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«La intergeneracionalidad ayuda a conservar la memoria colectiva»

Paul Parra es trabajador social y responsable de Voluntariado en la Fundación 26 de Diciembre, enfocado en las personas mayores LGTBIQ+. En esta entrevista, reflexiona sobre la importancia de la intergeneracionalidad para descubrir nuevas perspectivas y no olvidar la discriminación histórica hacia el colectivo.
Paul Parra, abajo a la derecha, en una actividad de la Fundación 26D

Por Isabel Reviejo

Paul Parra se acercó a las puertas de la Fundación 26 de Diciembre buscando una manera de ayudar a los demás y de enraizar su propia experiencia en la de una comunidad. Dispuesto a dar su tiempo como voluntario, entró a formar parte de un espacio que, a la vez que lucha por la integración y la visibilidad de las personas mayores LGTBIQ+, intenta sanar las cicatrices producidas por años de represión.

La tarea viene ligada al mismo nombre de la Fundación, que remite a la fecha en la que, en 1978, se derogó el artículo legal que penalizaba la homosexualidad. Hoy, como responsable de Voluntariado, Parra se pregunta si los jóvenes son realmente conscientes de la persecución que sufrieron las personas del colectivo durante el franquismo y de sus consecuencias, pero apunta hacia el intercambio generacional como una manera de perpetuar esa memoria y no borrarla.

La Fundación 26 de Diciembre ya lleva más de una década de vida, desde que se constituyó en octubre de 2010 con el objetivo de visibilizar a las personas mayores del colectivo LGTBIQ+. ¿Crees que se ha avanzado en este aspecto en los últimos años?

Creo que sigue existiendo mucho desconocimiento en general en la sociedad acerca de los mayores LGTB. O sea, todos sabemos que la realidad LGTB, en general, es una parte pequeña del total de la sociedad, donde domina la heteronorma, pero en específico con mayores LGTB se desconoce mucho más. Incluso dentro del propio colectivo de mayores, o desde dentro de los servicios dedicados a mayores, es muy periférica la cuestión LGTB.

¿En qué áreas actuáis a día de hoy en la Fundación?

Tenemos temas de atención psicosocial para personas mayores de 50 años. Esto implica intervención, seguimiento, acompañamiento, plan individualizado de atención, derivaciones internas o incluso a otros recursos o servicios externos. En la Fundación tenemos trabajadores sociales, educadores sociales y psicólogas, y desde ahí hacemos esa atención que intentamos que sea integral. Luego también tenemos alojamientos, algunos pisos, algunas plazas, para personas mayores LGTB en especial situación de vulnerabilidad.

También tenemos servicio de ayuda a domicilio e inserción laboral para personas trans con el Proyecto Ámbar, donde trabajamos con personas de todas las edades. Además, el área de socialización, que es la parte más intergeneracional, donde puede participar todo el mundo, con actividades programadas que tienen como objetivo final crear comunidad.

¿Cuál es el rol del voluntariado en vuestra Fundación?

Solo con venir y participar, generar esas dinámicas, relaciones, vínculos… Ya es de alguna manera hacer voluntariado, en cuanto a que dedicas tu tiempo a estar aquí y a contribuir en lo que se genera. Pero hay un voluntariado específico que es el acompañamiento. Pueden ser recurrentes, para acompañar a una persona a pasear, tomar un café, pasar tiempo junto y escuchar. La persona voluntaria tiene mucho de esa escucha activa, de apoyar a la persona. Y luego también está el acompañamiento puntual, cuando una persona necesita que la acompañen al médico o al banco, por ejemplo. Ahí nuestro banco de voluntarios en activo se organiza para cubrir ese acompañamiento.

Uno de vuestros objetivos es fomentar la intergeneracionalidad en la comunidad LGTBIQ+. ¿Qué aporta esta perspectiva?

En las actividades se crea y participa con diferentes perspectivas, porque al final la cuestión de la sexualidad y de la identidad, que es algo central y transversal en nuestras vidas, se vive de manera diferente dependiendo del contexto y la época en la que hayas nacido. Se aportan distintas visiones acerca de esto y además ayuda a que la memoria colectiva no se pierda, porque pasa a diferentes generaciones, a diferentes lugares, personas, trasciende el tiempo. La intergeneracionalidad aporta eso.

En uno de los artículos publicados en vuestro sitio web, el periodista y doctor en Sociología, Mateo Sancho Cardiel, comenta que la historia “vive en nuestros mayores”, a los que “a menudo ni vemos ni oímos porque los simplificamos como si fueran existencias crepusculares”. Las historias están ahí, pero hay que saber escuchar…

No sé hasta qué punto la sociedad es consciente de que la homosexualidad en el espacio público era delito hasta el 78. Eso ha tenido muchas repercusiones en la gente que ahora es mayor. Porque cuando eran jóvenes vivieron una realidad en la que no solo estaba mal actuar siguiendo sus sentimientos, sino que era delito. Todas las consecuencias de ese momento, de ese contexto, las están viviendo ahora.

Aspectos de la realidad de los mayores, como la soledad no deseada, se agravan, y a ellos se suman más como los problemas de autovalidación, autoestima, autoimagen, la homofobia interna… O la falta de redes sociales, porque cuando han sido jóvenes no han podido crearlas libre y abiertamente. Al final, aquí la socialización intenta paliar el déficit que ha habido en esa generación de redes y de vínculos, creando una comunidad.

Aunque cada persona es un mundo, ¿cuáles son los problemas o prejuicios más frecuentes que afrontan las personas que llegan a la Fundación? 

Estoy generalizando, claro, pero creo que las generaciones que ahora son mayores, o sea, que tienen entre 60 y 80 años o más, en mayor o menor medida no han podido poner la percepción de lo que son y lo que hacen en común, en el centro, en el espacio público. Siempre un poco ocultando, esperando. Sin poder desarrollar libremente la personalidad. Y también depende, porque la «LGTBIQ+» son muchas letras, muchas realidades, y hay algunas que ni se contemplan, que quedan reprimidas. No caben en el imaginario.

Y una persona mayor, por ser gay o lesbiana no significa que conozca todo acerca de la sexualidad, la identidad, de todo el espectro. El desconocimiento afecta a todo el mundo, los prejuicios y la homofobia interiorizada, también, porque al final el contexto pesa mucho. Creo que es un problema raíz que al final las generaciones más jóvenes lo vivimos de otra manera. No quiere decir que sea ni mejor ni peor, pero en el sentido de la autopercepción creo que sí que hemos avanzado.

Hemos hablado antes de lo que esas generaciones jóvenes pueden aprender de las personas mayores. ¿Y en el sentido contrario? ¿Qué aprendizajes obtienen las generaciones veteranas de los jóvenes?  

Nuevas estrategias de afrontar la realidad, tu propia sexualidad, tu propia identidad. Ver otras maneras de vivir esto. Porque claro, el tema del delito influye mucho, y ya no son solo prejuicios sociales. Pero es verdad que sí que veo que las personas jóvenes —yo me incluyo porque lo he vivido así—, nos expresamos, hacemos o decimos cosas que los mayores valoran y ensalzan mucho, porque creo que ellos no pudieron en su momento. En general les cuesta más soltarse, expresarse más libremente, vivir su sexualidad. Incluso a algunos mayores que ahora son conscientes de esto.

En tu caso, ¿cómo fue tu acercamiento a la Fundación 26 de Diciembre?

Yo comencé como voluntario hace un año. Ya la conocía, porque soy trabajador social y siempre he trabajado en cuestiones de sexo, de género. Pero me acerqué a la Fundación precisamente porque no estaba pasando un buen momento personal y, de alguna manera, buscaba sentir que mi tiempo aportaba a otras personas. Al final también es bidireccional: el sitio al que vas te aporta a ti, no solo tú dejas el tiempo. Y también buscaba ese afecto, ese lugar que me diera estabilidad, apoyo. Entonces, pensé que dar mi tiempo a otros también me ofrecería la posibilidad de encontrar paz y tranquilidad propias.

Y en este tiempo, ¿qué ha sido lo más enriquecedor de tu paso por la Fundación?

Creo que me ha aportado fuerza para pensar que lo estoy haciendo bien. Que las cosas que siento o que vivo son el centro en mi vida y que yo estoy en el centro y no otras personas, otras circunstancias, prejuicios… Y tener la fuerza como para defender lo que yo quiero y vivirlo a tope. También ser consciente de que el tiempo pasa, no vuelve, así que hay que aprovechar todo, no quedarte con cosas en el tintero. Ser como eres libremente.

 

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