Nunca pensó que visitar el Museo del Louvre casi por casualidad le llevaría a ser quién es, pero hoy tiene mucho que agradecerle a aquella escultura que le hizo ponerle un nombre a lo que estaba viviendo. Danna Garrido tiene ahora 21 años, pero para aquel entonces no había cumplido la mayoría de edad y vivía junto a sus amigas el viaje de fin de estudios del instituto. Fue la estatua de ‘Victoria alada de Samotracia’ la que le llevó a darse cuenta que ella también quería ser la diosa de su propia victoria. Diosa, en femenino. Y no solo por las líneas que trazan el cuerpo de la mujer con alas. Esa fue la primera vez que la joven expresó en voz alta lo que sentía por vivir encerrada en un cuerpo equivocado.
Las realidades que viven las personas trans en relación a este tipo de pasos son muy diversas, al igual que su aceptación por parte de la sociedad, en lo que queda mucho que avanzar a pesar de que existan días como el Día Internacional del Orgullo LGTBI+, que se celebra este viernes, 28 de junio.
«Recuerdo que ahí tuve claro que lo único que me había pasado toda mi vida es que no sabía cómo explicar que era una chica, aunque mi nombre hasta entonces fuera del género masculino», desvela la joven malagueña, ahora siete meses después de haberse sometido a la operación de reafirmación de género. Al igual que Danna Garrido, son muchas las personas que cada día se identifican como personas transexuales, aquellas «cuya identidad de género no se corresponde con la de su sexo biológico o de nacimiento», según define la propia Real Academia Española.
En España, el estudio más reciente respecto al colectivo trans ‘Las leyes trans y el modelo afirmativo en España’ realizado por Confluencia Movimiento Feminista, arroja la cifra de que un mínimo de 20.755 personas entre 2016 y 2021 fueron atendidas por las unidades especializadas en el tratamiento de la identidad de género. Estos datos supusieron un avance que continúa siendo, de manera acelerada, resultado de un crecimiento exponencial paralelo a la aprobación de leyes y protocolos trans basados en el llamado «modelo afirmativo». Este se refiere a personas de entre los 9 y los 40 años, más mujeres que hombres, concentradas en el grupo de edad de 14 a 25 años.
Repaso legislativo
En 2007, el cambio de género llegó a los registros civiles a raíz de la ley aprobada por el Gobierno que permitía la modificación registral del sexo con un diagnóstico médico de disforia de género y, al menos, dos años de tratamiento hormonal del solicitante. Ese año, el Registro Civil contabilizó hasta 15 cambios de sexo, una cifra que nada tiene que ver con la que ya disponemos a día de hoy desde que entró en vigor la ley trans en marzo de 2023.
Un total de 5.139 personas acudieron en 2023 al Registro Civil para cambiarse de sexo, lo que supone cuatro veces más que el año anterior, en el que acudieron 1.306. Así lo evidencian los datos consultados en el sistema de información del propio registro del Ministerio de Justicia. Fue la aprobación de esta ley la que ha traído consigo cambios como la inclusión de la opción a la autodeterminación de género, es decir, la posibilidad de cambiar el sexo legal en el Registro Civil sin necesidad de cumplir con requisitos médicos.
Diferentes realidades
Al igual que Danna Garrido, son muchas las mujeres y hombres trans que se someten a la operación de reasignación de género, pero también son muchas otras las que deciden no pasar por un quirófano ya que cada tránsito es «individual e intransferible», tal y como lo define el doctor Iván Mañero, cirujano plástico y pionero en nuestro país en cirugía de afirmación de género. «Cada persona sabe qué necesita en cada etapa y se debe respetar sus decisiones, el tránsito no tiene porqué pasar por cirugía, de hecho, no tiene ni porqué pasar por la hormonación. Es un camino único, privado y exclusivo de cada persona», asegura el cirujano de IM CLINIC, la clínica española que cuenta con su propia unidad de género, IM GENDER, destinada a este tipo de cirugías, referente en el panorama internacional.
Cuando Danna Garrido tomó la decisión de someterse a esta operación se percató de que sería esa misma clínica donde cambiaría su vida. “Después de realizarme la vaginoplastia y la operación de pecho en la clínica de IM GENDER en Barcelona, tras unos tres años hormonándome, puedo decir que vivo más tranquila. La felicidad es un estado que va y viene, pero la tranquilidad que siento ahora, sintiéndome cómoda conmigo misma mental y físicamente es algo que jamás sabré cómo agradecer”, asegura la joven.
Al igual que ella, Hugo (nombre ficticio para preservar su identidad), de 25 años, cuenta que, en su caso, la mastectomía le ha aportado «la paz que siempre había buscado con algo tan sencillo como ir a la playa sin camiseta y sin blinder». Hace un año que se sometió a esta operación tras un año de espera en la Sanidad Pública y ahora observa sus cicatrices bajo el pecho como el mejor de los tatuajes que se podría haber hecho.
Menores: la otra cara de la moneda
En el caso de las personas transexuales menores de edad, el panorama cambia en algunos aspectos en cuanto a cómo se ve este tipo de operaciones quirúrgicas por parte de la sociedad. «Si son menores se les debe acompañar, sin imponer, sin insistir, solo acompañar y ofrecerles el apoyo que necesitan en todo momento», explica el doctor Mañero.
En este sentido, desde la Agrupación de Madres de Adolescentes y Niñas con Disforia Acelerada (AMANDA) señalan que para sus familias, “avances” para el colectivo como la ley trans suponen, en cambio, la desprotección de sus hijas e hijos porque se desatienden sus posibles malestares psicológicos previos o la existencia de una condición de neurodivergencia –por ejemplo, los casos de autismo– para validar de forma inmediata su identidad trans, dejando a la familia desprovista de su patria potestad. «En definitiva, si bien entendemos que alguna persona puede sentir alivio por la ley, el fenómeno de la disforia de género de inicio rápido, ampliamente respaldado por la evidencia en países de nuestro entorno como Suecia, Finlandia o Reino Unido, queda olvidado y desatendido», asumen desde la agrupación.
Desde AMANDA, uno de los objetivos es mantener la cautela con las soluciones médicas y quirúrgicas irreversibles como respuesta a la disforia de género de inicio rápido. «Nuestra principal labor es la de recopilación de evidencia científica que las familias pueden valorar antes de adoptar ninguna postura. Es importante conocer los últimos hallazgos, como el Informe Cass o el realizado por investigadores alemanes que han constatado una tasa de arrepentimiento del 74% tras el inicio de tratamientos de transición en un estudio longitudinal de 5 años de duración», apostillan desde la entidad, donde explican que en muchos casos la transición comienza en el entorno escolar, y que las personas menores de edad de las familias de AMANDA tenían problemas previos: habían sufrido bullying, o pasaban por una depresión, o tenían problemas de ansiedad, u otros problemas que no habían sido diagnosticados.
Aceptación de la sociedad
Para Luisa (nombre ficticio para preservar su identidad), de 37 años, someterse a la operación de reasignación genital fue un antes y un después en su vida. «Cuando yo tenía 10 años ya sabía que era transexual, al igual que mis padres, pero la situación no tenía nada que ver con la de ahora, ahí no había tantos y tantas referentes, ni siquiera había tanta opciones como ahora para operar. Sin embargo, algo que convive en ambas épocas, aunque sea 20 años después, es que a la sociedad le cuesta aceptar este tipo de cirugías por un rechazo que nace a veces desde el propio colectivo«, explica la madrileña.
En este sentido, Leo Jiménez, de 28 años, añade que aún queda mucho por recorrer: «Yo me realicé la mastectomía hace cuatro años y quiero en unos años hacerme la faloplastia, aunque es una decisión más difícil de tomar ya que se trata de una operación mucho más larga. Desde entonces, he perdido la cuenta de cuántas personas del mismo colectivo me han dicho que someterme a estas cirugías supone un retroceso para el colectivo, en el sentido de que no es necesario cambiar de genital para ser hombre o mujer, yo obviamente comparto esa idea, pero en mi caso y en el de muchas otras personas esta reasignación sí que es necesaria, depende de cada situación», asume.
En el caso de Marta (nombre ficticio para preservar su identidad), la cirugía nunca ha formado parte de sus planes: «Yo soy una mujer y no por ello tengo que tener vagina o pecho, ni siquiera tengo porqué hormonarme. Sin embargo, la sociedad actual que abandera mucho modernismo también demuestra lo atrasados que estamos en muchos otros conceptos, ya que aún se hace la pregunta que debería haberse eliminado hace mucho tiempo: ¿Cuándo te vas a operar?».
Para Marta, al igual que para muchas otras personas del colectivo, esta cuestión forma parte de su día a día. «Nuestra transición no es fácil y a eso se suma que cualquier persona pueda juzgar cómo, por qué y cuándo decides hacerla», añade Bruno (nombre ficticio para preservar su identidad) que, a sus 17 años, tiene claro que tras cambiarse el sexo en el DNI, el próximo paso va a ser apuntarse a la lista de espera para realizarse la mastectomía.