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«Para llegar a Europa tenía que pagar 3.000 euros a gente que no conocía»

Alba Tenza

Mayowa Desmond-Oluyemi, voluntario en la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) nos cuenta su experiencia con personas que han llegado a España huyendo de su propio país por correr peligro de sufrir violaciones graves de derechos humanos, además de compartir sus propias vivencias como persona refugiada.
Mayowa Desmond-Oluyemi, voluntario en CEAR

Lo recuerda como si fuera ayer. La huida del país que le vio crecer no fue una decisión fácil de tomar, pero sintió que no le quedaban más opciones para tener una vida alejada del miedo. Mayowa Desmond-Oluyemi tiene 32 años, pero recuerda a la perfección cómo fue soplar las velas de su mayoría de edad. Salir de Nigeria no era un camino fácil, sobre todo, sin saber hacia dónde dirigir su futuro, pero ese 18 cumpleaños fue su primer paso hasta llegar a la libertad que hoy marca su día a día.

El joven nigeriano llegó a España hace dos años y tiene claro que «en ningún lugar se está tan acogido» como aquí; colocando a Málaga en la parte del podio más alta, pues tiene claro que este se ha convertido en su hogar, donde además, compagina su vida laboral con el voluntariado en la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), viéndose reflejado en todas aquellas personas que llegan sin saber muy bien qué hacer. «No tengo pensamiento de volver a Nigeria, siento que por fin he encontrado mi sitio», asegura el voluntario catorce años después de salir de su país natal.

Tras el reciente Informe Anual elaborado por la Comisión sobre las personas refugiadas en España y Europa, señalan que España se ha situado a la cola de la Unión Europea en cuanto a tasa de reconocimiento de asilo, precisamente en un año en el que siguen aumentando las necesidades de protección en todo el mundo. La organización señala que ha empeorado cuatro puntos con respecto al año anterior hasta resolver favorablemente apenas el 12% de las solicitudes, por lo que señalan que este retroceso contrasta con el actual contexto internacional, en el que las guerras, la violencia y las amenazas han obligado a huir de sus hogares a 120 millones de personas en el mundo, según los últimos datos de ACNUR.

¿Qué te trajo a España? ¿Era tu primer destino señalado en el mapa?

La verdad es que no estaba en mis planes. Llevo dos años aquí, pero mi viaje comenzó hace mucho, a finales de 2010, cuando salí con el único pretexto de encontrar un lugar en el que vivir seguro. En ese camino me he encontrado con muchos baches, empezando por la política inestable que me encontré en Camerún —donde había una situación muy similar a la de Nigeria— y tuve que seguir buscando otros destinos.

Me fui a Sudáfrica, donde estuve trabajando cuatro años de peluquero, pero para solicitar el asilo era fundamental que mi procedencia fuera de un país que estuviera en guerra, por lo que tuve que seguir buscando, sobre todo, cuando se empezó a complicar la situación política en ese país. Me trajo malos recuerdos.

Esos momentos te recordaron al Mayowa de 18 años que tomó la decisión de huir de su país…

Exacto. Todos estos lugares donde intenté construir una nueva vida me reavivaban mi trauma, por lo que me vi obligado, una vez más, a buscar otro sitio. Me planteé volver a Nigeria, pero sabía que seguía sin ser seguro. Mi camino me llevó a Senegal pero me di cuenta otra vez de que era un país muy cerrado en el que la seguridad tampoco iba a estar de mi parte. Sin embargo, todo pasa por algo, porque gracias a mis vivencias allí empecé a escuchar que en España había mucha seguridad y se respetaban los derechos humanos, por lo que empezó mi viaje hasta este país, al que llegué en julio de 2022.

¿Cómo fue tu llegada a tierras españolas?

Fue muy difícil. Para llegar hasta Europa tenía que pagar 3.000 euros a personas que ni siquiera conocía en persona, solo para conseguir el traslado desde Marruecos —a donde tampoco fue fácil acceder— a Gran Canarias, en muy malas condiciones. En 2018, llegué a Mauritania, pero allí vi cosas que jamás habría imaginado.

En mi intento de llegar a Marruecos, me dijeron que no podía por ser de la parte de África subsahariana, por lo que tuve que trasladarme metido en un camión. Fue una situación muy incómoda porque me recordaba a todos mis traumas, pero finalmente de esta forma conseguí llegar a Marruecos. Ya desde allí, una patera nos llevó hasta Lanzarote con 40 personas y muy mal clima durante dos días a la deriva. Cuando llegamos, estuvimos en la comisaría tres días hasta que llegó el salvador: un trabajador de la asociación Cruz Blanca.

¿Ese fue tu primer contacto con el voluntariado en España con personas refugiadas?

Sí, sin embargo, ahí no empecé a ser voluntario, sino refugiado. Tras llegar a Lanzarote con la ayuda de Salvamento y hacer todo el proceso de documentación, llegó este chico que nos llevó hasta el centro de acogida de Las Palmas, ayudándonos a integrarnos y a guiarnos en lo que teníamos que hacer. Yo solicité mi asilo y ya el Estado me destinó a Málaga, donde vivo ahora. Cuando llegué a esta ciudad después de tres meses en Gran Canarias me acogieron en el centro de acogida de CEAR, donde ahora soy voluntario.

¿Por qué decidiste hacer voluntariado para personas refugiadas?

Después de estar trabajando en Estepona como cocinero, me vine a Málaga capital en mi mes de vacaciones para visitar el centro de acogida y estar con mis amigos. Ahí estuve hablando con un trabajador social de la entidad y le expresé mi necesidad de ayudar de la forma que fuese a las personas que llegan a la ciudad como yo llegué en su día a Canarias. Y así empezó mi andadura como voluntario el año pasado.

Y ahora, ¿cómo es tu día a día como voluntario?

Cuando veo a gente llegar para recibir asilo aquí, me siento muy identificado con ellos, aunque yo ya tenga mi vida hecha. Actualmente, tengo mi trabajo y dedico las horas libres y las vacaciones a estar con los refugiados que llegan a Málaga, ofreciéndoles ayuda psicológica, acompañándolos a hacer actividades deportivas y a orientarlos en su integración, siempre hay muchas cosas por hacer. De hecho, a partir de esta experiencia me he dado cuenta de que quiero formarme como integrador social para poder dedicarme a ello, Málaga es una ciudad muy inclusiva y para encontrar trabajo solo hay que tener ganas de trabajar, sin importar la raza o el color de piel.

El Parlamento Europeo dio el pasado mes de abril su visto bueno final al Pacto de Asilo y Migración que sentará las bases de la política común ante las llegadas de inmigrantes irregulares. ¿Cómo vivís esto las personas refugiadas?

Estamos muy molestos con este tema, ya que después de más de una década de negociaciones, y tras la toma de conciencia de la Unión Europea de asentar normas comunes por la crisis de refugiados de la guerra de Siria en 2015, ahora esta decisión endurece a Europa como lugar de refugio, lo que no encaja con el relato de Derechos Humanos de la propia UE. Esta situación nos hace mucho daño porque la mayoría de gente que venimos aquí es para vivir con seguridad, y cosas como esta cambian la forma de vivir de los extranjeros. Es malo para nuestra salud y los refugiados también tenemos derecho a vivir.

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