- Un 75% de los problemas de salud mental en personas adultas aparece entre los 14 y los 18 años
Por Sara Núñez
Hay una cifra que pone en alerta: cerca de 800.000 personas se quitan la vida cada año. Una muerte por cada dos hora y media. El suicidio es la segunda causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años y, desde la pandemia se ha cifrado un aumento de pensamientos suicidas, además de un mayor número de casos de ansiedad, depresión y Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), entre otros.
Según una estimación de la Organización Mundial de la Salud, en torno al 10% de la población mundial vive de la mano de un trastorno mental. En España, se estima que un 9% de la población convive con un problema de salud mental, y un 25% de las personas lo experimentará en algún momento. A esto se le suma que el 50% de los problemas de salud mental en adultos aparece antes de los 14 años, mientras que un amplio 75% va entre esta edad y los 18 años.
“Entre el 10% y el 20% de la población infantil ya muestra problemas de salud mental”, detalla Ana Mingorance, asesora jurídica de la Federación de Salud Mental de Andalucía. Asegura que el volumen de demandas de ayuda por parte de la población joven se ha incrementado al doble. De hecho, desde la Federación han recibido una petición por parte de la Consejería de Salud para llevar a cabo una intervención en los institutos, desbordados con adolescentes que buscan terminar con su vida. Destaca la presencia de ansiedad y depresión en un incontable número de jóvenes que no son capaces de pedir ayuda.
Tal y como especifica Esther García, vicepresidenta y terapeuta en la plataforma Necesito Terapia, la generación actual viene con conductas más impulsivas: «Vivimos en la generación de la inmediatez y, en el momento en que hay una desregulación emocional, se perciben señales mucho más impulsivas como son las autolesiones«. Aunque perciba una cierta mirada más preventiva de la generación anterior, también les llegan pacientes que desde edades muy tempranas presentan este tipo de conductas.
La pandemia por coronavirus supuso un punto de inflexión en la salud mental de las personas. Fue la apertura de la caja de Pandora ante todos los problemas emocionales. Inmaculada, psicóloga terapeuta de Proyecto Hombre señala que estos «han hecho aún más mella en la población que ya presentaba un consumo problemático de alguna sustancia«. «Las personas con un trastorno mental grave tienen mayor riesgo de cometer un intento suicida», destaca Mingorance, a la vez que advierte: «Se nos están escapando las vidas de las personas». Por desgracia, la alerta de empeoramiento y nivel de gravedad no llega hasta que se pierde una vida.
“Casi todo el mundo conoce a alguien que lo ha intentado”, expresa Mingorance. Ante esto, -resalta-, se desarrolla una cierta empatía y da lugar a conversaciones a pie de calle. Empatía que contrasta con la escasez de una concienciación sobre la salud mental que corresponde más a la generación previa: “La gente quiere que se le ayude, pero el estigma, el rechazo y la discriminación que veo todos los días debe empezar a cambiar”.
Trastorno mental y adicciones
Todo esto viene de la mano de una de las consecuencias más normalizadas entre tantos pacientes: el consumo de sustancias en exceso, hasta la caída en una drogadicción. “Son personas que vienen con una trayectoria en trastornos de salud mental por años, que ya han sido diagnosticados en su pasado”, aclara Inmaculada.
La terapeuta de Proyecto Hombre contribuye en el Programa Beta con la rama de trastornos mentales graves, donde está muy presente el consumo de sustancias y su uso problemático; además de la rama de trastornos psiquiátricos. «Es necesario abordar las dos cosas porque fluctúan, muchas sintomatologías se entrelazan y hay que separar para que se estabilice», declara.
Cualquier persona es vulnerable y susceptible de caer en un consumo problemático de sustancias. “Las sustancias en sí no son el problema, sino la relación que la persona establece con la sustancia: para qué la utilizo, cuándo la utilizo, para qué me sirve”, deduce la terapeuta. Ya declaraba el doctor Néstor Szerman en las XIV Jornadas Nacionales de Patología Dual: un 70% de las personas que padecen un trastorno mental también presenta una adicción, y viceversa, con lo que siete de cada diez personas adictas tienen un trastorno mental.
El descuido de la terapia
Todo cuadra cuando se declara que entre el 35% y el 50% de las personas con problemas de salud mental no reciben ningún tratamiento, o no es el adecuado. Y es que la detención de estas cifras se agrava con la falta de apoyo terapéutico, según los profesionales. Muchas personas justifican no acudir al psicólogo debido a la deficiencia de recursos económicos que le permitan una regularidad para ir a un servicio privado, el cual puede costar una media de 50 a 70 euros por sesión.
“La salud pública consta de listas de espera larguísimas y, por tanto, hay muchísimas personas que al final se quedan muy excluidas del tratamiento psicoterapéutico”, declara Esther García. Según afirma, pacientes terminan acudiendo al médico de cabecera o al psiquiatra para la receta de psicofármacos, contando con medicaciones durante el proceso psicoterapéutico y abarcando un escaso seguimiento de su estado.
La OMS está señalando que esta va a ser la primera enfermedad a nivel mundial para 2030. Terapeutas como Ana Mingorance tienen claro el papel fundamental del tratamiento: “Si las personas no pueden acceder por motivos económicos a un recurso público de atención a la salud mental, esto lleva a un empeoramiento”. España está por detrás en la cola europea en cuanto a tratamiento psiquiátrico, no se tratan los trastornos etiquetados como leves y la salud mental pasa a ser un problema mucho más generalizado.
Una alternativa más alcanzable
Todas estas organizaciones, asociaciones y plataformas ponen en marcha sus recursos para tratar a los pacientes. En el caso de la Federación de Salud Mental, ponen un formulario en su página web a disposición de cualquier persona con este tipo de problemas, donde queda registrada su demanda y, desde el Servicio de Orientación les llama, a nivel local, la asociación federada correspondiente. Presentan programas de ocio y tiempo libre, programas de acompañamiento a pacientes, escuela de familia, grupos de ayuda mutua y programas de sensibilización.
En el caso de Necesito Terapia, son 35 supervisores y 13 personas voluntarias no terapeutas las encargadas de esta revisión, junto a centros de atención a familias (CAF), otras asociaciones, ONGs, trabajadores sociales, que cubren, en su mayoría, a pacientes que tienen una media de 32 años: 75% mujeres y 25% hombres. Y ante las circunstancias económicas, organizaciones como Necesito Terapia trabajan de cara a aquellos que carecen de recursos económicos para costearse una terapia constante por 10 euros, como mínimo, por sesión. Desde ahí, concilian con la persona paciente lo que pueda aportar según su renta. “Siempre pedimos un mínimo, y si hay pacientes que no pueden costearse nada, lo consideramos”, aclara Esther García.
Desde Proyecto Hombre, sus profesionales se afianzan al modelo biopsicosocial, donde ponen al paciente como “protagonista de su propio cambio”. Cuentan con terapias grupales y un programa terapéutico para las que presenten un consumo abusivo de sustancias, todo repartido con programas de mañana, tarde o noche; y cuentan, asimismo, con subvenciones a través de becas privadas de empresas y asociaciones, junto a otras personas que aportan dinero. De este modo, recaudan la cuota de sus programas de centro de día: 250 euros (350 euros a nivel residencial). Se hacen contratos de presupuesto mucho más bajo, de 50 o de 100 euros.
Y con toda esta demanda, España consta de un 67% menos de profesional psicológico que las principales potencias europeas, según informa la consultora LQVIA: seis profesionales de la salud mental por cada 100.000 habitantes. La petición de terapeutas es clara: dotar de más profesionales de la salud mental, subvencionar todas las especialidades para cubrir todos los tratamientos.
El auge de la visibilidad de los trastornos mentales, por medio de redes sociales y conversaciones intrafamiliares, ha ido de la mano con el propio incremento de pacientes y personas no diagnosticadas. El estigma y el prejuicio sobre este estado de salud continúa presente, con aquellas personas que apenas tienen una vaga idea de hasta qué punto han de aguantar antes de acudir a terapia. “Puedes ver que ahora mismo eso no te afecta, pero si una de cada cuatro personas a lo largo de su vida va a tener problemas de salud mental, mira a tu alrededor y a ver cuándo te toca”, denuncia Mingorance.