Carmen, de 65 años y natural de Soria (España), comenzó a trabajar como empleada doméstica a los 18. A día de hoy, continúa ejerciendo y no ha cotizado nunca. «Trabajo en la casa de unos conocidos de la familia de toda la vida. Empezamos así, pagando bajo mano, y nunca me he atrevido a exigir, ni siquiera a preguntar, acerca de afiliarme en la Seguridad Social».
Carmen acude cinco días a la semana a una casa situada en un pueblo cercano a la capital. «A veces pienso que, si me pasara algo en el trayecto, o en la propia casa, no tendría derecho a nada«. De la misma manera, tampoco podrá acogerse a una pensión: «Afortunadamente- señala- mi marido cobra por la jubilación y nos apañaremos con ello, pero da rabia no poder cobrar nada tras tantos años trabajando».
Marcolina Infante, de 56 años, es trabajadora del hogar desde los 11. Dejó su casa para asumir una labor «muy dura» y que según sus palabras esconde «muchos peligros detrás de una puerta». Esta limeña explica que ha sido víctima no solo de abusos como la excesiva carga de trabajo, sino también de «humillación y acoso sexual». «Recuerdo que, en uno de mis trabajos, el señor me metió la mano por debajo de la falda cuando subía las escaleras. En otra casa, encontraba al hijo de la señora desnudo en su cuarto cada vez que entraba. Al final, el miedo me hizo buscar trabajos donde hubiera hombres».
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el 36,1% de las trabajadoras del hogar a nivel mundial están excluidas de la legislación laboral nacional; el 50,1% carece de derecho legal en cuanto a los beneficios de la Seguridad Social; y el 81,2% están empleadas de manera informal, es decir, no cuentan con acceso a la protección social. Esta informalidad y falta de profesionalización supone largas jornadas laborales, bajos salarios y falta de protección.
Trabajo feminizado y migrante
Los cuidados han sido desempeñados tradicionalmente por mujeres y, según los datos, así sigue siendo. Según la OIT, de las casi 76 millones de personas que realizan trabajos domésticos en el mundo, el 76,2% son mujeres. En España, el Sistema Especial de Empleadas de Hogar indica que las mujeres alcanzan una representatividad del 95,69%.
Por otro lado, el Censo Anual de Población del INE de 2023 revela que las personas extranjeras representaron el 42,0% de los empleados domésticos. Muchas veces las personas en situación irregular no se incluyen en las estadísticas oficiales.
Según una encuesta realizada en 2024 por la Universidad de A Coruña y la Plataforma por un Empleo del Hogar y de Cuidados con Plenos Derechos, una de cada cuatro mujeres que realizaba trabajos domésticos se encontraba en situación irregular. Se entrevistaron a casi 400 mujeres, siendo un 68% extranjeras. Otros datos reveladores fueron que el 36% trabajaba sin contrato ni alta en la Seguridad Social, el 35% trabaja más de 40 horas semanales y casi el 50% cobraba por debajo del salario mínimo interprofesional.
Esta situación afecta íntegramente en la salud física y mental de las trabajadoras. Estudios realizados por Oxfam Intermón así lo revelan: el 90,6% ha sufrido dolores musculoesqueléticos en el último año, el 65,5% ha experimentado estrés y el 59,2% ansiedad. Además, un 74% necesita consumir habitualmente analgésicos para enfrentar sus jornadas laborales.
Avances «insuficientes»
En España, uno de los primeros avances hacia la igualdad fue la aprobación en 2011 de un convenio por parte de la Organización Internacional del Trabajo en el que se recogían los derechos básicos de este tipo de empleadas en cuanto a horas de trabajo, remuneración, salud y protección social. Otro paso importante fue el Real Decreto-ley 16/2022, de 6 de septiembre, para la mejora de las condiciones de trabajo y de Seguridad Social de las personas trabajadoras al servicio del hogar.
El último logro tuvo lugar el año pasado con la aprobación del real decreto 893/2024, que buscaba ampliar derechos en materia de riesgos laborales, incluyendo aspectos como revisiones médicas, formaciones gratuitas o una evaluación obligatoria de los domicilios donde realizan sus labores.
Aunque todas estas normativas han contribuido a regularizar, profesionalizar y proteger el sector, estos avances son todavía «insuficientes», según Ruth Díaz, miembro del Comité Ejecutivo de la FITH: «Hemos ido cambiando el mundo y ya podemos hablar de leyes laborales que nos favorecen con salarios más dignos, Seguridad Social, contratos de trabajo o doble sueldo entre otras medidas, pero aún falta mucho«.