Que te echen de casa por cuestiones de orientación e identidad sexual es una realidad. Hay familias que dimiten de ser madres y padres de jóvenes solo por pertenecer al colectivo LGTBI+; les destierran de casa y de sus vidas. Puertas que se abren para ser más libres y afrontarse a los miedos, para ser cerradas a cal y canto, negándose a la diversidad.
El miedo al rechazo o a ser discriminado en el propio entorno familiar, hace que muchas personas jóvenes lo oculten hasta cumplir la mayoría de edad o hasta los 24 años, a pesar de que la orientación sexual empieza a desarrollarse en torno a los 10 años, según la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+). De hecho, el 57% de las personas LGTBI+ oculta su identidad y orientación a su familia.
Estas personas «pierden el entorno seguro que tenemos desde que nacemos”. Una realidad que denuncian desde Ahora Dónde, asociación miembro de la Fédération Européenne des Refuge que acompaña a la juventud LGTBI+ mayor de edad que sufre rechazo en el entorno familiar en Barcelona.
David recibió el apoyo de Ahora Dónde. Unos días antes de la selectividad reveló a sus padres que era trans y, desde entonces, su relación cambió de forma radical. Se negaron a pagarle las tasas de los exámenes -que sus profesores solventaron con una colecta- y la carrera universitaria.
Trabajos precarios y pobreza
El abandono de los estudios es uno de los riesgos que afronta la juventud LGTBI+, lo que les lleva a trabajos precarios al ver interrumpida su formación. Pero no es el único problema. La mayoría se ve obligada a abandonar el hogar familiar, a pesar de que todavía carece de autonomía y estabilidad económica. Según el ‘Estudio sociológico de las personas LGTBI sin hogar en la Comunidad de Madrid’, estas personas tienen un elevado riesgo de sinhogarismo como consecuencia de la discriminación que sufren en todos los ámbitos de la sociedad.
La primera causa es la expulsión del domicilio por discriminación por identidad de género u orientación sexual. Al perder el apoyo familiar, tanto a nivel emocional como económico, la situación se agrava. Esta realidad desoladora “trunca vidas”, lamenta Gemma Brulles, fundadora y presidenta de Ahora Dónde.
Además, la juventud LGTBI+ tiene más trabas para conseguir un trabajo digno y, por consiguiente, de consolidar una estabilidad económica. Sobre todo, las mujeres trans, “quienes en alto porcentaje se ven abocadas a ejercer la prostitución como la única salida laboral viable para ellas”, tal y como se determina en el estudio.
El rechazo y la exclusión también favorecen las adicciones. “Es el colectivo que tiene más problemas de alcoholismo, tabaquismo y drogadicción porque arrastran muchas problemáticas de una ausencia de buena construcción y desarrollo personal”, indica José Vela, sociólogo y técnico del Colectivo LGTBI+ de Madrid (COGAM).
La lgtbifobia, una amenaza para la salud
Detrás de estas situaciones, está la caída de su salud mental. El rechazo por parte de sus familiares da lugar a la autonegación y a la destrucción de su persona. Sufren exclusión fuera y dentro de casa, por lo que “esta discriminación tiene doble agravante de soledad”, resalta el sociólogo.
La Confederación de Salud Mental alerta de que las personas LGTBI+ notifican más del doble de autolesiones, intentos e ideaciones de suicidio que la población general. De hecho, el 43% de las personas LGTBI+ considera que su salud mental es buena o muy buena, frente al 62% de las personas cishetero. Hay que tener en cuenta que la juventud es el colectivo más vulnerable en cuanto a salud mental, por lo que ser joven y LGTBI+ agudiza dicha vulnerabilidad.
Una violencia invisibilizada
«Los casos más visibles son los de la juventud a la que echan de casa, pero hay que tener en cuenta la violencia invisibilizada que viven hasta alcanzar la mayoría de edad«, recuerda Gemma Brulles. Menores de edad no normativos son testigos de comentarios lgtbifóbicos y otros actos discriminatorios, por lo que tienden a negar su propia identidad personal. Ocultan su orientación o identidad por miedo, tanto dentro de casa como fuera, hasta que cumplen los 18 años.

José Vela recuerda: “Si está más preocupado porque no le agredan en el instituto que por estudiar, evidentemente va a arrastrar una falta de titulación y de capacidad. Va a creer que no puede, porque no pudo en su momento”. Esta preocupación se amplifica cuando también sufre discriminación en casa.
El hecho de ocultarlo desde los 10 años a su entorno más cercano y de protección dificulta su desarrollo y supone la anulación de su persona. Todo esto «se desaconseja para una educación integral y saludable pensando en el bienestar del menor”, indica el sociólogo. No ven otra opción por el miedo al rechazo, a la violencia verbal o física y a tener que abandonar la casa y los estudios.
Vulneración de los derechos básicos
Desde Ahora Dónde y COGAM recuerdan que las propias familias están vulnerando los derechos básicos de sus menores: el derecho a crecer en un ambiente de afecto y seguridad moral y material, al libre desarrollo de la personalidad, a la libertad de expresión, a la educación y a la no discriminación por razón de sexo entre otros.
“Todos los niños necesitan crecer en un ambiente seguro de respeto, autoafirmación y potenciación de la autonomía. Si un sesgo niega su identidad u orientación y, por tanto, su autonomía; se está negando su validez. Esa persona va a arrastrar el resto de su vida una falta de autoafirmación que se manifiesta en muchos ámbitos”, denuncia José Vela.
El por qué del rechazo
Pero, ¿por qué las familias rechazan a sus hijas e hijos LGTBI+? Por creencias religiosas, valores, tradición… Incluso, “a veces es más importante el qué dirán que la felicidad de tu hijo”, lamenta Gemma Brulles.
Los padres no rechazan a sus hijas e hijos porque su color de ojos sea distinto, pero sí porque su orientación o su identidad sean distintos, tal y como visibiliza una campaña de Ahora Dónde. Es decir, “ser diferente no es el problema; todos somos diferentes”, recuerda la presidenta de la asociación. Sino que las expectativas de género y relacionales que la sociedad ha ido fijando durante siglos son el origen de la LGTBIfobia.
El marco social se ha creado hasta el punto de que se ha asumido de manera naturalizada «que unas prácticas son correctas y otras son deleznables”, puntualiza José Vela. Todas las orientaciones y las identidades fuera de lo normativo quedan invalidadas. Entonces, cuando una hija o hijo dice a sus padres que es no normativo, su primera reacción impulsiva e irracional es el rechazo.
Algunos padres y madres quieren trabajar la LGTBIfobia y dejar atrás la discriminación. Suelen decir que a nivel emocional lo entienden todo, pero les cuesta aceptarlo. Así lo detectan Gemma Brulles y José Vela en los talleres de Ahora Dónde y COGAM, respectivamente.
A través del mismo mecanismo, la víctima está expuesta al autorrechazo. El primer pensamiento al descubrir que no es normativo, es dudar porque sabe que está fuera de la norma. Por ejemplo, piensa: “Es verdad, me estoy equivocando. No soy lesbiana”. Por ello, necesita reafirmarse con el apoyo de sus padres en lugar de cuestionarse.
Construir un futuro
Desde Ahora Dónde son conscientes del impacto que tiene la pérdida del respaldo familiar. Por ello, proporciona acompañamiento emocional para potenciar la autoaceptación de la víctima de la LGTBIfobia en su entorno familiar. El siguiente paso es la mediación familiar, siempre y cuando la víctima esté preparada. Si no es efectiva, la asociación busca una familia de acogida o facilita orientación para encontrar trabajo.
El próximo objetivo de Ahora Dónde es incorporar pisos de acogida para la juventud LGTBI+ en Barcelona con el apoyo de la administración pública. No hay ninguno en esta ciudad, aunque se trata del modelo más efectivo para que puedan llegar a ser independientes y autosuficientes. Así lo demuestran la Fundación Eddy y la Fundación San Martín de Porres en Madrid.
Los espacios seguros y las redes de apoyo son los principales recursos para ayudar de forma directa a la juventud LGTBI+. Por su parte, los individuos pueden hacer donaciones y voluntariado. Sin embargo, como indican desde ambas entidades, no hay que olvidar la importancia de concienciar a la sociedad con campañas, formación y talleres sobre inclusión y diversidad con el fin de erradicar la raíz de la discriminación estructural.