Es un lenguaje que muchos logran entender, pero que solo unos pocos pueden hablar. Fernando Curiel y Antonio Martín usan las cuerdas de la guitarra y el violonchelo para conectar con pacientes de distintos hospitales. Junto a la Asociación Música en Vena, ayudan allá donde sus acordes pueden llegar, porque se dice que la música es la medicina del alma. El dúo GuitarChello pone a prueba sus límites.
¿Qué os motivó a hacer voluntariado a través de vuestra música y tocar en hospitales?
Antonio: Conocí a Fernando a través de su mujer, Helen Trebbau, médico psiquiatra. Yo estaba en una etapa difícil y fui paciente de ella durante muchos años. Empezamos a tocar juntos por placer, hasta que un día se nos presentó la posibilidad de actuar para un chico de 17 años que había sufrido un accidente. Había estado en coma y sus padres nos pidieron tocar para él en su casa. Preparamos las canciones que le gustaban e interpretamos Starway to Heaven de Led Zeppelin. Él estaba en silla de ruedas y al escuchar los primeros acordes… Levantó la cabeza y puso la mano cornuta, el símbolo de los rockeros. Dijo con todas sus fuerzas: “Rock and roll”. Fue mágico porque la conexión era mucho más potente que con un público de auditorio. Ahí empezamos a ver la posibilidad de tocar en hospitales.
Fernando: Desde esa primera vez que tocamos para aquel chico en su casa, no solo sentimos que estábamos en primera fila. Éramos partícipes de un proceso donde la música provoca un florecimiento de emoción y de ganas, que te reencuentra con esa sensación de que en el mundo hay mucha belleza. La música tiene una capacidad de sanación profunda, y cuando sientes las ganas de estar en ese espacio sentimental… estimula la sanación. Yo creo que llevar eso a distintos hospitales es algo que se siente real y se vive colectivamente.
¿Qué hace que vuestra música conecte tan bien?
F: Es una mezcla de elementos. La manera en la que surge GuitarChello es orgánica, natural y genuina. No había una ambición comercial, sino una exploración de la capacidad de nuestras influencias y talentos. Como dijo Antonio, él era paciente de mi esposa y llegó un momento en el que él no estaba seguro de que la medicación que recibía afectase a su percepción de cómo estaba tocando. Ella me invitó a evaluar a nivel musical si su percepción era acertada. Fue algo orgánico, y después empezamos a reunirnos como extensión de su tiempo con Helena.
Desconocíamos una configuración de guitarra y chelo de la índole en la que trabajamos. Pero nuestras personalidades eran bastante afines y se desarrolló una amistad bastante rápido. Eso se traduce en la música. Existe esa afinidad de personalidades, junto a esas ganas de explorar los efectos curativos que puede tener la música.
Unos de los pilares fundamentales de GuitarChello es la salud mental y luchar contra el estigma de las enfermedades mentales. ¿Qué motivo hay detrás de ese enfoque?
F: Por cómo nos conocimos, cuando Antonio era paciente de mi esposa. Yo actué como representante de una sociedad sin el estigma que se le puede tener a la gente que ha sufrido un desequilibrio en su estado de salud mental. Este dúo no sería posible si no fuese por la apertura que la gente muestra ante ese tipo de personas en sus etapas más sensibles.
A: Cuando empezamos, se trataba de una exploración de mundos diferentes: una sonoridad diferente, un camino diferente. Todo era diferente. Dicen que la música a través de las emociones puede influir en la parte central del cerebro, el sistema límbico. De alguna manera… para que yo me renovase y cogiese un camino que esa situación me llevaba a seguir.
Seguí tocando en la orquesta después de haber estado en el Hospital La Paz. Necesitaba seguir, pero también necesitaba un estímulo para darle un sentido. Yo había ganado un concurso en Londres justo antes de lo que tuve, un brote psicótico. Fue algo que me desequilibró. Y a través del dúo pude hacer otro tipo de carrera.
¿Qué diferencias existen entre tocar en una sala de conciertos convencional y un hospital?
F: La sensación de tocar para un público que está yendo por entretenimiento y pagando una entrada es diferente a una audiencia que está en sus momentos más vulnerables; a una persona que está siendo tratada y que no quiere estar ahí, que desearía estar en un momento de normalidad en su vida. Que lleguen unos músicos para iluminarle el día, que le den ese contraste desde lo que está viviendo, confinado en una sala de tratamiento… se siente que hay un impacto diferente. Tocamos en el Gregorio Marañón, tres conciertos en un día en departamentos diferentes, y en todos había pacientes que estaban llorando de felicidad.
¿Tomáis alguna medida especial según el tipo de paciente para el que toquéis?
F: Escogemos un repertorio. Íbamos a tocar para el neonatal, los bebés prematuros, y habíamos escogido una selección bastante más suave y tranquila. Yo había elegido una guitarra clásica y no acústica, sin amplificación.
A: En neonatos estuvimos a punto, pero por suerte para ellos no había niños allí (risas). Teníamos ganas de probar, porque normalmente hemos tocado en psiquiatría o en la UCI. Adaptamos nuestro repertorio al ambiente que veamos.
¿Cuál diríais que es la parte más complicada de tocar en hospitales?
F: Una vez tocamos en un hospital en el que había muchos niños en estado terminal. Es duro ver una vida especialmente joven experimentando etapas tan duras. El padre de uno de los niños nos pidió que tocásemos para él en otra ocasión, porque le encantó. No se pudo hacer porque el chico no sobrevivió. Ese tipo de experiencias es muy fuerte.
A: Esa necesidad de compartir con el público y por parte del público la de recibir, es una extensión de lo que para nosotros es la música: que esté conectada al momento y que el momento sea mágico en cualquier situación o ambiente. En un hospital me resulta más intensa la conexión. Y es mucho más difícil empezar a tocar en ese ambiente porque es cerrado e íntimo, estás muy cerca. En un auditorio tienes más espacio y empezar es mucho más fácil.
¿Habéis experimentado los efectos terapéuticos de la música en vuestra propia piel?
F: Uno de los momentos más fuertes de mi vida fue cuando falleció mi padre. Teníamos momentos rutinarios en los que íbamos a su colección de vinilo, nos poníamos a explorar y me comentaba acerca de música brasileña, o Jimi Hendrix y distintos artistas. Siempre que la escucho… me transporta a la nostalgia de estar con alguien que uno ama. La música tiene esa capacidad de conectarnos con etapas de nuestra vida, con personas importantes para nosotros. Desde pequeño he reconocido que la música tiene una capacidad, en un lapso de 2 o 3 minutos, de permitirnos vivir otra vida y sentir que todo está bien. Nos ayuda a tener mayor perspectiva.
A: Cuando tienes un ser querido que fallece, y mi padre también falleció… Tienes esa conexión con las canciones que has escuchado con él, o de cuando eras niño. Uno vuelve a ser niño. Puedes ser lo que quieras en cada canción, lo que te inspira. Se abre un abanico de posibilidades, la música para el tiempo.
¿Qué es lo más importante para un músico que desea usar su talento para ayudar a otros?
F: Ser genuino. Yo pude entrevistar a Quincy Jones, productor de Michael Jackson. Y el mejor consejo que le dieron fue que para que su música fuese buena, él tendría que ser un buen ser humano. Cuando eres genuino eso se siente.
A: A veces para llegar a esa conclusión de ayudar a la gente tienes que haber vivido el otro lado. El de la frustración… para llegar a la conclusión de que tu camino es otro totalmente diferente. Antes yo solo pensaba en el violonchelo. No tenía otra vida que tocar el chelo y en la orquesta, estudiando para hacer carrera de solista. Ahora es totalmente diferente. Es un placer y no una obligación.