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Vivir el feminismo desde la guerra de sexos

Los casos de violencia sexista aumentan entre menores. El número de chicos adolescentes denunciados y declarados culpables supone un 9 de cada 10. Un problema que solo puede combatirse desde la educación.

Por Coché Echarren

Cuando desde el Periódico del Voluntariado se decidió escribir este artículo, lo primero que se hizo fue tantear al personal docente cercano. En este caso se habló, en primer lugar, con un profesor de universidad y un director de un instituto del sur de Madrid -que además es profesor de Filosofía-. ¿Cuál es su opinión sobre el creciente aumento de agresiones sexuales entre menores? Y ahí llegó la sorpresa: la negación.

Pese a las cifras que están ahí, y a las que todo el mundo puede acceder, los dos negaron la existencia del problema. El profesor de Filosofía, además, insistió en que son «casos minoritarios» que no merecen un artículo y sugirió a esta redacción que se cambiara el tema por otro que considera «más real»: el aumento de la violencia entre chicas.

Los datos de la Memoria anual de la Fiscalía del Estado constatan que en solo cinco años, las agresiones sexuales cometidas por menores se han disparado un 116%. También el último informe sobre violencia de género del Instituto Nacional de Estadística (INE) desvela que los adolescentes son el grupo de edad en el que se ha detectado un mayor aumento de violencia en los últimos años, tanto en el número de denunciados (un 70,8% de 2020 a 2022) como en el de las víctimas (un 28,6% en el mismo tramo temporal).

El Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial ha hecho públicos los siguientes datos: “En 2022, los juzgados de menores enjuiciaron a 305 presuntos agresores de menos de 18 años por delitos de violencia sobre la mujer. De ellos, se adoptaron medidas en 278, lo que supone un incremento del 23,5 % en relación a las medidas adoptadas en 2021”.

Javier Urra, psicólogo forense en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y Juzgados de Menores de Madrid, y presidente de la Red Europea de Defensores del Menor, sí respondió señalando, en primer lugar, que los datos de la fiscalía «son incontestables». Y aunque en parte esto «puede deberse a que hemos ampliado los criterios y tipologías, también nos encontramos agresiones sexuales realmente graves y en ocasiones cometidas por grupos».

En lo que llevamos de 2023, las noticias de este tipo no han cesado: según cifras del Ministerio Público, solo en Cataluña, se han detenido ya a más de 20 menores por violación. Si tiramos de hemeroteca queda patente que se trata de un problema que se da en todo el país: un adolescente violó a una niña de 15 años en la isla de Tenerife; en Lugo dos amigos de 17 y 18 años agredieron sexualmente a dos menores; en Logroño se ha detenido a 10 adolescentes que habían violado a dos chicas en una casa abandonada; en junio salieron a la luz las agresiones sexuales que habían sufrido varias adolescentes en un instituto de Móstoles por parte de un chico de 13 años…

Recientemente se ha conocido un caso en Badajoz que remueve casi más que los anteriores por las edades de los agresores y la víctima: una niña de 6 años sufrió, a lo largo de todo un curso, en el patio del colegio, agresiones reiteradas por parte de varios niños de su misma edad. Los niños la arrastraban hasta un lugar escondido y allí la desnudaban y le hacían daño en sus genitales. Urra nos comenta que es «un caso especialmente paradigmático porque pone de relieve las fallas graves educativas». Además, añade: «Llama la atención que lo que estaba ocurriendo pasase desapercibido tanto tiempo en el colegio». Parece que estamos ante un caso de evidente negacionismo.

El porno, una de las claves para entenderlo

Nadie niega la importancia que tiene, en este problema, el acceso fácil y directo al porno. Arola Poch, psicóloga y sexóloga, autora del libro de educación sexual para jóvenes Las cosas claras, lo reconoce así para este periódico: “Sin duda el acceso tan temprano al porno, sin filtros y de forma anónima y fácil es un problema. Se normalizan ciertas escenas que tienen que ver con el sexo en grupo, prácticas más extremas y actitudes sexistas. Por ello es fundamental que haya una buena educación sexual impartida por profesionales acreditados que hagamos énfasis en valores como la comunicación, el respeto, el consenso y la empatía«.

Los menores se encuentran seducidos por el porno desde la más tierna infancia ya que acceder a él es tan sencillo como hacer click sobre las imágenes que se anuncian en la pantalla mientras juegan o ven dibujos. Esto ocurre muy pronto ya que manejan dispositivos a edades tempranas y los padres no siempre estamos pendientes de lo que pasa durante su conexión. Unos años después, empiezan a compartir contenidos. No es alarmante solo que accedan al porno sin una preparación y una madurez, sino que además actualmente este tipo de vídeos, -que siempre han cosificado a la mujer-, son más violentos y sexistas que nunca: es habitual encontrar escenas de grupos de hombres turnándose para penetrar o tener sexo oral con una sola mujer a la que usan y humillan.

«Hay porno de diferentes tipos, pero el mainstream, el más popular y fácilmente accesible, tiene un nivel de violencia y cosificación de la mujer importante. Quizás ha influido en ello el hecho de haber pasado de películas a escenas. Ahora todo se tiene que concentrar en pocos minutos y tal vez eso tenga que ver con la búsqueda de imágenes muy impactantes«, dice Poch.

Si bien el porno da explicación al por qué de las agresiones grupales, seguimos sin entender por qué este tipo de vídeos son tan comunes en el porno de los últimos años. Javier Urra reconoce que el aspecto diferenciador de las agresiones actuales «es la aparición de la violencia sexual en grupo». El psicólogo la interpreta como «una demostración de dominio y de masculinidad mal entendida, ante uno mismo y ante los demás».

A menudo olvidamos que las niñas también ven porno. Que igual que ellos acceden en un click a la imagen, lo hacen ellas: el sexo genera curiosidad. Y no hablamos de algo importante: a través del actual porno reciben la información, a edades tempranas y sin la madurez adecuada, de que su rol sexual tiene que ver con la humillación y la sumisión. Lo cual también está relacionado con que normalicen conductas inaceptables, tarden en denunciar o incluso no denuncien los hechos sufridos.

¿No somos más feministas que antes?

Llama la atención que estos hechos se estén produciendo en pleno auge del feminismo y cuando creemos ser una sociedad más concienciada que nunca en temas de igualdad. Poch considera que son varios los factores a tener en cuenta: “Por un lado hay ciertas conductas que se pasaban por alto y ya no, ahora hay más conciencia, precisamente gracias al feminismo”, lo cual explicaría el hecho de que se hable y se denuncien actos que antes se silenciaban.

Manifestación del 8M en Málaga. | Irene Ortiz

Pero hay algo más, según la psicóloga, realmente importante que puede ayudarnos a entender no solo lo que está ocurriendo sino la existencia de los negacionistas dentro de los centros docentes: «No podemos obviar un efecto que he detectado entre chicos: el de ver el feminismo como algo que va en su contra«, el de vivirlo desde la guerra de sexos. Sigue siendo curioso que este modo de entender el feminismo (es decir, de no entenderlo) genere más violencia de la que ya existía, pero, además, en niños. Y, desde luego, es curioso que si parte de la sociedad vive el feminismo como lucha de sexos, no existan grupos de mujeres que humillen y abusen de un solo hombre mientras lo graban. Parece que esta vivencia distorsionada afecta solo a uno de los imaginarios bandos de la supuesta guerra.

El problema de la impunidad

Los menores de 14 años son inimputables penalmente, según la Ley Orgánica de Responsabilidad Penal Juvenil 5/ 2000. ¿Qué podemos hacer con ellos? Javier Urra explica que el Ministerio Fiscal «puede indicar a la Comunidad Autónoma que el menor haga cursos de formación o actividades que promuevan el cambio conductual. Esto podría dar una respuesta a los casos de niños que no han cumplido los 14 años”.

Desde distintos ámbitos afectados, se alza una pregunta: ¿habría que rebajar la edad penal? En algunos países europeos ya se ha hecho: en Suiza los niños de 7 años pueden ser imputados, en Holanda esto ocurre a los 12 y en Francia a los 13. Aunque esta opción podría tener efectos positivos, es también contraproducente en algunos aspectos: en el momento en que entra en juego el juicio, al niño se le animará a mentir por parte de la defensa.

La respuesta está en la educación

Si en algo coinciden personas expertas es en que la solución a estos episodios violentos se encuentra en la educación. Y a veces, como señala Urra «una cosa es lo que se dice y otra lo que se piensa». Los niños lo absorben todo, incluso más, tal vez, lo que se piensa que lo que se dice.

Los estudios estatales de Díaz-Aguado y Martínez Arias, corroboran esta visión al concluir que el «componente emocional del sexismo es más resistente al cambio que el cognitivo«. Urra no es partidario de echar balones fuera: «No nos engañemos, los niños hacen y se comportan en función de su entorno, su familia y su sociedad».

Para el psicólogo es importante que reconozcamos que las herramientas tecnológicas «no explican todas las conductas con las que nos estamos encontrando. Esta sociedad no transmite ternura, compasión, cariño, sentimiento profundo de amor ni enseñanza de la ruptura». Y añade: «Estamos viviendo un rebrote machista fomentado por las ideologías que propagan que no hay violencia de género». Un rebrote que se manifiesta, a veces, en la toma de medidas.

Por ejemplo, en el caso de la niña de 6 años hemos sabido que una de las decisiones tomadas por el colegio, puesto que uno de los agresores continúa en el mismo centro, es la de no permitir que la niña acuda sola a los cuartos de baño. Es decir, con la excusa de la protección se está restringiendo la libertad de movimientos de la víctima. Algo claramente incongruente que ya ha sido denunciado por la Asociación Contra el Acoso Escolar (ACOES).

Fallamos en la educación, fallamos en la detección, fallamos negando, fallamos quitando libertades a las víctimas y, según Urra, fallamos como sociedad, porque creamos el caldo de cultivo adecuado para que se genere este tipo de perfil delictivo: «Buscamos la felicidad individual, no colectiva. Fomentamos el sentimiento de impunidad en los menores. Sabemos que hoy tienen acceso libre a la pornografía más violenta. Y esto ocurre en una sociedad sexualizada, y que sexualiza la infancia”. Los niños expresan los síntomas de una sociedad patológica.

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