Aunque la tecnología es una herramienta útil y repleta de oportunidades, su omnipresencia actual requiere educar a ciertos sectores de la población para que puedan comprenderla y emplearla, de modo que se reduzca la brecha digital existente. Por eso, María Abad Serrano aprovecha su experiencia en el terreno de la comunicación creativa para, de la mano de Fundación Cibervoluntarios, enseñar a jóvenes y adolescentes a que establezcan una relación más sana con las pantallas.
¿Cómo decidiste hacer voluntariado sobre tecnología y enfocado en gente joven?
La decisión fue sencilla, siempre quise ayudar y si eso hacía que cambiara algo en el mundo, pues yo feliz. En el caso del voluntariado tecnológico, me permite unir mi pasión, que a su vez es mi profesión, con mis ganas de ayudar a otros a no vivir en una brecha continua.
¿Habías hecho algún otro tipo de voluntariado con anterioridad?
Si, en la universidad realicé voluntariado cultural, al volver a Oviedo estuve en la Fundación Cauce Asturias ayudando a personas sin recursos con clases de inglés, de apoyo… y también en la Fundación Down Asturias. Ahora mismo compagino el voluntariado tecnológico con la Fundación Cibervoluntarios con la participación como voluntaria en AIDA Books & More, unas librerías solidarias que financia la ONG Aida Ayuda, Desarrollo e Intercambio.
Impartes talleres dedicados a mejorar el bienestar digital que están dirigidos a jóvenes y adolescentes de entre 10 y 18 años. ¿Qué diferencias notas por edades en su relación con la tecnología?
Hay muchas diferencias. La primera, como es normal, es la inocencia. A los 10 u 11 años no ves el mundo de la misma manera que a los 17 o 18. Entonces tampoco podemos esperar que se comporten de forma distinta en redes sociales. Quizás llama la atención que los más pequeños, cuando usan las nuevas tecnologías, desarrollan habilidades casi innatas para editar y crear contenido frente al contenido creado por los más mayores.
¿Cuáles son los principales retos con los que te has topado desempeñando tu voluntariado?
Procuro ir siempre con la mente abierta para poder dar lo mejor de mí en cada charla. Quizás el mayor reto en esta época sea tener la atención plena más de 15 o 30 segundos. Pero para eso les hago partícipes y llevamos las charlas a lo común, a sus vidas.
En algunos colegios e institutos, están incorporando la tecnología para emplearla como una herramienta más en la enseñanza. ¿De qué manera es beneficioso utilizarla en el proceso de aprendizaje?
Si aplicamos la tecnología con mente abierta, y con unos parámetros clave, sabemos que podemos crear adultos responsables que hagan un uso correcto de la tecnología en su vida. Porque, si hay algo que tenemos claro, es que la tecnología ha venido para quedarse y es mejor tenerla como aliada a la hora de enseñar. Esto les ayuda a poner límites sanos, sin dejar de aprender a usar las nuevas tecnologías.
También realizáis talleres con familias, ¿en qué consisten?
Con los padres, buscamos concienciar y ayudar a entender el mundo en el que están sus hijos. Sabemos que no todas las generaciones viven igual la revolución tecnológica, y está claro que las nuevas generaciones tienen habilidades casi innatas. Para ello, a los padres se les enseña a usar las aplicaciones, los riesgos de no estar presentes a la hora de que sus hijos consuman contenido en redes sociales y, por supuesto, hablarles de alguna que otra cosa que podamos detectar en los talleres impartidos a sus hijos.
¿Qué ventajas tiene obtener competencias digitales a edades tempranas?
Las ventajas son que desarrollan habilidades para la nueva era que les espera cuando acaben su etapa de estudios. No debemos evitar que consuman tecnología, les enseñamos cómo un uso correcto de la misma les ayudará a crear relaciones sanas en un futuro.
Por otro lado, el programa (des)CONECTA – Conéctate contra la tecno adicción se enfoca en orientar a la juventud para que no caigan en el abuso de la tecnología. ¿Cómo trabajáis para que aprendan a detectar síntomas de un uso excesivo de los dispositivos?
En las charlas intentamos llevar, en la medida de lo posible, el tema a los casos de cada uno. Por ejemplo, si les preguntas cuánto tiempo pasan delante de una pantalla, su respuesta normal suele ser que poco, pero si le das la vuelta y les dices que levanten todos la mano, y que la vayan bajando según digas las horas máximas que pasan entre pantallas, te encuentras con que la realidad es otra. Y lo más importante, ellos lo ven. Esto ayuda a que podamos empezar una conversación real sobre el uso de pantallas y la importancia de tener una vida fuera de ellas.
¿Qué te ha aportado el voluntariado a nivel personal?
A mí me aporta muchas cosas buenas, me divierto siempre que doy una charla, me acerca a la visión de las nuevas generaciones y también me mantiene alerta sobre las nuevas tecnologías, las nuevas tendencias, etc. Que eso, para mi profesión, es una de las cosas más importantes.
¿Hay alguna anécdota que te haya marcado especialmente?
Siempre me llevo las caras que ponen y las reacciones cuando hacemos el ejercicio de levantar las manos para saber cuántas horas pasamos en pantalla. Al decirles “¡Madre, pasas más horas que yo y eso que yo trabajo con redes sociales!”, su respuesta suele ser un choque entre lo que creían que era y la realidad. Y otra cosa que siempre me llevo conmigo es su promesa de pasar el mismo tiempo en pantalla que sin ellas, y de recurrir a tener charlas con sus familias y amigos sin necesidad de tener el móvil encima o de coger un libro y sentirlo en sus manos.
¿Animarías a más personas a hacer voluntariado?
Por supuesto, si tienen un poco de tiempo para dedicarlo a los demás, estoy segura de que se sentirán recompensados tras dar una charla o hacer un taller. Es algo que no se puede explicar con palabras, por lo que animaría a todo el que quisiera a que le diera una oportunidad.