Crecen las mareas ciudadanas contra el turismo masivo

El fenómeno de turismo masivo ha provocado una oleada de manifestaciones en varias ciudades del país, en las que se pide un nuevo modelo de turismo que permita a los residentes vivir en sus barrios

Mar Bassa

España no se entiende sin el turismo. En 2023 recibió 85,1 millones de turistas internacionales, un aumento del 18,7% con respecto a 2022. El país batió el récord histórico de personas visitantes extranjeras, según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Estas cifras colocan a España en disputa por el primer puesto en el ranking de visitas turísticas, liderado por Francia.

Pese a que el sector turístico es uno de los pilares de la economía española, la deriva del país en este aspecto es más negativa que positiva debido al llamado “turismo de masas” o turistificación. Se trata de un fenómeno negativo con respecto a la vida cotidiana de las personas residentes de las distintas localidades españolas, ya que afecta de forma directa al acceso a la vivienda y a la cultura autóctona.

El rechazo al turismo masivo ha crecido en los últimos meses, sobre todo en las ciudades más turísticas. El malestar del vecindario de los barrios afectados ha aumentado hasta tal punto de organizar manifestaciones en contra de este modelo de turismo, como fue el caso de las Islas Canarias en abril o de Málaga en junio. La unión de los residentes para hacerse oír frente a la oleada de turistas que reciben es una “lucha que solo acaba de empezar”.

Turistificación en las Islas Canarias

Las Islas Canarias, conocidas por su buen clima a lo largo del año, paisajes y playas, han visto un aumento constante en el número de turistas. En 2023 se situó en el tercer lugar de las comunidades autónomas más visitadas de España, con 13,9 millones de visitantes (+13,1%), según los datos del INE. Seis veces más que la población de las islas, que es de 2,2 millones de personas, según cifras oficiales. También fue la comunidad autónoma donde más gasto tuvieron las personas turistas, situándose por encima de Cataluña o de las Islas Baleares.

Sin embargo, este incremento del turismo ha generado controversia entre los habitantes de las islas, ya que “no pueden soportar” un número tan elevado de visitantes con los recursos que tienen. “No cabemos en la isla”, lamenta Pedro Hernández, tinerfeño de 28 años, que se muestra cansado por la “sobreexplotación” de la isla y siente “tristeza” al ver el hartazgo de sus paisanos. La industria del turismo en el archipiélago representa el 40% de los empleos.

“Es una situación límite, se debería empezar a regular o tomar medidas”, dice. Él asistió a la manifestación del sábado 20 de abril en la que se alzó la voz para poner un límite al turismo. Esta multitudinaria protesta, bajo el lema de Canarias tiene un límite, consiguió unir a más de 57.000 personas en las siete islas. Algunos de los lemas más sonados fueron “el paraíso no se hace con cemento” o “el turismo me sube el alquiler”.

La expansión de los alquileres vacacionales y las viviendas turísticas, sobre todo encabezadas por plataformas como Airbnb, ha reducido la disponibilidad y la facilidad de poder acceder a las viviendas a residentes locales. El precio del alquiler ha aumentado considerablemente y ha “expulsado a muchos vecinos de sus barrios” hacia zonas “más alejadas”: “Nos están echando de nuestras propias ciudades”.

La federación Ben Magec–Ecologistas en Acción, uno de las entidades organizadoras de la manifestación, sostiene que la actividad turística en Canarias es “altamente intensiva” en el requerimiento de grandes cantidades de materiales y energía que no disponen. También exigen que las instituciones públicas “tomen las medidas necesarias” para paliar la gentrificación que “sus políticas neoliberales han favorecido, para caminar hacia un modelo fiscal más redistributivo, que reparta la riqueza”.

Por otro lado, piden que se apueste por la “desturistificación” y que se implante una ecotasa
finalista “dirigida a mitigar los impactos ambientales” que el turismo produce. También
buscan que se recupere la moratoria turística y que en la situación de emergencia climática no
se permita consumir más suelo “para ponerlo al servicio de la industria turística y de otros
fines especulativos”.

Málaga, una ciudad hastiada

Málaga ha experimentado una transformación significativa en las últimas décadas. Ha pasado de ser una ciudad costera “tranquila” a uno de los destinos turísticos favoritos de muchas personas extranjeras. La gran oferta cultural que ofrece y la revitalización del centro histórico, además de su historia, ha atraído a miles de turistas y, como ha ocurrido en las Islas Canarias, también ha resultado en la gentrificación de muchos lugares, sobre todo de los barrios más céntricos.

El aumento sin control de las viviendas turísticas en la provincia de Málaga ha llevado a un incremento de los precios de alquiler. “Es imposible encontrar un piso para alquilarlo a un precio decente en la capital, hay que irse fuera”, lamenta Laura López, una malagueña de 32 años que ha sufrido este fenómeno. Esto ha afectado en especial a jóvenes que no logran independizarse —o lo hacen de forma precaria— y a las familias con sueldos medios.

Manifestación de Málaga | Mar Bassa

Por otro lado, el vecindario se queja de la deriva que está tomando la capital y la tildan de “parque temático”. El ruido a todas horas del día, la congestión e imposibilidad de moverse con facilidad por las calles y el comportamiento del turismo han deteriorado la “imagen y la calidad de vida” en los barrios más turísticos, lo que ha provocado un sentimiento de rechazo hacia el turismo entre la ciudadanía malagueña.

La manifestación de Canarias rebota en Málaga

La manifestación de Canarias tuvo efecto dominó y animó a Málaga a convocar una protesta el 29 de junio. Bajo el lema de “Málaga para vivir, no para sobrevivir”, en torno a 30.000 personas (más de 5.000, según la Policía Nacional) salieron por las calles del centro de la capital para hacerse escuchar y luchar por su tierra. Esta, convocada por el Sindicato de Inquilinas, fue respaldada por más de 40 colectivos.

La marcha rugió con fuerza y se podían leer pancartas como “Menos brunch, más pitufos” (desayuno típico de la provincia), o “No quiero irme de la ciudad”. También alguno más creativo, como un cartel de una lata de sardinas en la que decía que se alquilaban los tres metros cuadrados por 900 euros, en alusión al “abuso” de los precios del alquiler. Las personas manifestantes cargaron contra el alcalde, Francisco de la Torre, a grito de “Paquito, te aviso, te voy a okupar el piso” y “Dónde está Paquito, Paquito dónde está, Paquito está vendiendo lo que queda de ciudad”.

Según el Sindicato de Inquilinas de Málaga, convocantes de la protesta, la manifestación nació de un “profundo malestar ampliamente compartido”: la “imposibilidad” de acceder a una vivienda, la “expulsión de los vecinos de sus barrios”, el cierre de los comercios locales, la “explotación de los trabajadores de esta ciudad turística” y el “abuso sistemático a inquilinos con precios y contratos imposibles”. La situación de la ciudad actual, dicen, es un “colapso turístico y rentismo carroñero”.

La situación en Barcelona, otra de las grandes afectadas

Barcelona, desde hace años, es el “mejor ejemplo” de turistificación en España. “Solo basta con ver las pintadas de los vecinos de los barrios”, declara el barcelonés Alex Casals. La ciudad, conocida mundialmente por su arquitectura modernista y su vida cultural, ha conseguido posicionar a la comunidad autónoma como la más visitada del país en 2023, con 18 millones de turistas (+ 21,2%). Sin embargo, este éxito ha venido acompañado de serios problemas para la comunidad barcelonesa.

El aumento de los pisos turísticos, muchos de ellos de Airbnb, ha reducido la oferta y la posibilidad de encontrar un piso de alquiler para larga temporada, con unos precios “desorbitados”, quedando las personas residentes del centro desplazadas hacia la periferia. “Olvídate de independizarte sin compartir piso en Barcelona”, sostiene Casals. A sus 26 años, lo ve como algo “imposible”.

Los barrios más afectados, como la Barceloneta, han visto cómo sus calles se llenan de turistas mientras los comercios locales cierran sus puertas para dar espacio a franquicias. Esta transformación ha erosionado el carácter y la identidad de Cataluña, y de Barcelona en concreto, generando un descontento entre la población.

De hecho, el Ayuntamiento de Barcelona ha implementado varias medidas para mitigar estos efectos, como la regulación de los pisos turísticos y la promoción de un turismo más sostenible. El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni (PSC), ha anunciado su intención de eliminar los pisos turísticos en cuatro años y así poner fin a las 10.000 viviendas que cuentan con licencia turística.

El fenómeno del turismo de masas y el auge de la vivienda turística están relacionados. La situación ha llevado a un aumento de las protestas y movilizaciones por parte de residentes que demandan una regulación más estricta del mercado de alquiler turístico y políticas que favorezcan el acceso a la vivienda. De hecho, más de 80 colectivos han hecho un llamamiento y animan a la ciudadanía mallorquina a movilizarse el próximo 21 de julio en Palma de Mallorca.

El fenómeno de la turistificación es uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan las ciudades españolas que dependen del turismo, como Barcelona, Málaga, Canarias o Baleares, que son ejemplos del deterioro en la calidad de la ciudadanía y la dificultad a la hora de encontrar una vivienda asequible. Las autoridades deben trabajar para encontrar una solución a este problema que cada vez se agrava más y más ciudades se movilizan para frenarlo.

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