- Según datos de Cruz Roja, existe un incremento del sinhogarismo femenino: la cifra de mujeres en situación de calle ya llega al 18%
Los índices de exclusión residencial en España son alarmantes. Según Cruz Roja, el 66% de las personas sin hogar atendidas por la propia organización estaban en una situación normalizada en cuanto a vivienda y empleo antes de entrar en la exclusión residencial: un 25,5% de este grupo desempeñaban trabajos en la economía sumergida, otro 33,4% lo hacían con contratos a tiempo completo y un 7,2% con contratos a tiempo parcial.
Son datos del exhaustivo estudio sobre la discriminación y la vulnerabilidad social de las personas en exclusión residencial que ha realizado la entidad. El objetivo, afirma Cruz Roja, ha sido arrojar luz sobre las realidades y desafíos a los que se enfrentan quienes carecen de hogar. Cifras que están relacionadas, afirma la organización humanitaria, con la escasez de acceso a servicios básicos de higiene y seguridad.
Dificultades en la búsqueda de empleo
El estudio revela que el paso del tiempo es un factor determinante para al abandono en la búsqueda de empleo. La cifra documenta que una de cada cuatro personas sin hogar que llevan en situación de sinhogarismo 4 años o más, no han intentado encontrar empleo en el último año al estar seguras de que, precisamente por su situación, no les van a aceptar. De ahí la importancia, incide Cruz Roja, de extender iniciativas en las que se proporciona directamente una vivienda individual y estable a la persona sin hogar, al tiempo que esta recibe acompañamiento individualizado en su proceso de reinserción, como la metodología Housing First.
También se rompe con el estereotipo de que las personas extranjeras son las que más viven en la calle, ya que el 53% de las personas sin hogar atendidas por la Organización Humanitaria han nacido en España, y revela un importante incremento del sinhogarismo femenino: aunque sigue siendo mayoritariamente masculino (82%), la cifra de mujeres en situación de calle ya llega al 18%.
En cuanto a la edad, el grupo mayoritario lo representan personas de 45 a 64 años (51%), aunque en los últimos años ha aumentado hasta el 18.5% el de las de menos de 30 años.
La parte oculta asociada al sinhogarismo
El sinhogarismo y la exclusión residencial visible son fenómenos que afectan proporcionalmente más a los hombres que a las mujeres aunque, según el estudio, en los últimos años se ha observado un aumento progresivo de mujeres en esta situación. Además se suma otra cifra impactante, porque el 21% de ellas han sido agredidas sexualmente, el 20% ha sufrido acoso o persecución y el 35% han vivido humillaciones.
Según la organización humanitaria, la menor presencia de mujeres en las estadísticas se debe a las estrategias que ellas mismas despliegan para evitar vivir en la calle: acudiendo a los servicios sociales, a redes familiares o de amistades, realquilando una habitación a cambio de servicios como cuidados, o bajo la amenaza de violencia de la pareja.
La presencia de mujeres sin hogar en albergues y programas asistenciales es minoritaria, y existe una escasez de recursos específicos dirigidos a mujeres y un menor número de plazas en módulos femeninos en los albergues y pisos, evidenciando una necesidad de mayor perspectiva de género en el diseño e implementación de medidas contra el sinhogarismo.
Prevención para situaciones de exclusión social
La clave, afirma Cruz Roja, es la prevención primaria y la prevención secundaria. La primaria consiste en provocar cambios en las estructuras que llevan al sinhogarismo como las políticas de vivienda social, la protección social, la lucha contra la precariedad laboral y sistemas de garantía de ingresos. Por su parte, la prevención secundaria consiste en identificar los colectivos de riesgo y detener los procesos de exclusión con actuaciones focalizadas.
También existen factores de riesgo como la diversidad social, cultural, étnica y lingüística que presentan actualmente las personas sin hogar. Esto obliga a adaptar los servicios y recursos de atención a sus necesidades, aunque destacan una insuficiencia de medios, principalmente humanos, para trabajar con criterios interculturales y lingüísticos adecuados.