Para Maite Bosch, ayudar a las personas en situación de vulnerabilidad para construir un mundo más justo es fundamental. Por eso, esta maestra aprovechó su año de excedencia para empezar a hacer voluntariado en Arrels Fundació, una entidad que lleva desde 1987 atendiendo y orientando a las personas sin hogar de Barcelona. Hasta tal punto le marcó la experiencia que, cuando se reincorporó, optó por la jornada reducida. “No podía dejarlo, algo que tiene tanto sentido y se ha convertido en una parte tan importante de mi vida… debía hacer algo”, afirma convencida.
¿Cómo descubres la labor de Arrels Fundació y qué te anima a dar el paso para empezar como voluntaria?
Creo que hay que tener muy buena sintonía con la entidad en la cual te pones a colaborar, sobre todo cuando se trata de temas tan difíciles y delicados como este. En mi caso, me sentía cómoda con la manera de entender las cosas que tienen. Además, no entras como voluntaria y haces las cosas como puedes, sino que realmente te sientes dentro de una rueda en la que todo el mundo se mueve en la misma dirección. Me pareció interesante esta manera de trabajar y quise probarla, y desde que entré siempre me he sentido apoyada.
En Barcelona hay más de 4.800 personas sin hogar, 1.348 de las cuales duermen en la calle. Esta situación acorta la esperanza de vida 25 años respecto al resto de la población y, además, el informe Vivir en la calle en Barcelona. Radiografía de una ciudad sin hogar muestra que un 46% de las personas afectadas manifiesta haber sufrido alguna agresión física o verbal, pero ¿cuáles dirías que son las principales necesidades que tienen y qué acciones realizáis desde el voluntariado para ayudar?
Estas personas tienen necesidades muy básicas y materiales, como poder tener su higiene o guardar sus pertenencias en un lugar seguro, evitando así acarrearlas todo el día. Pero también tienen mucha necesidad de sentirse acompañadas, porque suelen estar muy solas, ya que normalmente han perdido los vínculos con su vida anterior. Esta soledad es muy dura, de modo que sentir que están en un lugar donde la gente se preocupa por sus problemas o simplemente se les escucha es muy importante.
En Arrels tenemos muy en cuenta estas dos vertientes. Por un lado, cubrimos unas necesidades físicas y, por otro, hacemos también este acompañamiento afectivo. Luego procuramos, en la medida de lo posible, darles la oportunidad de sentirse satisfechas. Por eso tenemos, aparte del centro abierto (que es donde tenemos servicios como las duchas y una consigna) un taller ocupacional que se llama La Troballa, en el que hay muchas propuestas de trabajo. Se trata de que, a través de diferentes actividades, recuperen rutinas y, sobre todo, sientan la satisfacción de un trabajo hecho personalmente. Esto es muy importante porque una de las primeras cosas que se pierden en la calle es la autoestima.
Visitáis a personas con el equipo de calle, acompañáis en residencias o al médico y hasta hacéis posibles las últimas voluntades, lo que demuestra que es un voluntariado con una elevada carga emocional. Quienes se apuntan a hacerlo, reciben una formación inicial, ¿en qué consiste y por qué es importante?
Es verdad que es un voluntariado especialmente duro en algunos aspectos, pero en otros es super gratificante. Arrels tiene como edad mínima para incorporarse como voluntario los 22 años, pues de alguna manera se considera, aunque todo esto es muy relativo, que hay que tener un mínimo de madurez para participar. Se debe a que hay un factor muy duro, que es la frustración, porque te encuentras con una persona en una situación difícil, con la que estableces vínculos afectivos, y a veces de forma rápida no puedes hacer nada por ella.
De ahí que, aparte de formaciones específicas, lo que yo valoro mucho es el hecho de que los profesionales están eternamente ayudando al voluntariado, con paciencia y dedicación, para que podamos enfrentarnos a esta situación de desgaste emocional.
En los meses de frío, en Barcelona se habilitan alternativas temporales para las personas sin hogar. En verano, imagino que la situación también es complicada debido a las olas de calor. ¿Existen medidas especiales para ayudarles?
Tenemos la sensación de que lo peor es el invierno por el frío y la lluvia, pero también es muy duro el verano, sobre todo porque cada vez son más salvajes en términos de olas de calor. Sí existen recursos climáticos, pero estamos menos preparados. Nos pasa que los centros en los que acogemos a estas personas no siempre están suficientemente climatizados. Luego, las noches son especialmente difíciles de pasar en verano, tanto por el calor como porque en ciudades como Barcelona hay mucho ruido.
Poder descansar adecuadamente es muy importante y mucha gente viene sin haber dormido, pero lo que pasa es que el lugar no es tan adecuado como quisiéramos. Ahora hemos lanzado justamente una campaña para recoger dinero para poder climatizar el espacio, que es una cuestión vital para que puedan tener un descanso digno y reparador.
¿Son más vulnerables ciertos perfiles? Por ejemplo, de personas migrantes, drogodependientes o con discapacidad, pues son quienes muchas veces también tienen más dificultad para acceder a un trabajo digno y, por tanto, a una vivienda.
En Barcelona, en las diferentes entidades que han ido incorporándose a trabajar con la gente sin hogar, se ha ido produciendo una especialización. Es decir, cada una ha focalizado sus esfuerzos en una parte del colectivo, como por ejemplo mujeres o gente muy joven. Mientras, en Arrels atendemos de manera preferente a personas con un nivel de vulnerabilidad más alto, que son, como comentas, quienes tienen una situación crónica o arrastran algún tipo de enfermedad, personas con drogodependencias, etc.
Trabajamos mucho con lo que denominamos un método de baja exigencia, porque sabemos que, si a estas personas tan altamente vulnerables les exigimos unas condiciones determinadas para hacer uso de nuestros servicios o acompañamiento, dejaremos a un montón de gente fuera. Entonces bajamos las condiciones hasta el mínimo y buscamos recuperar la confianza y establecer vínculos sólidos que nos permitan estar a su lado. Insistimos en que estaremos junto a ellas: si las cosas van bien, estupendo, pero, si van mal, volveremos a empezar.
¿Los prejuicios o el paternalismo que como sociedad tenemos hacia las personas sin hogar son otros de los problemas a los que se enfrentan? Y, ¿por eso también hacéis campañas de sensibilización en los colegios?
Para nosotros es básico cambiar la percepción que la ciudadanía tiene sobre el tema del sinhogarismo. Primero, para que estas personas reciban un trato mejor. Después, para que la ciudadanía presione y convierta la solución de este tema en una prioridad. Por eso, dedicamos mucho esfuerzo en hacer sensibilización, muy especialmente en la infancia y juventud.
Hay muchas escuelas que nos piden que demos charlas, y a veces hacemos también rutas que nos permiten ir a lugares donde las personas que están en la calle pueden comer o resguardarse. Esto es muy importante para romper las burbujas en las que están situados, porque ahí tenemos una oportunidad de futuro de que el problema sea menor si las nuevas generaciones lo incorporan como propio.
En este sentido estamos bastante contentos porque tenemos la percepción de que estas demandas van a más y de que globalmente la ciudadanía, en Barcelona al menos, es más consciente del problema. De hecho, hicimos una encuesta a la población el año pasado y fue interesante porque vimos que para más de un 80% de la ciudadanía es un tema que priorizar. Esto es un dato positivo dentro de la gravedad de la situación, sobre todo porque el número de personas que están en situación de calle va en aumento de forma rápida.
Relacionado con la sensibilización, en la web tenéis unas pautas para indicar cómo se debe tratar a las personas sin hogar. En tu experiencia, ¿qué puede hacer cualquier persona en su día a día para ayudar si se encuentra con alguien viviendo en la calle?
Hemos hecho esa guía para que cualquiera tenga algunos recursos, e intentamos mantenerla actualizada. Luego tenemos un teléfono de contacto para realizar consultas y una aplicación para avisarnos a través del geolocalizador si localizan a alguna persona durmiendo, para que nuestros equipos de calle vayan a visitarla. Pero hay una cosa que siempre decimos cuando hacemos charlas con niños que se puede hacer, que es muy sencilla y muy importante a la vez, que es no invisibilizar a estas personas.
Para alguien que está todo el día en la calle, con toda la dureza que esto comporta, que además la gente ni te mire debe ser demoledor. De ahí que insistimos en que, cuando tú ves a alguien en la calle, míralo y si puedes saludarlo o preguntarle si quiere alguna cosa, pues estupendo. Si a esa persona la ves varias veces porque está en tu recorrido habitual y un día te puedes parar a presentarte y charlar un poco, eso va a ser fantástico. Es verdad que algunas veces estas personas, por lo que sea, pueden tener una respuesta dura, pero el 99 % de las veces agradece muchísimo estos detalles porque les confirma que son humanas. Si además puedes colaborar con entidades mediante voluntariado, genial.
Hablando de recursos, Arrels Fundació dispone de una guía llamada (Sobre)vivir en la calle, que indica sitios donde dormir, comer o ducharse, pero ¿hay suficientes recursos municipales para ayudar a todas las personas que viven en esta situación?
Faltan recursos, incluso recursos temporales. Antes era más frecuente que pudiéramos trabajar con pensiones, que además tenían un coste asumible. Pero eso en Barcelona está desapareciendo porque todo se enfoca al turismo. Aparte, un tema que para las personas que están en calle es muy importante es dónde guardar sus pertenencias. En Arrels tenemos una consigna, pero es la única alternativa gratuita que hay en Barcelona. También hace falta otro tipo de recursos, como duchas.
Luego, estos recursos tienen que ser adecuados. Por ejemplo, en algunos albergues no pueden entrar personas con animales o si han consumido. Como son recursos temporales, hay quienes piensan que no merece la pena dejar el lugar donde están durmiendo en la calle, porque quizá han encontrado uno adecuado (con ciertas ventajas, como que está protegido o un vecino les baja comida) para ir a un albergue solo un par de meses.
Nuestro albergue lo hemos dotado de las características que responden a lo que las personas que duermen en calle nos decían que necesitaban: como es más pequeño es más acogedor, pueden venir con animales, las personas que no pueden dejar el alcohol de la noche a la mañana pueden consumir controladamente… Hay que pensar muy bien cuáles son los recursos que responden realmente a sus necesidades y adecuarnos a ellas, no lo contrario.
La organización proporciona alojamientos adecuados y promueve el Housing First (“la casa primero”), que ofrece a personas en situación de máxima vulnerabilidad la oportunidad de acceder directamente a una vivienda individual, estable y permanente. ¿Es el acceso a la vivienda un problema grave en la actualidad?
Sí, absolutamente. Me imagino que esto debe estar pasando en todas partes, pero en Barcelona es un problema muy grande para todo el mundo. En nuestro caso, encontrar un piso es misión casi imposible, o incluso simplemente una habitación realquilada.
¿Qué otras medidas deberían implantarse con urgencia para evitar que existan personas sin hogar?
Diríamos que hay dos aspectos. Primero hay que aumentar los recursos y el presupuesto destinado a ellos. En lugares como Finlandia han avanzado mucho en la solución de este problema y tampoco es que hayan hecho cosas muy especiales, solo priorizar el destinar recursos. Por ejemplo, hay que aumentar muchísimo la cantidad de vivienda social, porque estamos muy lejos de lo que tienen otros países.
Segundo, hay que hacer mucha prevención, porque estas personas experimentan un deterioro de su salud física y sentimental muy grande en la medida que se deja pasar el tiempo, de tal manera que, además, solucionar su problema se vuelve más difícil y más caro. Entonces tiene que haber un sistema de detección para evitar que una persona pase ese primer día en la calle, o actuar con mucha celeridad. De hecho, ahora ocurre que la situación está tan desbordada que, cuando la gente acude a los recursos, hay lista de espera de semanas o meses para ser atendido. Y, claro, eso complica muchísimo las cosas, por tanto, habría que pensar en solucionar el tema, pero también en prevenir.
¿Qué te ha aportado a nivel personal este voluntariado?
En Arrels hay gente que lleva veinte años, o sea que realmente cuando te incorporas a hacer un voluntariado de este tipo, acaba siendo muy importante en tu vida, no algo accesorio. A mí me pasa, y creo que a muchas personas también, que te incomoda vivir en una sociedad muy desigual porque no todo el mundo tiene las mismas oportunidades. Entonces, cuando eres capaz de hacer alguna cosa, aunque sea mínima, y sumarte a un proyecto para ayudar, sientes que al menos no estás cruzada de brazos.
Además, allí conoces a gente estupenda que te puede enseñar muchas cosas. Creo que se enriquece tu vida cuando compartes experiencias muy diferentes. Yo realmente miro atrás y pienso que ojalá hubiera empezado antes en esto, porque siento mi vida un poco más equilibrada, más allá de que me lo paso bien y llego con una sonrisa. Así que es una parte súper importante de mi vida y estoy muy agradecida de poder hacerlo.