Por Isabel Reviejo
En lo que llevamos de 2023, hay 52 mujeres que han sido asesinadas por violencia de género en España, una cifra que supera al total de 2022 (50), de 2021 (49) y de 2020 (50). El último caso registrado oficialmente —si bien existen otros dos que están siendo investigados— es el de una mujer de 39 años asesinada por su marido el pasado 4 de noviembre en Madrid. Con este, ya son 1.237 las víctimas mortales por violencia de género desde 2003, cuando se empezaron a recopilar estos datos.
Estos números, detrás de los cuales encontramos las historias de cientos de mujeres, no son los únicos que nos hablan de la situación de la violencia de género en nuestro país, un problema multidimensional. Pero quizá sí son los más dolorosos. También, una llamada de atención que nos invita a reflexionar sobre qué es lo que se puede mejorar y lo que no está funcionando en la lucha contra esta lacra, una de las múltiples violencias que pueden sufrir las mujeres.
Debido a la magnitud y complejidad del problema, no hay una respuesta sencilla. Por el momento, no se cuenta con evidencia científica que permita explicar el porqué de este aumento de víctimas mortales en unos momentos en los que hay «una mayor inversión en recursos institucionales, una mayor sensibilización social y el movimiento feminista está más fuerte que nunca”, afirma Bárbara Tardón Recio, doctora en Estudios Interdisciplinares de Género, experta en violencia de género y asesora en el Ministerio de Igualdad de la pasada legislatura.
Sin embargo, en los comités de crisis —convocados por Igualdad en los momentos en los que se produce un repunte de feminicidios—, se ha llegado a la conclusión de que, “desgraciadamente, las instituciones a las que acuden las mujeres todavía no están respondiendo de manera adecuada para proteger a las víctimas”.
La experta menciona que, entre otros, hay casos de víctimas que pasaron por el servicio de atención primaria y en los que no funcionó la herramienta de cribado que existe para que profesionales sanitarios detecten los casos de violencia de género. O ejemplos en los que se bajó el nivel de riesgo —y por tanto, la protección a la mujer también descendió— o en los que las mujeres «solicitaron ayuda a los servicios de dependencia pero, por la ausencia de enfoque de violencia machista, estos servicios obviaron ese grito de socorro”.
“Todas las instituciones tienen que estar en alerta. Es fundamental que existan los protocolos de coordinación y una comunicación entre las instituciones para acompañar y proteger a las víctimas. Da igual que la mujer no haya acudido a la comisaría a interponer una denuncia: el Estado tiene la responsabilidad de prevenir esta violencia”, subraya Tardón.
Asimismo, otro aspecto que se ha puesto de relieve en los comités de crisis es la importancia del acompañamiento institucional en la recogida de enseres —tras una separación o cuando la mujer haya manifestado su voluntad de hacerlo—, que supone un momento especialmente peligroso para las víctimas.
Las denuncias al alza
Para Virginia Álvarez, investigadora de Amnistía Internacional España, es necesario que las autoridades hagan una “verdadera evaluación de lo que está fallando y por qué, especialmente cuando las mujeres han acudido a las autoridades públicas y han pedido protección”. Aunque tampoco hay que olvidar “las cifras ocultas”, es decir, a las mujeres que están sufriendo violencia y cuya situación no queda reflejada en los números oficiales.
La investigadora señala que el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) ha solicitado a España, entre otros aspectos, que haga una evaluación del funcionamiento de los juzgados de violencia de género. “Cómo se hace la valoración de riesgo por parte de VioGén —el Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de Género— tampoco está auditado de una manera externa”, añade.
Por otra parte, Álvarez sostiene que en el contexto actual tampoco hay que olvidar “todo este movimiento antifeminista, que está calando y está teniendo impacto en la violencia contra las mujeres”.
En 2022, se presentaron 182.073 denuncias por delitos de violencia de género en España, un 11,8% más que el ejercicio anterior, según los datos del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género. Asimismo, se acordaron siete de cada diez órdenes de protección solicitadas. En el caso de las mujeres asesinadas en 2023 por violencia de género, el 76,9% (40 de las 52) no había interpuesto una denuncia previa.
“No podemos olvidar que, si el primer contacto con la Administración no es adecuado, muchas mujeres posiblemente no vayan a volver. Si no se las cree, si se las cuestiona… Hay un tema importante, que es el de la revictimización. Si una mujer se encuentra un camino complicado cuando decide dar el paso y denunciar violencia o informarse, esto la puede frenar”, argumenta la experta de Amnistía Internacional.
En España se podrá seguir avanzando si hay una “verdadera cooperación institucional”: “Si las mujeres no van a la policía, quizá habrá que pensar cuáles son los otros ambientes donde van a tener un mayor contacto con trabajadores sociales, con personal sanitario… para posibilitar esa detección y dar una información que se transmita de manera adecuada y se entienda”, expone.
Pasar a la acción desde la sociedad
En ocasiones, “las mujeres expuestas a situaciones de violencia de género por parte de su pareja no pedimos ayuda ni denunciamos porque no nos damos cuenta de que estamos siendo maltratadas. Yo recuerdo haber visto noticias en la tele y haber pensado ‘¿y esta mujer por qué no se ha ido de su casa antes?’, sin darme cuenta de que yo era una de ellas”, apunta Ana Bella Estévez, quien consiguió salir de una situación de maltrato y creó la Fundación Ana Bella, una red de mujeres supervivientes.
Defiende que, si hay mujeres que por diferentes circunstancias no se atreven a denunciar (porque dependen económicamente del maltratador, por no tener una red de apoyo…), quien tiene que actuar es “la gente de alrededor, la sociedad”: “Los responsables de que exista violencia de género en España son los hombres que la ejercen, pero las personas que lo sospechamos y no hacemos nada al respecto somos cómplices con nuestro silencio”. Sin embargo, las denuncias por violencia de género interpuestas por personas del entorno de la víctima supusieron en 2022 el 1,83% del total.
¿Qué hacer si percibimos que una mujer de nuestro entorno está sufriendo violencia machista? De acuerdo con Estévez, el primer paso sería comentar con esa persona cuáles son las señales que hemos detectado. “Hacerle saber a ella que tú te has dado cuenta de que algo pasa y que estás ahí. Escucharla sin juzgar, sin hacer que se sienta culpable, y cuando termine, acompañarla a los recursos [de ayuda], porque es muy difícil ir sola”, explica la creadora de la Fundación, que ofrece asesoramiento para estos casos.
“Es un proceso a largo plazo y poco a poco: hay mujeres que en dos semanas dejan la relación y mujeres con las que hemos tardado diez años, pero somos como esa amiga que nunca se rinde y estamos al lado de esa mujer hasta que, juntas, conseguimos que salga de la violencia”, asevera.
Medidas a tomar
Los resultados plasmados en el barómetro del CIS de febrero, que incluía preguntas específicas sobre violencia de género, dejan ver la conciencia social sobre este problema. El 92,8% de las personas entrevistadas consideraba que la violencia de género “actualmente es un problema preocupante” para la sociedad. Al profundizar en qué es “lo que habría que hacer que no se esté haciendo ya en estos momentos”, las respuestas más populares fueron las de “educación desde la infancia en igualdad y valores afectivo-sexuales en la escuela y en la familia” (20,1%) y la de “endurecer las leyes, penas más severas” (19%).
En este sentido, Tardón considera que, en la lucha contra la violencia machista, “los esfuerzos se tienen que centrar sobre todo en prevención y sensibilización”. “La pena es el último eslabón de todos y, antes de llegar ahí, lo que tenemos que hacer es una detección precoz de esa violencia y prevenirla. El endurecimiento de penas no va a solucionar una violencia tan estructural, tan arraigada”, reflexiona.
En 2022, los órganos judiciales dictaron 57.059 sentencias en procesos relativos a la violencia de género y, de ellas, el 77,45% fueron condenatorias y el 22,55%, absolutorias. Los agresores reincidentes suponen un reto específico. A fecha de mayo de este año, el 9,45% de los agresores identificados en VioGén (63.049 de un total de 666.759) habían maltratado a más de una víctima, recoge El Periódico de España.
Como medida para atender esta cuestión, el Ministerio del Interior puso en marcha este febrero un protocolo para alertar a las víctimas de violencia de género si sus agresores son reincidentes. Si bien no se ha adoptado como una práctica sistemática, sino que depende de “la valoración que los expertos policiales hagan de las circunstancias de cada caso”, entre ellas, “la necesidad de que la víctima y su entorno conozcan los antecedentes para mejorar su percepción del peligro”.
La conciencia empieza en la infancia
Recientemente, la Fundación ANAR, que cuenta con una línea de ayuda telefónica y de chat gratuita para menores en riesgo, desveló que las consultas por violencia de género son las que más han aumentado en los últimos cuatro años, un 87%. Esto incluye tanto a las menores que son víctimas directas de esta violencia como a quienes se encuentran en el entorno familiar de mujeres agredidas.
Las víctimas de violencia de género adolescentes tienen una media de 16 años y, en la mayoría de los casos (57%), el novio ejerce como agresor. Además, el 70,3% de estas víctimas “no ha denunciado ni tiene intención de hacerlo”.
“Hay adolescentes que piensan todavía que la violencia de género es una cuestión de mujeres ‘mayores’, de adultas que viven en su casa con su marido y que las pega”, indica Diana Díaz, directora de las Líneas de ayuda ANAR. De hecho, cerca del 50% de las víctimas de violencia de género adolescentes atendidas no son conscientes de su problema. En otras palabras, “estaban normalizando esa situación de violencia y avanzando en ella, pero no se identificaban como personas víctimas de violencia de género, sino que llamaban por las consecuencias emocionales: se sentían mal, tristes, notaban que estaban recibiendo amenazas…”.
El Barómetro Juventud y Género 2021 también mostraba otro dato preocupante: el 20% de los varones entrevistados consideraba que la violencia de género es “un invento ideológico inexistente”, y el 15,4%, que “si es de poca intensidad, no es un problema para la relación de pareja”.
Falta “entender qué es la violencia en cualquiera de sus manifestaciones, y en este caso, entender qué es la violencia de género; de ahí la importancia de las campañas de sensibilización y la formación, que es el arma más poderosa para la prevención”, afirma Díaz. Desde su punto de vista, también hay que tener en cuenta el gran volumen de información que se recibe a través de las pantallas (videoclips, letras de las canciones, vídeos de youtubers…). Entre estos contenidos, se cuelan modelos “de sumisión de la mujer frente al hombre” y que contribuyen a “normalizar la violencia”.
Díaz concluye: “Queda mucho para hacer todavía con lo que significa una relación afectiva saludable basada en la confianza, la tolerancia, el respeto y la igualdad”.