Voluntariado puntual: la solidaridad en los momentos más críticos

Personas voluntarias limpiando las calles de Paiporta

Mar Bassa

Cuando ocurre una tragedia, como las recientes inundaciones provocadas por la DANA en la Comunidad Valenciana, el espíritu solidario de la sociedad se activa de manera inmediata. Personas de todos los rincones de España se movilizaron para ayudar. Este fenómeno se conoce como voluntariado puntual.

La directora de la Plataforma del Voluntariado de España (PVE), Mar Amate, lo describe como un impulso humano que combina solidaridad y acción: «En situaciones como esta, muchas personas que nunca antes habían hecho voluntariado encuentran la motivación para actuar; algunos ya tienen experiencia previa y hacen un esfuerzo extra, mientras que otros aprovechan esta oportunidad para contribuir por primera vez». Es una respuesta que, aunque muchas veces es espontánea, debe ser canalizada adecuadamente para maximizar su impacto.

En España, el voluntariado está experimentando un cambio generacional y una mayor diversidad, según el informe «El Perfil del Voluntariado 2024» del Observatorio de la PVE. Los datos muestran que el voluntariado moviliza a un 10,1% de la población, es decir, 4.200.000 personas mayores de 14 años.

La organización, punto clave

Durante los primeros días tras el desastre, la respuesta inicial del pueblo valenciano fue rápida. «En los pueblos afectados, los vecinos que no estaban directamente damnificados dejaron de mirar la televisión y salieron a ayudar a quienes lo necesitaban: desde limpiar calles llenas de barro hasta llevar medicinas a personas mayores o con discapacidad, el esfuerzo fue masivo«, cuenta Amate. Enseguida hubo una oleada de personas voluntarias de otras partes de España que jugaron un papel fundamental en estas primeras horas caóticas.

A pesar del «efecto llamada», esta movilización espontánea debe convertirse en un esfuerzo estructurado. «El problema de las acciones desorganizadas es que, aunque están bien intencionadas, pueden entorpecer la tarea general; por ejemplo, si varias personas barren agua hacia direcciones distintas, el resultado no será eficiente, de ahí la importancia de contar con una planificación y un liderazgo claro», explica Amate.

Entidades como Cáritas han desempeñado un papel crucial al canalizar la ayuda voluntaria hacia tareas específicas. Clara Sánchez, referente de voluntariado joven de Cáritas, destaca que en las zonas afectadas ya existían equipos de voluntariado comunitarios que actuaron como puente entre las nuevas participaciones y las necesidades concretas: “Nuestro trabajo fue reforzar esos equipos con personal técnico y personas voluntarias de otras partes de Valencia, así pudimos garantizar que las acciones fueran efectivas y estuvieran orientadas a las prioridades de cada zona en todo momento”.

Un ejemplo de esta organización ha quedado plasmado en imágenes que capturan a grupos de personas voluntarias barriendo en sincronía, una actividad «aparentemente simple», pero que refleja la importancia de trabajar en equipo y de manera organizada. no solo mejora los resultados, sino que también visibiliza el «impacto del voluntariado organizado», resalta Mar Amate.

El papel de la juventud

Un aspecto destacado de la respuesta a la DANA ha sido la participación activa de la juventud, que ha roto con el estereotipo de que no se comprometen con las causas sociales. Sánchez apunta que las personas jóvenes tienden a movilizarse más ante proyectos concretos que ante instituciones: «La DANA, al ser una emergencia visible y mediática, captó su atención y permitió que canalizaran su solidaridad y este compromiso demuestra que los jóvenes no son insensibles, sino que muchas veces necesitan ver la urgencia de la causa para involucrarse«.

Aunque en el informe del Observatorio del Voluntariado no se recoge la participación voluntaria que ha despertado la DANA, se ha visto un notable aumento de la participación juvenil en proyectos sociales durante el año 2023: en el ejercicio anterior solo el 7,1% de jóvenes hacían voluntariado y ahora, la cifra ha aumentado hasta el 13,1% de jóvenes entre 14 y 24 años.

La juventud de la DANA
La juventud de la DANA | Fotografía de Miguel M. Serrano

Esta experiencia ha revelado una oportunidad para las organizaciones de voluntariado: aprovechar la energía y disposición de la juventud, sensibilizándola sobre otras problemáticas menos visibles. «El reto es convertir este compromiso puntual en un compromiso sostenido, que trascienda las emergencias y se traduzca en una acción constante en favor de las comunidades», añade la representante de Cáritas.

La DANA no solo ha resaltado la importancia de la solidaridad, sino también sobre la «vulnerabilidad» individual y también en conjunto como sociedad. «Hemos descubierto que todos somos vulnerables, da igual dónde vivamos, cuánto dinero tengamos o cuál sea nuestra situación, todos podemos enfrentarnos a tragedias como esta», reflexiona Amate. Este reconocimiento ha sido un motor importante para la ola de solidaridad que se ha vivido en la Comunidad Valenciana, donde muchas personas han entendido que podrían haber estado en el lugar de las personas afectadas.

Además, la presidenta de la PVE subraya que el voluntariado no debe limitarse a momentos de crisis: «No podemos esperar a que ocurran tragedias para demostrar nuestra empatía, cada día hay personas que necesitan ayuda: mayores, migrantes, mujeres en situaciones de explotación… Estas causas también merecen nuestra atención». Señala que la solidaridad debe ser una «práctica cotidiana, no una respuesta esporádica».

Ayuda a largo plazo

El voluntariado puntual es solo el primer paso hacia la recuperación de cualquier desastre como la DANA. Clara Sánchez explica que la labor de Cáritas y otras organizaciones no termina con la ayuda inmediata. «Nuestro enfoque está en el largo plazo porque la recuperación de estas comunidades no se medirá en semanas, sino en años, y acompañar a las personas afectadas en este proceso es clave para garantizar que puedan reconstruir sus vidas», defiende.

Este enfoque incluye atender no solo las necesidades materiales, como ropa o comida e incluso la reconstrucción de algunas casas, sino también las emocionales y sociales. «Muchas de las personas que han sufrido esta tragedia necesitarán apoyo psicológico y comunitario para superar el trauma y ahí es donde entra nuestro modelo de voluntariado, que no se limita a la emergencia, sino que busca construir relaciones y comunidades más fuertes», explica Sánchez.

Cáritas ayuda al abastecimiento de las personas damnificadas en Valencia | Imagen de Cáritas

De cara al futuro

Un mes después de la tragedia, la DANA ha dejado una serie de lecciones sobre el papel del voluntariado y la solidaridad en la sociedad española. Por un lado, ha demostrado que, a pesar de vivir en un mundo considerado cada vez más individualista, existe un sentimiento profundo de comunidad que se activa en los momentos de más necesidad. Por otro lado, ha puesto de manifiesto la importancia de la organización y la coordinación para que estas acciones tengan un impacto real.

La experiencia vivida con la DANA «nos recuerda que todos tenemos un papel que desempeñar en la construcción de una sociedad más solidaria», dice Amate. Ya sea a través de acciones puntuales o de compromisos a largo plazo. «El voluntariado es una experiencia transformadora porque nos conecta con nuestra humanidad, nos enseña a valorar lo que tenemos y nos permite ser parte de algo más grande que nosotros mismos«, señala Amate.

El desastre ya ha pasado, pero las necesidades aún continúan. El reto al que ahora se enfrentan es canalizar esta ola de solidaridad puntual hacia un impacto que perdure en el tiempo. De esta manera, se puede demostrar que la empatía y la acción conjunta no son solo posibles, sino que juegan un papel crucial para superar los desafíos del presente de la sociedad.

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