El 12 de enero de 2025 se conmemoró la llegada del pueblo gitano a la Península Ibérica hace 600 años. Lo que empezó como una relación idílica con la Corona, se fue tornando en una discriminación legislativa extrema, de la mano de normas como la ‘Pena de Galeras’ o ‘La Gran Redada’. Una vez superada la marginación legal, actualmente, gitanos y gitanas siguen luchando contra una marginación social que conlleva desigualdades en materia de educación, vivienda o trabajo. El pasado 8 de abril se celebró, como cada año, el Día Internacional del Pueblo Gitano, una fecha ideal para reivindicar y reconocer el orgullo de un pueblo que es parte nuestra historia y de nuestra cultura.
¿Cómo ha influido la cultura gitana en la cultura española a lo largo de estos 600 años?
Ha habido mucha aportación cultural durante todo este tiempo. Empezando por lo más folclórico, se podría hablar del traje de flamenca, que está inspirado en esos trajes típicos que traían las gitanas en el siglo XV cuando llegaron por primera vez a lo que hoy llamamos España. Por otro lado, ha habido muchas aportaciones en el léxico. Hay muchos préstamos en el idioma castellano, como por ejemplo, ‘pinrel’ o ‘chaval’. También se da esta influencia en la gastronomía española: ese cazo de puchero, ese arroz con hinojos, etc. En algunos restaurantes incluso hay platos que llevan la palabra ‘gitano’ como puede ser ‘La Olla Gitana’.
Por otro lado, en el mundo del arte se ha vivido esta influencia: en España no se entendería el flamenco sin esa aportación cultural que han hecho los gitanos y las gitanas. También en la pintura, ya no por las aportaciones de artistas gitanos como Lita Cabellut, sino en la inspiración de muchos otros artistas como Julio Romero de Torres o Isidro Nonell. Esta inspiración se da también en la música, en compositores como Georges Bizet, quien publicó la obra “Carmen”, en la que muchas de las protagonistas están inspiradas en musas gitanas. Por último, se podría hablar de la influencia en los oficios tradicionales como la confección de canastos de mimbre o la herrería.
Además, estos 600 años de cultura compartida también ha influido en la diversidad de la comunidad gitana española. Las características de los gitanos y las gitanas de Asturias pueden ser diferentes a los de Andalucía o la Comunidad Valenciana, por ejemplo. Al final también se acaban adoptando costumbres más relacionadas con el entorno directo.
¿Qué supone para la comunidad gitana celebrar este 600º aniversario de su llegada a España?
Supone una oportunidad para reivindicar esta aportación cultural; una reivindicación de la construcción del acervo cultural español.
Es también una oportunidad para reivindicar nuestra historia desde 1425, cuando el Rey Alfonso V (‘El Magnánimo’) otorga a ese primer grupo de gitanos y gitanas que aparece en Zaragoza un salvoconducto que les autoriza a entrar en calidad de peregrinos del Camino de Santiago. Se les permitió moverse por el territorio, además de ser protegidos ante los diferentes gobiernos locales para que esa peregrinación fuera respetada.
Que se cumplan 600 años y que además tenga lugar un Acto de Estado en el Congreso de los Diputados, el órgano de máxima representación de la ciudadanía, en conjunto con la Corona, es una oportunidad única para reivindicar ese reconocimiento.
Desde la Fundación del Secretariado Gitano, ese es el mensaje que trasladamos. La comunidad gitana hoy en día necesita reconocimiento. Reivindicamos que se instaure en la sociedad un acercamiento a las personas gitanas, ya que existe un profundo desconocimiento que acaba derivando en situaciones de discriminación y rechazo.
¿Cómo se va gestando el rechazo y el antigitanismo a lo largo de los siglos?
Los primeros 70 años de presencia gitana en España suponen una etapa idílica, en la que llega gente de fuera con sus propias costumbres. Se aporta así a la sociedad un elemento innovador que genera cierta curiosidad o cierto exotismo.
Hacia 1499, los Reyes Católicos dictan la Primera Pragmática Sanción que establece la Pena de Galeras, que no deja de ser una pena de esclavitud, a la que muchas personas gitanas eran condenadas por cualquier tipo de delito, aunque fueran menores. Esta es una herramienta que se utilizó en la época para sacar adelante una expulsión masiva de musulmanes, judíos o gitanos.

A partir de aquí se establecen más de 200 disposiciones que han ido persiguiendo al pueblo gitano: obligándoles a asentarse en un territorio concreto o a abandonar sus raíces culturales, como dejar de hablar el ‘romanó’, motivo por el cual hoy en día este idioma no se habla de forma fluida en el territorio español. Como contrapunto, en otros países como Rumanía o Bulgaria, esta lengua sigue siendo utilizada por parte de la comunidad gitana.
La persecución por parte de las instituciones se recrudece en 1749, cuando de la mano del Marqués de la Ensenada y el amparo del Rey Fernando VI, se sacó adelante la orden de Prisión general de gitanos, conocida como la Gran Redada. Se trataba de una orden simultánea de arrestar a todo gitano o gitana mayor de 7 años con el objetivo de exterminar a este pueblo, dificultando su procreación.
A partir de este momento, se relaja un poco la situación. Sin embargo, es a partir de la aprobación de la Constitución Española de 1978 cuando se invierte toda esta dinámica de persecución sistemática y estructural.
Como bien dices, ya no existe un racismo legislativo. Sin embargo, hoy en día sigue existiendo cierto rechazo social, ¿cómo se manifiesta esta discriminación?
Este estigma se traduce en el acceso a los derechos más fundamentales, como es la educación, una vivienda o un empleo. También se manifiesta en el consumo de otro tipo de bienes y servicios como el acceso a locales de ocio y tiempo libre.
La parte educativa es significativa porque genera el hecho de que existan escuelas segregadas. Es decir, existen familias que consideran que sus hijos no deben compartir aula con el alumnado gitano. Eso, al final, genera un ostracismo académico que complica mucho el éxito en los estudios. Y este éxito académico al final es el que influye en el tipo de empleos a los que puedes acceder o el tipo de vivienda que te puedes permitir.
Desde la perspectiva del voluntariado, ¿cómo se trabaja para intentar acabar con estos estigmas?
Estamos en la era del ‘clickbait’, una era en la que se cree que un titular nos da la información que realmente necesitamos. Este sensacionalismo de muchos medios de comunicación contribuye a que exista un gran desconocimiento de la comunidad gitana.
Nuestra máxima es el conocimiento de la comunidad gitana, que pueda derivar en el reconocimiento. Por ello, el voluntariado es la mejor forma de derribar los estigmas sobre los gitanos y conocer de primera mano la realidad de estas personas (o de cualquier colectivo).
Hay que saber manejar, deconstruir y transformar estos prejuicios para no generar situaciones de rechazo. En general, el voluntariado es una oportunidad. Yo invito a involucrarse en estos proyectos a todo aquel que desee conocer y reconocer la realidad del pueblo gitano.
Y de forma más específica, ¿qué líneas de actuación seguís desde la Fundación Secretariado Gitano?
Actualmente, el voluntariado de la fundación está formado por más de 500 personas en todo el territorio nacional. Los voluntarios sirven como complemento para el desarrollo de los diferentes programas: educativos, de intervención en el empleo, de lucha contra la discriminación o la pobreza… Es decir, complementan la labor del personal remunerado de la organización.
Ahora mismo, el 60% de nuestro voluntariado está concentrado en el ámbito educativo. Es importantísimo que los chicos y chicas gitanas de 12 a 16 años puedan contar con este apoyo de las personas voluntarias: preparando exámenes, incorporando técnicas de estudio… Se trata de que estos voluntarios cubran las necesidades específicas que no cubren los empleados de la organización debido a sus perfiles laborales más genéricos. Además, también incorporamos a chicos y chicas gitanas que han pasado por estos programas y quieren involucrarse como voluntarios y voluntarias para prestar esa ayuda que en su momento también recibieron.
Desde tu experiencia, ¿has observado un mayor interés de las mujeres gitanas por el feminismo en los últimos años?
Claro que sí, como hombre gitano me siento testigo de esta evolución. Me siento privilegiado de compartir camino, lucha y reivindicaciones con muchas mujeres gitanas con las que comparto misión, visión y día a día desde la fundación.
Como cada año, con motivo del 8M, la fundación emite un comunicado elaborado por al área de igualdad de género y mujeres gitanas que recoge ese sentir de estas mujeres. Si bien la cultura gitana no es estática, en el caso de las mujeres gitanas también hay mucha heterogeneidad. Por tanto, sus reivindicaciones feministas son muy diversas. En los últimos años, en las marchas y concentraciones de días señalados como el 8M o el 25N, hemos sido testigos de cómo las mujeres gitanas han estado presentes.
¿A qué retos añadidos dirías que se enfrentan las feministas gitanas?
Aquí es donde entra en juego el concepto de la interseccionalidad. A esa reivindicación como mujeres feministas se suma la de la pertenencia étnica: son mujeres y son gitanas. Además, estas mujeres contribuyen a una serie de aportaciones que precisan de un reconocimiento por parte de la sociedad. Por ejemplo, hablamos de esa crianza colectiva o de esas redes de apoyo que se tejen.
Si a la discriminación que sufre el pueblo gitano le vas añadiendo variables como el hecho de ser mujer, se da una especificidad que hay que tener en cuenta.