sepamos qué debemos hacer, el problema es llevarlo a cabo”, declara. Existen “mapas de riesgo de inundación desde hace años”, pero no se han aplicado de “manera efectiva”. Lo achaca a la falta de inversión y la presión de la urbanización. Ambas causas han provocado que las advertencias queden en segundo plano: “La construcción se ha permitido en áreas de alto riesgo”.
Problemas en la infraestructura
Por su parte, el Físico y Meteorólogo Superior del Estado Ernesto Rodríguez reconoce que España tiene infraestructura y sistemas de alerta, pero insiste en que “no son suficientes para responder adecuadamente a estos eventos extremos” como la DANA de Valencia.
Los modelos de predicción meteorológica funcionan, tal y como indica, “razonablemente bien, pero se necesitan mejoras”, especialmente en modelos hidrológicos en tiempo real. Según Rodríguez, “es importante tener claro quién es responsable de qué”. El experto sugiere que una mejor coordinación y educación de la población sobre cómo actuar en estas circunstancias climáticas extremas “podría salvar vidas”.
A nivel urbano, Ernesto Rodríguez critica cómo se han ignorado los mapas de riesgo de inundación en favor de la construcción y expansión. En las últimas décadas, se ha permitido que se construyan viviendas “en zonas inundables debido a presiones demográficas y urbanísticas”, lo que ha aumentado la vulnerabilidad de estas zonas. Rodríguez propone que, tras eventos trágicos como el vivido en la Comunidad Valenciana, se “replantee seriamente toda la estructura de los protocolos de respuesta”, desde las alertas meteorológicas hasta el urbanismo.
El Meteorólogo Superior del Estado recuerda la nevada causada por Filomena en Madrid, que “dejó en evidencia” la falta de maquinaria para retirar nieve. “Las máquinas para retirar nieve cuestan dinero, y si se usan solo una vez cada diez años, ¿podemos permitirnos tenerlas en espera?”, pregunta. Esta observación es fundamental también para las inundaciones porque la creación de infraestructuras resistentes al agua en zonas urbanas y rurales requiere una gran inversión.
Clima mediterráneo y ciclo hidrológico
El cambio climático está alterando el ciclo hidrológico y, más en concreto, toda la costa del mediterráneo español. Rodríguez señala que la intensidad de las precipitaciones en esta región ha aumentado y continuará haciéndolo cada año. Esta advertencia se traduce en episodios de sequías prolongadas, pero también en otros de lluvias torrenciales. Este patrón cíclico se debe a las condiciones geográficas y climáticas de la zona, que ha empeorado por el cambio climático, lo que aumenta el riesgo de inundaciones y erosión del suelo.
“Es común que después de largos períodos de sequía llegue una tormenta que inunde todo, pero esa lluvia no ayuda a aliviar la sequía, solo causa daños”, añade Elvira Jiménez. Este ciclo en el que la escasez de lluvias debilita los suelos y los hace menos capaces de absorber agua, complica todavía más la situación. Cuando llueve después de un periodo de sequía, la tierra no puede retener el agua. Así aumenta el riesgo de inundaciones repentinas y la erosión.
Educar a la población
Las tres personalidades expertas coinciden en la importancia de una educación adecuada para la población. Para Jiménez, la ciudadanía debe estar preparada para autoprotegerse, tal como ocurre en áreas propensas a terremotos donde se realizan simulacros. Esta educación sería especialmente importante en zonas donde el riesgo de inundación es alto y debería incluir una mayor claridad en los protocolos de emergencia y los sistemas de alerta temprana.
Royé y Jiménez también coinciden en que los simulacros y las prácticas de prevención son esenciales para proteger a la población. Ernesto, en concreto, enfatiza que estos programas de educación y preparación deben extenderse a otros tipos de eventos extremos, como olas de calor o incendios forestales, cada vez más comunes y duraderos en el país, sobre todo en verano. Esta preparación, comenta, permitiría una respuesta más rápida y efectiva de la población ante distintos tipos de riesgos.
En este sentido, Elvira Jiménez apunta a las “soluciones basadas en la naturaleza”, como la reforestación y la creación de áreas de retención de agua. Estas soluciones, además de mitigar el riesgo de inundaciones, también aportan beneficios ecológicos adicionales, como la mejora de la biodiversidad y la regulación del microclima urbano.
El futuro de España con el cambio climático
A medida que el cambio climático continúa agravando tanto la intensidad como la frecuencia de eventos extremos, la adaptación y la mitigación deben convertirse en prioridades para España. Las fuentes expertas concuerdan en que el la DANA de Valencia no es una llamada de atención, sino que se trata de una oportunidad para que los gobiernos replanteen sus políticas y estrategias en torno al cambio climático. “La adaptación no es una opción, sino una necesidad urgente”, sentencia Jiménez.
Para que estas estrategias sean efectivas, coinciden en que se requiere un enfoque “multidimensional”: mejorar la infraestructura y la planificación urbana, restaurar ecosistemas, educar a la población y establecer políticas claras que prioricen la seguridad de la ciudadanía frente a las presiones económicas y demográficas. De esta manera, España podrá reducir el impacto de los desastres naturales que, aunque son inevitables, “no deben convertirse en catástrofes humanitarias”.
«El cambio climático ya está aquí y está teniendo efectos devastadores», lamenta Rodríguez. Los eventos de DANA y otros fenómenos extremos, como la sequía de principios de año, son una muestra de los desafíos que España deberá hacer frente con mayor frecuencia.