La injusticia y una historia muy dura lanzaron a Álvaro Meléndez a ser casa de acogida. El drama que vivió Omar le hizo involucrarse más y pasar de ser un voluntario que impartía talleres de español a ser, también, familia del joven de 18 años que le pidió ayuda. Se conocieron en Somos Acogida, una ONG que trabaja por la integración de menores migrantes, realizando acompañamiento personal e impartiendo, entre otras actividades, talleres de español.
¿Cuál es tu labor en Somos Acogida?
En Somos Acogida enseño español en diferentes niveles porque en función de la edad que tienen y del lugar del que vengan tienen un tipo de formación u otra. Algunos hablan inglés, otros hablan francés, otros solo hablan sus lenguas de origen, esto lo convierte en una labor muy complicada. Nosotros lo que hacemos es separarlo en diferentes niveles de alfabetización.
Lo hacemos a través de talleres presenciales, que son 3 días de la semana, y a veces también con actividades de ocio en el exterior en fines de semana. Hay días que se trata de dar un paseo o hacer como una excursión a algún sitio, así puedan salir del centro y desconectar un poco de la situación que tienen dentro. Se trata de espacios seguros de confianza, de formación y educación.
Muchos vienen con traumas de fuera, al final con nosotros consiguen una confianza que a lo mejor dentro del centro, por la saturación que tienen, no pueden llegar a tener. Con nosotros están más relajados, eso consigue que el aprendizaje sea mayor y a nivel personal y emocional les ayuda mucho.
¿Cómo pasaste de ser voluntario dando talleres a acoger a alguien?
A mí me llamó la atención la situación del chico que yo tengo acogido, Omar. Me dijo que la fiscalía le había dado ya la mayoría de edad y le dejaban en la puerta de un albergue. Estos lugares al final son una cosa muy temporal, les dejan con lo puesto, como si te dejan a ti ahora mismo con lo que llevas puesto.
Se trata de algo tan temporal que es para pernoctar, no sabes hasta qué día vas a poder estar. Los alimentos que reciben son una pequeña cena y por la mañana pan con mantequilla, pero tampoco tienen comida de día. No tienen cubiertas las comidas diarias y han de pasar el resto de las horas en la calle, y eso que estamos hablando de chicos de 18 años. La situación en la que les dejan es complicada.
Por poner un ejemplo muy básico: cuando yo fui allí el primer día, le ponían impedimentos para poderse duchar, porque por lo visto es obligatorio que tengan sus chanclas en las duchas de los albergues y él no tenía chanclas. En tres días que él estuvo allí durmiendo, yo me encargué de comprarle ropa, desodorante, pasta de dientes, todo lo básico que tú das por hecho que tienes, pero que él no tiene nada.
Al final solo en tres días hubo que equipar a una persona con todo lo básico: ropa de sustitución, calzoncillos, calcetines, todo, porque no tenía nada. Además, allí la ropa se la lava una vez a la semana, con lo cual él no se puede tirar con un calzoncillo siete días. Se trata de una situación muy dramática.
Por suerte, yo tengo unas buenas condiciones y decidí hacerlo. Se trataba de uno de los chicos que yo tenía dentro de la asociación en mi grupo de voluntariado. Tenía mucha confianza con él, sabía toda su historia, que es una historia muy, muy dura, de las más duras que yo he visto en la asociación. Así que le dije que no se preocupase, que me iba a encargar yo de él y eso es lo que hice.
¿Cómo se encuentra Omar actualmente?
Tiene a su profesora de español dos días a la semana y el mes que viene también empieza un curso que es semipresencial. Son cursos como de especialización de electricidad, que son seis o siete meses. El español lo ha aprendido muy bien y sigue con él. Se ha integrado perfectamente con sobrinos míos que tienen casi su edad, que tienen 14 o 15 años. Al final ellos lo que necesitan es una familia de acogida; él nos lo dice, nos ve aquí como su familia de aquí.
¿Cómo les afecta cumplir la mayoría de edad?
Para nosotros cumplir 18 años es una fiesta, para ellos es terrorífico. Les da mucho miedo. Cuando cumplen 18, la protección pública la pierden y lógicamente es un desamparo total institucional. Además, les dejan a su cargo todo el tema de la documentación. Cuando salen no tienen la documentación con un permiso de trabajo, con uno de residencia arreglado…
¿Cómo dejas tú a una persona durante todo ese tiempo sin poder estar regularizada? La situación sin ayuda de alguien es una situación de exclusión social total. Entendemos que las instituciones están colapsadas y las llegadas que están teniendo son masivas, los trabajadores sociales en los centros están desbordados también. Sin embargo, o se les ayuda con asociaciones o gente de forma independiente, o estos chicos acaban como acaban: en la calle, pasto de las mafias… porque no tienen otra alternativa, nadie se la está dando y no dejan de ser niños.
Se le llama acogida, pero ¿también tiene un fin a futuro, no?
Al final no es solo poner techo, comida y ropa, se trata de una integración social completa. Ten en cuenta que son niños que aparte del idioma tienen que aprender un oficio, tienen que aprender lógicamente, como nosotros cuando tenemos 17-18 años, las labores domésticas de una casa, porque lo que se busca es su independencia. Tienen que aprender a poner una lavadora, a poner un lavavajillas… Se empiezan con cosas básicas y aprenden muy rápido, son esponjas, porque son gente joven con muchas ganas. Realmente la atención que están teniendo es como si fuese un miembro más de la familia.
¿Por qué es necesaria esta labor? ¿Crees que es suficiente con las ayudas que da la administración?
Es muy necesaria porque después de 6, 7, 8 o 10 meses recibiendo esas nociones del idioma, con las que ni conjugan verbos o hacen frases completas, cortan de raíz. Esto es una situación de vulnerabilidad bestial. Porque tú, a alguien así no lo puedes abandonar a los ocho meses o diez meses. Muchos vienen en avión, otros vienen en patera… la situación que traen es muy bestia. Han visto gente morir por el camino, son situaciones muy complicadas y lo que menos ayuda es que con 18 años entren en un albergue. Yo, por ejemplo, cuando fui allí el primer día que dejaron a Omar, era tremenda la gente que ven: gente con problemas mentales, alcohólicos, drogadictos, y ellos no dejan de ser niños de 18 años que los acaban de meter ahí.
¿Se conoce esta historia que estás mencionando?
Yo creo que no todo, yo creo que se conoce lo que es el título, pero no el texto. La gente ve inmigrantes que huyen de la miseria, de la pobreza, de conflictos armados, pero no saben realmente lo que pasan estos chicos. Además, no conocen a las personas, sino verían que se trata de niños con las mismas inquietudes de los que hay aquí en España. Yo tengo sobrinos de 15 años que han estado jugando con nosotros, hemos ido al cine y hecho de todo y es que tienen las mismas inquietudes, hablan de fútbol, juegan igual, sonríen igual. Sí, que es negro, no es blanco, pero es un niño, no hay diferencia entre ellos.
El problema surge cuando se intentan politizar ciertas cosas y se hace mucho daño. Al final tú no puedes criminalizar la inmigración, es una auténtica barbaridad, o sea, es una salvajada hacer eso. Tú no puedes decir que vienen aquí a violar, a robar. Cuando muchos encima lo han sufrido en sus carnes. Además, hay gente que podría ayudar pero lo que ve en los medios a veces le echa para atrás. Esto es algo que tiene que ver con los discursos que dan las televisiones, eso frena mucho la ayuda de ciertas personas que a lo mejor sí podrían ayudar. Yo apostaría por campañas de sensibilización hechas desde administraciones públicas con ejemplos reales y con datos reales donde no se manipulan cifras.
¿Cualquiera puede ser casa de acogida?
Sí. Lo primero es no hacer caso de los prejuicios que ven en la tele, porque no son verdaderos. Al final son niños. Tienes que tener ganas y mucha empatía, ponerte en su situación y saber que muchos vienen con traumas, pero que enseguida se abren contigo cuando cogen confianza y tienen buena voluntad siempre.
Realmente no hace falta ni que seas un psicólogo ni que seas un profesor de Harvard para poder enseñarles. Lo que necesitan no es eso, es acompañamiento, que se sientan queridos, que les escuches, que seas un espacio seguro para ellos en los que ellos aquí puedan sentir lo más parecido a lo que era su familia de allí.