Por Elena Crimental
Pese a que inicialmente no estaba convencida de formar parte de Bioagradables, Mar Albarañez ha acabado implicándose tanto en la organización sin ánimo de lucro en la que entró como estudiante en prácticas como para haberse convertido en una de sus principales responsables. La educadora ambiental compagina en la actualidad sus estudios de Biología con un voluntariado que considera “enriquecedor” al mismo tiempo que una gran manera de motivar a quienes sienten pesimismo con respecto al futuro del planeta.
Las personas que colaboran con Bioagradables han recogido 1.070 kilos de residuos en lo que va de año. Con la ayuda de Ambiente Europeo, recopilan datos a tiempo real que demuestran el nocivo impacto de la acción humana en la costa de la Comunidad Valenciana. Para generar una mayor conciencia ambiental y contribuir a la conservación de los recursos naturales, la joven Albarañez participa en diversas actividades que, además, ayuda a organizar. Ella tiene muy clara la importancia de alinear el voluntariado contra el cambio climático, como demuestra la pasión con la que habla del tema.
¿Por qué decides empezar a hacer voluntariado en Bioagradables y cómo acabas convertida en presidenta?
Estudié el grado superior de Educación y Control Ambiental y, cuando acabé en 2020, me tocó hacer prácticas, pero fue complicado por la pandemia. Estuve buscando, pero en todas partes estaban completos o no querían coger a nadie por las circunstancias. Además, yo quería algo relacionado con el mar, pero en primer lugar no quise entrar en Bioagradables porque me decía “jolín, teniendo educación ambiental y acabas limpiando playas”. Entonces descubrí que tenían el proyecto de observación y conservación Cetus e intenté colaborar por esa vía, pero me dijeron que también tendría que estar en el resto de actividades, incluyendo las de limpieza.
Cuando me puse en contacto, pensaba que era una asociación grande repleta de gente, pero me encontré con que, aparte de quienes hacen voluntariado puntual, una única persona llevaba todo, el fundador Emilio Beladiez, que encima estaba de baja por paternidad. Entonces decidí meterme de lleno y enseguida comenzamos a compartir tareas. Al final era como acompañar a quien llevaba todo y, como me gustó hasta lo de limpiar playas, decidí quedarme. Al poco tiempo Beladiez dijo que no podía más porque llevaba diez años y necesitaba delegar. Piensa que somos personas voluntarias y que, si cobramos, es de forma súper puntual. De ese modo, mis compañeras Vera Nikolova, Isabel Mellinas y yo nos quedamos en la asociación y la llevamos dirigiendo las tres como equipo desde agosto del año pasado.
A pesar de tus reticencias iniciales respecto a la limpieza de playas, ¿qué te ha aportado este voluntariado a nivel personal?
Hay gente que tendrá otra mentalidad, de que el voluntariado no sirve para nada, pero yo creo que te hace crecer como persona, sea del ámbito que sea, pues te permite desarrollarte. A mí, por ejemplo, esto me ha servido para descubrir que podía salir del ámbito académico y hacer otras cosas. El asociacionismo está muy bien porque te ayuda a saber por qué futuro profesional decantarte a la vez que conoces a gente y te enfocas en una lucha.
Conozco gente que ha hecho voluntariado puntual y también enriquece mucho. Luego, en el caso concreto de las limpiezas, la gente disfruta, el tiempo pasa volando y el hecho de rodearte de otras personas y ver que estás haciendo algo por el planeta te impulsa un poquito más. Creo que es súper enriquecedor y yo animaría a todo el mundo a que viniera, porque se forman relaciones muy bonitas y te vas con una sensación muy buena a casa.
Todas las personas que participáis en Bioagradables sois voluntarias, ¿es complicado compaginar el día a día con estas actividades, sobre todo para quienes coordináis?
A ver, hay que saber organizarse, pero sí. Al final no solo nos centramos en las limpiezas de playas, son muchas actividades las que realizamos (talleres con empresas o colegios, eventos abiertos al público…) y hay que estar constantemente buscando. No puedes parar, ya que al final llegan mails todo el día, muchas personas se ponen en contacto, nos pueden avisar en cualquier momento de que se ha lanzado una convocatoria, etc. Por eso en ocasiones es difícil, porque hacer que todo esté girando constantemente cansa.
Lo bueno es que somos tres y es mucho más llevadero que cuando solo había una persona al mando. En mi caso, me centro sobre todo en llevar las redes sociales, el teléfono y el mail, además de trabajar junto a mis compañeras en la organización de proyectos.
Aunque, como comentas, en Bioagradables realizáis diferentes actividades, la principal sigue siendo la organización de limpiezas de playa. ¿De qué modo las gestionáis para que se conviertan en herramientas de concienciación directa?
Estamos desde las diez de la mañana hasta la una, más o menos, dependiendo de la gente y del día. Lo primero que hacemos es impartir una charla para contextualizar y explicar cómo será la limpieza, para que sepan que irán en grupos de diez a quince participantes, cada uno de los cuales cuenta con una persona monitora asignada. Esa monitora lleva una tablilla diseñada por Ambiente Europeo en la que apunta absolutamente todo lo que recogemos, para registrar los residuos más característicos de las limpiezas. Al mismo tiempo, esos desechos se van metiendo en dos bolsas: una amarilla para envases ligeros y metales y otra verde para todo lo demás.
Con esta combinación, conseguimos que la gente sea más consciente, porque recoger está muy bien, pero es necesario también que presten atención a lo que guardamos en las bolsas, para que hagan lo que denominamos click agradable. De esa manera pueden plantearse de dónde vienen y qué podemos hacer para mantener limpias las playas. También explicamos cuáles son los restos más habituales con los que nos topamos e indicamos que en la orilla también hay restos orgánicos de animales marinos, para que la gente se familiarice un poquito más con lo que hay en el mar y no aprendan solo sobre basura.
Una vez termina la limpieza, juntamos todos los grupos y hacemos un círculo de reflexión para ver cuál es el resto más extraño que hemos encontrado y sacar conclusiones. Por último, pesamos los residuos para saber los kilos que hemos recogido. Toda esa información la compartimos con la asociación Ambiente Europeo mediante el proyecto Let’s Clean Up, con la idea de que se pueda llevar al Parlamento Europeo si algún residuo empieza a llamar la atención o detectamos algo que no sea normal. Pero consideramos que es muy importante el recuento, no solamente para tener una base de datos, sino para instruir a la ciudadanía y que de verdad se haga algo con esa basura.
¿Habéis notado un mayor interés por la limpieza de playas?
Creemos que sí. Es cierto que la gente se anima más en verano o en primavera, ahora le cuesta un poquito más salir de la cama un domingo por la mañana, que es cuando solemos hacer las limpiezas. Pero el interés ha aumentado porque estuvimos tres meses haciendo aforo completo, y eso que el nuestro es de 100 personas. También supongo que, aunque han pasado tres años desde la pandemia y al principio costaba más que la gente viniera, ahora sí hay mayor interés en salir y disfrutar de la naturaleza.
En nuestro caso además hay mucha gente que repite, son personas a las que ya tenemos fichadas y a las que echamos de menos cuando faltan, porque, al formar grupos tan pequeñitos, puedes relacionarte mejor con quienes vienen.
De acuerdo a vuestros datos, en 2022 la mayoría de personas que colaboraron en Bioagradables tenían entre 18 y 25 años, mientras que casi el 70% se concentraba en la franja de menores de 30. ¿Cuál es el perfil más frecuente?
Pues la verdad es que es muy variado, que es algo que nos gusta porque vienen parejas, amistades, personas solas o familias. Últimamente, de hecho, me da la sensación de que han venido más núcleos familiares con menores. Es cierto que como quienes dirigimos la asociación estamos en la veintena, pues al final el boca a boca en la universidad o nuestro alrededor funciona. Pero más allá de eso no hay un perfil concreto.
En paralelo a la limpieza, impartís charlas y talleres de educación ambiental en todo tipo de centros educativos. ¿Crees que las nuevas generaciones están más concienciadas con respecto a la necesidad de cuidar el medioambiente? ¿Notáis diferencias por edades?
Como llevo solamente desde 2021, no sé mucho de la evolución que haya podido haber. Además, normalmente los coles participan porque el profesorado nos llama, por lo que seguramente hayan hecho actividades relacionadas con el tema antes. En comparación con mi época, cuando solo nos hablaban de reciclar, sí noto un cambio. También hemos notado que la juventud tiene muchos conocimientos, porque cuando hacemos preguntas ya saben las respuestas o, al menos, saben por dónde vamos.
Respecto a la atención, entre los seis y siete años escuchan más, mientras que alrededor de los 11 años les cuesta. Pese a todo, siempre lo terminan pasando bien, porque en las actividades de limpieza, que son las que más solemos hacer con colegios, se mueven, se ponen a buscar objetos… y a veces se olvidan de que están haciendo una actividad educativa. Esto es importante, porque cuando llegas al lugar y ves el problema, te conciencias mejor. Si solo tienes la información, se te puede olvidar. Pero si has recogido dos mil colillas, como nos pasó una vez, eso se te queda en la mente, de modo que la acción directa hace mucho por la sensibilización.
Cada año seleccionáis los objetos más raros encontrados, que en el caso de 2022 fueron, entre otros, una nevera y una lata de refresco del año 1999. ¿Lo utilizáis también en vuestras charlas para concienciar, como otra forma de llamar la atención y dejar huella?
Sí, la gente siempre tiene curiosidad. También al final de las limpiezas preguntamos por lo más extraño que han recogido ese día. Encontramos cosas muy variopintas, y esto además nos sirve para comprobar que, elementos que para nosotras son muy usuales, resultan desconocidos para otras personas. Sobre todo ocurre con quienes no son de la costa o es su primera limpieza. Por ejemplo, es habitual que esperen encontrar muchas bolsas, botellas o latas, pero no siempre es así, porque es lo más grande y lo que primero se limpia.
En relación a las maneras de concienciar, vuestro Instagram tiene muchos seguidores y cuidáis bastante la imagen. ¿Son los nuevos medios otra herramienta interesante para sensibilizar?
Totalmente. Yo que llevo Instagram me he dado cuenta de que, a base de realizar reels, nos ha empezado a seguir más gente. Como las personas te ven más, interactúan contigo. Es una manera de concienciar bestial, aunque es verdad que la información debe ser rápida y breve para que no pierdan el hilo. Pero es muy buena herramienta sobre todo para quienes no pueden participar en las limpiezas. Es otra manera de captar público.
Sí que notamos que hay un cambio generacional y que hace falta seguir encontrando formas de adaptarse a las nuevas generaciones y a su manera de comunicar, porque aunque el mensaje sea muy chulo, si no lo comunicamos de la forma correcta, se pierde.
Algunas de las actividades que habéis realizado han sido en colaboración con otras organizaciones como Ecologistas en Acción Valencia o Surfrider Foundation. ¿Hay cada vez más iniciativas medioambientales? ¿Siguen siendo necesarias las asociaciones como la vuestra?
No siento que esté habiendo un aumento de asociaciones, por lo menos en Valencia, pero sí que son necesarias porque al final ofrecemos de forma gratuita un servicio de planes que te permiten al mismo tiempo aprender. De ese modo también acercamos algo a la ciudadanía que a lo mejor no han tenido tiempo de descubrir, pues viene mucha gente que no sabe mucho de sostenibilidad o nunca se había interesado por el medioambiente, y ahí se dan cuenta de que es necesario luchar para conseguir cambios, ya que está empeorando la salud de nuestro planeta.
¿Contáis las asociaciones con suficiente apoyo desde las instituciones?
Uf… Depende de quién esté al mando en ese momento, porque para algunos partidos el medioambiente no entra en sus ideologías. Pero sí que necesitamos ese apoyo porque, aunque sean actividades de voluntariado y quienes las hacemos no ganemos dinero, la asociación en sí tiene gastos, de modo que necesitamos ayudas económicas o recursos para poder seguir con la actividad.
Comentáis en vuestra web que a lo largo de los años más empresas se han sumado a la causa, pero también que hacéis una selección de las compañías con las que trabajáis. ¿Sientes que, en general, hay un compromiso real por su parte o todavía predomina el greenwashing?
Hay empresas que sí que lo quieren hacer bien, independientemente de lo que exijan las normativas. Pero a las que quieren hacer greenwashing o a aquellas que solo buscan realizar estas actividades por cumplir con la ley, las intentamos evitar. Se nota mucho, cuando vienen a preguntarnos, quién es porque lo quiere de verdad y quién es porque si terminan el año sin haber hecho una actividad de responsabilidad social, pierden puntos.
Eso no nos gusta porque al final no lo están haciendo por el medioambiente. Por suerte hay muchas empresas que sí que están intentando apostar por la sostenibilidad e incluso que nacen siendo sostenibles. Y, a lo mejor me equivoco, pero siento que son especialmente las empresas dirigidas por personas jóvenes.
Entre vuestros proyectos recientes se encuentra BIO proyecta 2023, centrado en los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS). ¿Por qué os parece importante apostar por la Agenda 2030? ¿Crees que puede conseguirse un planeta más sostenible?
BIO proyecta 2023 lo hemos realizado de enero a junio, con el objetivo de explorar cada mes uno de los ODS relacionados más directamente con la asociación mediante distintas actividades, como charlas, talleres…. Después, acabamos con una mesa redonda que abarcaba todos, para hablar de cómo se influyen, porque, aunque para nuestra asociación Educación de calidad y Vida marina sean los más representativos, también son importantes el de Salud y bienestar o el de Ciudades y comunidades sostenibles, aunque no lo parezca.
Como comentamos en algunas de las ponencias, va a ser difícil que los ODS se alcancen a rajatabla. Pero es verdad que, si no se ponen unos estándares altos para llegar a ciertos mínimos, nos quedaríamos todavía más en el bajo del bajo. Por tanto, estas directrices son necesarias para saber por dónde tirar, porque, aunque es complicado que se cumplan, sin ellos a lo mejor empeoraríamos.